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La carrera cristiana

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Serie: A correr y ¡correr bien!

A lo largo de las escrituras se han usado muchas metáforas para describir el caminar del cristiano. En Romanos 6, se dice que el creyente es un “esclavo de la vida recta”, un esclavo de Dios. Este caminar es uno como de esclavitud a la persona de Jesús, siendo Él amo y Señor y nosotros sus siervos o esclavos.

En Romanos 7, se habla de la vida cristiana como un matrimonio en cual nos hemos casado con Cristo y al cual debemos sujeción. En 2 Timoteo 2:3 la vida cristiana es una guerra y Pablo le dice a Timoteo en el verso tres y 4: “Sufre penalidades conmigo, como buen soldado de Cristo Jesús. Ningún soldado en servicio activo se enreda en los negocios de la vida diaria, a fin de poder agradar al que lo reclutó como soldado.”

También en el capitulo cuatro de esta segunda carta a Timoteo, en el verso siete se presenta la vida cristiana como una lucha y al final de su vida Pablo dice la siguiente expresión que ha venido a ser considerado el epitafio, o las Palabras que Pablo quisiera que se plasmaran en su tumba: “He peleado la buena batalla”.

Pero la ilustración del caminar de la fe cristiana que mas me gusta, es la que habla de ella como una carrera. Una carrera tiene muchas similitudes con la vida cristiana y eso lo pude ver al experimentar de cerca lo vivido por mis amigos que le gusta correr y hacer maratones. En nuestro país se esta introduciendo una disciplina que en los países desarrollados tenían hace tiempo: el correr maratones. Empresas importantes de nuestra isla son patrocinadores de muchas de ellas. Algunos de estos maratones comienzan por la distancia moderada de cinco kilómetros, pero otros se extienden mucho mas allá. ¡Tengo amigas que han sabido correr hasta 48 kilómetros! ¡Cuanto aguante!, yo apenas con tres me sofoco. Se que al igual que ellas pudiera lograr correr grandes distancias, porque la agilidad de ellas no vino de la noche a la mañana. A todo maratonista le toma tiempo, preparación y esfuerzo. Ellos aprenden a correr bajo lluvia, con calor o con frio. En terrenos resbalosos, rocosos y empinados. Muchos, para tener mejor rendimiento hasta cambian su alimentación. Todos para lograrlo han tenido que invertir no solo dinero, sino también su tiempo. En fin, esto no es algo, de un día para otro. 

Honestamente hermanas, cuando yo veo lo que ellas hacen yo me digo, esto hay que gustarle mucho para hacer todo este esfuerzo y sacrificio. Pero ellas lo hacen con gusto, porque aman correr y disfrutan ganar. Cuando llegan a la meta, ellas dicen que el sabor de la victoria hace olvidar el mal sabor que conlleva la tarea.

Todo cristiano está en una carrera maratónica, ojo, no es una carrera de 100mts que en segundos se completa, no, el cristiano está en un maratón, una corrida larga y extendida por esta vida.

Lo que quiero revisar en lo adelante, es si cada una de nosotras estamos corriendo esta carrera como se nos ha llamado a correrla. Si estamos haciendo todo lo que debemos de hacer para poder correr y ganar.

Este es el llamado de Hebreos 12:1-3.

“Por lo tanto, ya que estamos rodeados por una enorme multitud de testigos de la vida de fe, quitémonos todo peso que nos impida correr, especialmente el pecado que tan fácilmente nos hace tropezar. Y corramos con perseverancia la carrera que Dios nos ha puesto por delante. Esto lo hacemos al fijar la mirada en Jesús, el campeón que inicia y perfecciona nuestra fe. Debido al gozo que le esperaba, Jesús soportó la cruz, sin importarle la vergüenza que esta representaba. Ahora está sentado en el lugar de honor, junto al trono de Dios. Piensen en toda la hostilidad que soportó por parte de pecadores, así no se cansarán ni se darán por vencidos.”

Al leer esta porción quisiera en los próximos artículos reflexionar contigo los dos puntos que aquí se resaltan: (1) El llamado que se nos hace a correr y (2) la instrucción que se nos da sobre cómo correr.

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Miembro de la Iglesia Bautista Internacional en Santo Domingo, República Dominicana, y forma parte del ministerio de mujeres EZER. Está casada con el pastor Héctor Salcedo con quien ha procreado dos hijos Elías y Daniel. Junto a él sirve en el ministerio de jóvenes adultos solteros MAQUI. Chárbela posee una maestría en Formación Espiritual y Discipulado del Moody Theological Seminary, de la ciudad de Chicago.