“echando toda su ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de ustedes”
(1Pedro 5: 7)
El no saber qué me depara el futuro, a la luz de, ya sea un diagnóstico médico o de la situación financiera que enfrento, o simplemente saber, que hay altas probabilidades de un futuro pedregoso por las decisiones errantes de un hijo adulto o de un esposo inconverso, son razones que llevarían a cualquier mujer piadosa a un estado de ansiedad.
La ansiedad, por si no has podido identificarla, es ese estado de agitación e inquietud mental. Es esa preocupación constante por algo o por alguien. Aun nosotras, las mujeres que hemos entregado nuestra vida al Señor, nos dejamos muchas veces atrapar por la ansiedad, y Dios lo sabe. Es por esa razón que vemos en Juan 14:1 a nuestro Señor Jesús diciéndonos: “No se turbe su corazón; crean en Dios, crean también en Mí”. Aunque Nuestro Señor está usando la palabra “turbe”, Él se está refiriendo a ese estado de preocupación que agita nuestra mente. Esa palabra en el original está relacionada con la acción de «dar vueltas», viene de una palabra que significa literalmente «remolino». La preocupación es la mente «dando vueltas» a la misma cosa, sobre todo aquello que me preocupa.
En la Biblia vemos ejemplos de hombres y mujeres de Dios turbados, preocupados, ansiosos. Nosotras, las mujeres, nos podemos identificar con Ana y su deseo de ser madre. Cómo ese anhelo no satisfecho estaba ocupando su mente y corazón (1 S.1), y el libro de Proverbios arroja sabiduría del camino que cura la ansiedad (Pr.12:25). Y aunque la Biblia no describe su sentir como el de una persona ansiosa, si nos ponemos en los zapatos de Moisés, desde el momento que tomó la decisión de negar a la familia del faraón que lo había rescatado de la muerte, para defender a su pueblo, los judíos, y las repercusiones que eso traería a su vida y lo que iba a requerir de él, sin duda, la ansiedad tocó su puerta.
Todos ellos supieron lidiar con su ansiedad y son un ejemplo de cómo nuestro sabio Dios, permitió esas circunstancias difíciles con dos propósitos: el primero de ellos era mostrarle a cada uno la existencia en sus corazones de ese sentimiento de ansiedad, y segundo, enseñarlos a cómo lidiar con esto.
Hoy no es diferente para nosotras. Dios, con su trato y usando las circunstancias, permite estas situaciones que nos llevan a la ansiedad, y al mismo tiempo, por medio de Su Palabra nos dirige a hacer lo correcto con ese sentimiento.
Por ejemplo, 1 Pedro 5:7, nos dice, que al sentir ansiedad, hay alguien a quien debemos pasársela, a Jesús; “echando toda su ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de ustedes.”
La Biblia no solamente nos dice dónde echar la ansiedad, sino que también nos dice qué hacer en esos momentos en que nos sintamos ansiosas. Mira lo que dice Filipenses 4:6-7: “Por nada estén afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer sus peticiones delante de Dios. 7 Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús.”
Pero cuando no lo hacemos, ¿acaso el caer en ansiedad y preocuparme significa que no soy creyente, que no estoy creyendo o que me ha faltado la fe?
Hace un tiempo atrás compartí la siguiente frase, que para muchos fue chocante. Es del autor George Muller. Él dijo lo siguiente:
“Donde comienza la fe, termina la ansiedad; donde comienza la ansiedad termina la fe”.
Algunas no estuvieron de acuerdo, y me preguntaron si estaba diciendo que el cristiano no podía estar ansioso. Mi respuesta fue que ¡Claro que sí!, el cristiano puede estar ansioso. Yo misma lo he estado, y múltiples veces. Si el cristiano no sufre de ansiedad, la Biblia no tuviera versículos que nos hablaran extensamente de esto (Mateo 6:25 – 34)
Ahora bien, ¿debería yo como cristiana estar en un estado permanente de ansiedad? ¡Claro que no!, porque mi estado permanente de ansiedad revela mi falta de fe, mi falta de confianza en el Dios Todopoderoso. Con mi ansiedad le estoy diciendo a Dios: “tú no puedes ayudarme”, “tú no estás en control”, “tú no me cuidas, no me amas”, y ninguna de esas frases se corresponden con la verdad.
Recordemos que la fe, no es pensar que lo que yo pida se me va a otorgar. La fe es pensar y creer que lo que Dios haga está bien y obrará para mi bien (Romanos 8:28). Así que la ansiedad se detiene cuando yo traigo verdad a mi mente y descanso en el Soberano Dios.
Cuando estés ansiosa y preocupada, mira cuál es el problema, como lo dijo el pastor J. Macarthur:
“Algunas personas asumen que la preocupación es el resultado de pensar demasiado. En realidad, es el resultado de pensar poco en la dirección correcta.” Si sabes quién es Dios y entiendes sus propósitos, promesas y planes, te ayudará a no preocuparte.
¿Te has puesto a pensar que cuando caemos en un estado constante de ansiedad y nos hundimos en la preocupación, actuamos como criaturas que no conocen la extensión del poder y el amor de Dios? Nos pasa como lo describe esta conversación de una flor silvestre con un gorrión.
La flor al ver el comportamiento afanoso y la actitud de preocupación constante de los humanos, le pregunta al gorrión si él sabe por qué los humanos actuaban así, a lo que el gorrión le respondió que el entiende que es porque los humanos no tenían un Dios como el que ellos tenían, un padre que se preocupaba por ellos. ¿Acaso una flor y un gorrión pueden percibir mejor el cuidado de su Creador que la misma criatura?
Las personas que nos rodean, ¿pueden vernos echando nuestras cargas sobre el Soberano Dios?, ¿Nos ven descansando en su sabiduría y poder, o nos ven constantemente, permanentemente, turbadas? Si es así, ellas pueden pensar como la flor y el gorrión dicen, que somos ansiosas porque no tenemos un Padre Celestial que cuida de nosotras. Que esa no sea nuestra historia, sino que con nuestro accionar de fe y sin ansiedad, Dios nos encuentre firmes en la fe, ancladas en sus promesas, siendo fieles y descansando en Él.