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Hagamos el bien por amor a Cristo 

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Constantemente en las Escrituras somos exhortados a hacer el bien. En Hebreos 13:16, vemos cómo esto es algo que agrada a nuestro Dios. En Lucas 6:27, se nos llama a hacer el bien aún a aquellos que nos aborrecen o se consideran nuestros enemigos. En 1 Tesalonicenses 5:15, podemos ver la importancia de hacerlo aún cuando no somos bendecidos con las mismas acciones por parte de otros sino que por el contrario nos han hecho el mal. En Salmos 37:3 y Salmos 37:27, se nos exhorta a hacerlo confiando en Dios y podemos ver que es mencionado dos veces por lo que podríamos concluir con que esto es algo importante para Dios. Pero en un tiempo en donde estamos acostumbrados a recibir una gratificación inmediata por casi todo lo que hacemos se nos puede hacer muy difícil perseverar en hacer el bien si no tenemos nuestra mente enfocada en la motivación correcta. 
 
A nadie le molesta recibir una palabra de ánimo después de algún acto de servicio o un simple “¡Gracias!” pero nuestro corazón puede hacer de todo lo bueno algo malo. Sin darnos cuenta podemos empezar a esperar ese agradecimiento como una señal de aprobación de los demás y sin querer tomar esto como un constante motivador de nuestras buenas obras, pero al hacerlo el enfoque de estas cambia de ser para la gloria de Dios a ser para la gloria mía. Al caer en esta trampa, hacer el bien se convierte en una carga, ya que nos afanaremos constantemente, tratando de llenar expectativas por aprobación y lo haremos en nuestras propias fuerzas y, cuando lleguemos al agotamiento, podremos reconocer que la gasolina de nuestro motor había sido errónea y nada está hecho para correr con un motivador para el que no se diseñó. 

Una y otra vez en la Palabra somos motivados a hacer el bien, pero me encanta que es la misma Palabra la que pone en evidencia cómo fácilmente podemos querer llegar a engañar a Dios y a los hombres al hacer cosas buenas para que los demás nos vean y vanagloriarnos. Solo unos versículos antes de Gálatas 6:9-10 vemos una advertencia de parte de Pablo acerca de esto cuando dice en el versículo 7: No se dejen engañar, de Dios nadie se burla; pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará.” Por lo que te invito a revisar si el estar cansada de hacer el bien está fundamentado en no haber obtenido ese aplauso de parte de los hombres en vez de estar motivada a hacerlo por y para nuestro Señor. 
 
Hoy te invito a meditar en este Gálatas 6:9-10: “No nos cansemos de hacer el bien, pues a su tiempo, si no nos cansamos, segaremos. Así que entonces, hagamos bien a todos según tengamos oportunidad, y especialmente a los de la familia de la fe.”  

Mientras lo haces reflexiona en 3 verdades que podemos ver en este texto: 
 
1. Para no cansarnos de hacerlo debemos confiar en que ciertamente segaremos lo que hemos cultivado porque la Biblia lo dice. Nada en esta vida pasa por desapercibido, puede que quien está siendo el receptor de tus buenas acciones no se dé cuenta de tu esfuerzo, pero Dios sí. Pide al Señor que examine la motivación de tu corazón y que la santifique. Cultiva un corazón que quiera hacer el bien en agradecimiento por todo lo que Dios ha hecho por ti. Pídele perdón a Dios si has estado haciendo el bien buscando aprobación de los demás y sigue adelante descansando en Su perdón. Pídele que te permita estar consciente en tu accionar que hacer el bien para Su gloria puede ser tu ofrenda constante ante Su altar. 

2. Haz el bien siempre que tengas la oportunidad. Resiste la tentación de vivir una vida individualista. Nuestra cultura nos ha hecho pensar que nuestra vida es un proyecto personal y no comunitario, pero cuando vemos como Dios ha diseñado la creación podemos ver que esta es una enorme mentira. El Señor ha hecho que todo funcione de forma tal que todo lo que existe depende de algo externo a sí mismo y eso es algo maravilloso. Esto es verdad especialmente en la Iglesia. Su Pueblo está diseñado para funcionar como un cuerpo y deberíamos estar constantemente atentos a las necesidades de aquellas personas que nos rodean. No solo estaremos ejercitando el dejar de vivir vidas centradas en el yo, sino que podremos mostrarle a los demás el amor de Cristo, nuestro más grande ejemplo de servicio. Deberíamos amar tanto a Dios que amar a los demás a través de nuestras acciones sea algo natural. 

3. Haz el bien especialmente a los de la familia de la fe. Si creemos realmente que nuestros días no están a merced del azar, sino que más bien hay un Dios soberano que orquesta todo entonces debemos también creer que Él mismo es quién permite que seas tú quien veas la necesidad del hermano que está a tu lado. La iglesia local está diseñada para que como un mismo cuerpo podamos cuidarnos los unos a los otros, pero esto no es algo teórico, sino que debería ser algo que vemos en lo práctico constantemente. Cuando pienso en esta verdad me es imposible no pensar en las palabras de Jesús al hablar de que deberíamos amarnos los unos a los otros y de cómo esto mostraba quienes verdaderamente eran suyos en Juan 13:34-35: En esto conocerán todos que son Mis discípulos, si se tienen amor los unos a los otros».” Así que ve y ama a tu hermano. No solo cuando tengas la oportunidad, sino que pídele a Dios para que constantemente puedas estar buscando nuevas formas de servir a tu hermano por amor a Él y confía en que cada uno de tus esfuerzos vale la pena porque Él es digno de esto y más. 
 
Esta es mi oración al meditar en estas verdades y te invito a que ores está conmigo: 
 
Oh Señor, bueno eres Tú. No tengo un mejor modelo de servicio que Tú, mi Salvador Cristo Jesús. Nadie jamás amó a personas que pudieran merecer menos Su amor que Tú y aun así diste absolutamente todo por nosotros. Si tenemos un ejemplo de alguien que puso Su vida en pausa para servir a otro eres Tú. Tú mi Dios dejaste el cielo por venir a salvar a pecadores que no te recibieron, que te rechazaron, que te maltrataron y terminaron crucificándote en esa horrible cruz. Padre ayúdame a mirar esa cruz para dejar de enfocar mi mirada en las promesas que el mundo constantemente quiere envolverme y ayúdame a darme por otros. Gracias por cada oportunidad de servirle a mi familia, a mis amigos, a mis enemigos, a mi iglesia, a mis hermanos. Gracias Señor. Recibe cada una de mis gotas de sudor Padre como una ofrenda agradable y ayúdame. Ayúdame Señor a servirte a Ti amando a las personas que has puesto en mi vida y trae gozo a mi corazón al hacerlo. No permitas que me canse de hacer el bien y muéveme a hacerlo SOLO POR Y PARA TI. Amén.