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La obediencia a la palabra de Dios es el corazón de la adoración

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Obedecer a Dios es pesado. 

“Todo el mundo lo hace, además no se puede ser tan legalista”. 

“Pero eso no parece tan malo, es solo un poquito”. 

“Es que no tiene sentido”. 

“Todo depende de la circunstancia”. 

“Nadie me está viendo…” 

¡Cuántas excusas usamos para desobedecer a Dios! 

Y en la Biblia tenemos varios ejemplos de personas que escogieron escuchar su corazón, antes que los mandatos de Dios, y uno de esos ejemplos es la vida de Saúl, quien decidió desobedecer a Dios, confiando en su propia inteligencia. 

Saúl recibió de parte de Dios una encomienda muy clara, Dios le dijo que fuera a Amalec y destruyera todo por completo, que no tuviera compasión, hombres, mujeres, niños y todos los animales debían morir. (1 Samuel 15:3) 

Y esta petición es en ocasiones cuestionada, porque desde nuestra perspectiva humana nos suena cruel que Dios mande a hacer algo así, pero sabemos que este pueblo era muy corrupto, gente que estuvieron en una constante guerra con el pueblo de Dios, eran despiadados y sanguinarios, Dios sabía el daño que le harían a su pueblo, y a nosotros no nos toca entender a Dios, si no obedecer, pero Saúl no obedeció a Dios, porque decidió perdonarle la vida al rey Agag y tomar lo mejor de los animales como botín, y lo peor es que Saúl trató de justificar su obrar diciendo que él había obedecido a Dios, porque solo había tomado lo mejor de los animales, para ofrecer sacrificios a Dios, pero Samuel le responde con una pregunta: 

Y Samuel dijo: 

«¿Se complace el Señor tanto en holocaustos y sacrificios ¿Como en la obediencia a la voz del Señor? 
Entiende, el obedecer es mejor que un sacrificio, y el prestar atención, que la grasa de los carneros. Porque la rebelión es como el pecado de adivinación, la desobediencia, como la iniquidad e idolatría.  Por cuanto tú has desechado la palabra del Señor, 
Él también te ha desechado para que no seas rey». 1 Samuel 15:22-23 

Dios prefiere nuestra obediencia más que nuestro dinero o cualquier sacrificio o servicio que le ofrezcamos, porque nuestra obediencia es el corazón de nuestra adoración a Dios, El recibe con olor grato un corazón que obedece sus mandatos. 

Y si analizamos la vida de Saúl y su rebeldía, veremos que él no obedeció por varias razones: 

1. No creyó sabio lo que Dios le mandó a hacer. 

2. Se creyó sabio en su propia opinión. 

3. Le preocupó más lo que la gente pensara de él, que lo que Dios pensara. 

4. Puso su corazón en lo terrenal, buscando enriquecerse con cosas que Dios mandó a destruir. 

Esta desobediencia le costó muy caro a Saúl, Dios le desechó como rey. Saúl escogió su pecado y Dios su consecuencia. Y es que nosotros escogemos nuestro pecado, pero no, nuestras consecuencias y a menudo el precio que se paga por el pecado es demasiado alto. Y lo increíble es que Saúl pensaba ofrecer sacrificios a Dios, pero ¿cómo podemos ofrecer sacrificios a Dios, o servirle cuando estamos viviendo en desobediencia? 

Nuestra obediencia es nuestra mejor adoración, Dios la prefiere antes que rituales vacíos. Así que si queremos vivir vidas que adoren a Dios, debemos obedecerle y para obedecerle debemos: 

1. Confiar en la sabiduría y bondad de Dios cuando nos da un mandato. (Proverbios 3: 5-6) 

2. No creernos sabios en nuestra propia opinión. (Proverbios 3: 7) 

3. No vivir para complacer a los hombres. (Gálatas 1:10) 

4. Quitar nuestro amor y afecto por este mundo. (1 Juan 2: 15-16) 

Que podamos evaluar qué áreas en nuestras vidas deben ser rendidas en obediencia, de tal manera que Dios sea honrado y adorado en cada uno de nuestros días, para gloria de Su nombre y nuestro beneficio. 

¡Danos Oh Señor vidas que te obedezcan y postren en adoración! 

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Angélica Rivera de Peña es miembro de la Iglesia Bautista Internacional, República Dominicana, es graduada del Instituto Integridad & Sabiduría y tiene un certificado en ministerio del Southern Baptist Theological Seminary, a través del programa Seminary Wives Institute, está casada con el pastor Joel Peña, encargado del ministerio de Vida Joven de la Iglesia Bautista Internacional (IBI) donde Angélica sirve junto a él. Es parte del equipo del ministerio de mujeres Ezer. Tienen dos hijos, Samuel y Abigail.