Jesús se acercó y dijo a sus discípulos: “Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por lo tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Enseñen a los nuevos discípulos a obedecer todos los mandatos que les he dado. Y tengan por seguro esto: que estoy con ustedes siempre, hasta el fin de los tiempos” (Mateo 28:18-20).
En el programa anterior de “Mujer para la Gloria de Dios” vimos cómo las hermanas compartieron con nosotras, que la obediencia a Cristo demuestra la cantidad de amor que tenemos por Él. Y esto pudimos verlo en la gran comisión que Jesús dejó a los discípulos antes de partir a los cielos, diciendo que les enviaría la promesa del Padre de ser investidos con poder de lo alto; el Espíritu Santo haría su morada en ellos para guiarles en esta gran encomienda. (Lucas 24:49; Hechos 1:8).
Jesús dio este mandamiento a los apóstoles poco antes de ascender al Padre, y esencialmente resume lo que Él esperaba que ellos y quienes le siguieran, hicieran en Su ausencia. Es evidente que ellos solos no podían hacerlo, necesitaban la ayuda sobrenatural del Espíritu Santo para llevar el mensaje de salvación del evangelio, tocar a los que lo recibirían e hicieran la decisión de entregarse a Cristo, confesándolo como su Salvador y Señor. El amor por Cristo y la fuerza de su Espíritu llevó a sus discípulos a obedecer la encomienda dada, permitiendo así, que se diseminara Su Palabra por todos los continentes.
La Gran Comisión nos ordena hacer discípulos mientras andamos por el mundo, bautizándolos y enseñándoles todo lo que Jesús mandó. Las instrucciones dadas fueron específicas: ¡Id, Haced discípulos de todas las naciones, Bautizad y enseñad! Pero, ya sabemos que para eso nos es vital contar con la presencia, dirección y capacitación del Santo Espíritu y su poder; de lo contrario no lograríamos nada si confiamos en nuestro propio conocimiento y habilidades. Para compartir el mensaje, convencer y atraer a los elegidos a Cristo, hay que depender en todo del Espíritu Santo. Es su obra, Incluso, con aquellos que deciden identificarse con Cristo, en su sacrificio, muerte y resurrección, y bajan a las aguas del bautismo para dar testimonio al mundo de su fe, como una muestra de que han muerto a la vieja vida de pecado y que se levantan para una vida de obediencia, fundamentados en los mandatos y enseñanzas recibidas, para cumplirlas, por amor al Señor, como su estilo de vida. (Romanos 6:3-5). Hay que señalar aquí, que el bautismo es un mandato, un acto de obediencia, por fe, para dar testimonio de que somos de Cristo. Si no quieres bautizarte, necesitas evaluar el porqué no, y escudriñar tu corazón, con honestidad, delante de Dios, y determinar si realmente crees en Cristo. No somos salvas por el bautismo; lo somos por la fe. “Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9). Pero si debemos recalcar que el bautismo es una evidencia de nuestra salvación.
Dondequiera que nosotras nos encontremos debemos hablar a otros de Jesús, así como alguien lo hizo con nosotras. En vista de este mandato que Jesús nos deja, viene a mí esta pregunta: ¿Estamos compartiendo las buenas nuevas cuando las oportunidades se presentan? Muchas veces nos acomodamos a los tiempos, somos salvas y nos conformamos con eso, y no sentimos la gran necesidad de hablar a otras acerca de Jesús o de discipular sus vidas. Por eso debemos ser intencionales en hablarle a otras en toda oportunidad que se nos presente, sin tener temor al compartir nuestra fe en Cristo, mostrándoles nuestra vida de fe e incluso arriesgándonos por la misma fe, en obediencia al mandato de hacer discípulos.
Si somos discípulas de Cristo, es bueno que recordemos estas cosas:
- Un discípulo es alguien que recibe instrucción de otra persona.
- Un discípulo cristiano es un seguidor bautizado de Cristo, alguien que cree en la enseñanza de Cristo.
- Un discípulo de Cristo imita el ejemplo de Jesús, se aferra a Su sacrificio, cree en Su resurrección, tiene el Espíritu Santo y vive para hacer Su obra. El mandato de la Gran Comisión de «hacer discípulos» significa enseñar o entrenar a la gente a seguir y obedecer a Cristo.
Esta otra pregunta que las hermanas del programa nos hacen, me dejó rumiando su respuesta: Si fuera ilegal ser cristiana, ¿tendrían suficiente evidencia para condenarte? Para nadie es una sorpresa que en los momentos de prueba es donde nuestra fe es fortalecida. “Esto es para ustedes motivo de gran alegría, a pesar de que hasta ahora han tenido que sufrir diversas pruebas por un tiempo. El oro, aunque perecedero, se acrisola al fuego. Así también la fe de ustedes, que vale mucho más que el oro, al ser acrisolada por las pruebas demostrará que es digna de aprobación, gloria y honor cuando Jesucristo se revele». (1 Pedro 1:6-7).
No podemos esperar vivir nuestra vida cristiana en zona de guerra, donde el evangelio no pueda ser predicado y tengamos que arriesgar nuestras mismas vidas por causa de Cristo. Aun en la comodidad de vivir en una nación donde hay libertad de culto, debemos vivir vidas arriesgadas, apasionadas, e impetuosas por predicar Su Palabra a viva voz, sin miedo, sin reservas, con amor y respeto a los demás.
Muchos entienden Hechos 1:8 como parte de la Gran Comisión: «pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra». La Gran Comisión se hace posible por el poder del Espíritu Santo. Debemos ser testigos de Cristo, cumpliendo la Gran Comisión en nuestras ciudades (Jerusalén), en nuestros estados y países (Judea y Samaria), y en cualquier otro lugar al que Dios nos envíe (hasta los confines de la tierra).
Tu y yo, si somos discípulas de Cristo y estamos llenas del Espíritu Santo, estamos capacitadas para llevar la verdad a otras. Así que hoy te pregunto: ¿Estás viviendo en el poder del Espíritu Santo o en tu propio poder? El Espíritu Santo es quien nos equipa, capacita y anima a vivir en integridad para Dios; con el poder que Jesús nos ha conferido a través de Su Espíritu, estamos equipadas para llevar las buenas nuevas a otras, no importando el lugar, ni la raza, ni el color.
Espero que no te quedes en tu zona de confort. Y anímate a vivir con fervor para Su Gloria.
Dios les guarde sin caída.