En nuestros días es muy frecuente escuchar que vivimos en medio de una sociedad cada vez más deteriorada moralmente. Esto viene como resultado directo de la insistencia del ser humano de vivir a su manera y no a la manera de Dios. Obviamente esto se traduce en un incremento en la descomposición moral de manera individual, y consecuentemente a nivel familiar.
La familia es la unidad mas pequeña de la sociedad, el núcleo de la sociedad. Si las familias se están fragmentando, y cada vez mas se alejan del diseño original, obviamente la sociedad como un todo se verá afectada.
En este mundo complejo, poblado por criaturas imperfectas, la Biblia nos asegura que tendremos aflicciones (Juan 16:33a). Evidentemente la descomposición familiar es una de estas aflicciones, con un impacto negativo mucho mas allá de lo que podemos percibir en primera instancia.
Uno de estos impactos negativos es la alta tasa de divorcios, y una cada vez mayor cantidad de niños siendo criados en familias monoparentales. Si bien estas familias monoparentales no son menos importantes que las formadas por una pareja, evidentemente el reto es mayor porque toda la carga cae solamente sobre el padre o la madre que este criando solo a los hijos.
Estas situaciones adversas no deberían tomarnos por sorpresa cuando se nos presenten, porque como la Biblia nos advierte, son parte de vivir en este mundo. Y ante esta realidad es que el fortalecer nuestro espíritu y nuestra fe, entonces debería ser nuestro foco de atención., en donde concentremos todas nuestras fuerzas.
Dios no quiere para Sus hijos un espíritu temeroso o de derrota, sino mas bien un espíritu valiente. Que Sus hijos seamos proactivos y confiados porque El esta de nuestro lado. Porque “muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas los libra el Señor” (Salmos 34:19).
Para desarrollar un carácter firme y una fe robusta es importante saber que nuestra mayor lucha se da en nuestras mentes. Por eso continuamente tenemos que alimentar nuestros pensamientos con Su verdad y con una voluntad sometida a Él. Aquellos que hemos sido bendecidos con familias, matrimonios e hijos creciendo, necesitamos aferrarnos a aquellas disciplinas espirituales que nos ayuden a echar fuera todo temor y persistir en la carrera. Dios es nuestro ayudador, en El siempre encontramos respuestas, esperanza y aliento.
Solo al desarrollar estas buenas practicas, mientras nos mantenemos firmes en obediencia y fieles a Dios, aun cuando implique morir a nuestros propios deseos, es que podremos ver como hasta las aflicciones cooperaran para nuestro bien (Romanos 8:28). Porque cuando tenemos una robusta condición espiritual podemos percibir fortalezas, bondades y bendiciones que Dios tiene dispuesta para aquellos de Sus hijos que alinean sus pensamientos a la manera de Él.
Compartimos esta reflexión con la intensión de que todos los que estemos casados recordemos a donde esta la fuente inagotable de todas las claves para tener un solido matrimonio. Una reflexión que, con la intervención del Espíritu Santo, nuestro ayudador, y nuestro deseo de traer gloria a Dios, nos pueda servir para estar mejor preparados para cuando en nuestros matrimonios nos toque enfrentar crisis y todo tipo de pruebas. Perseverando en Su amor, en la paciencia y la oración. Y que en estos días malos podamos incluso llegar al mismo entendimiento que tuvo Pablo, cuando en días de gran angustia pudo exclamar “Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación, al no poner nuestra vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4:17)
Nuestro Dios no es malo, y sin importar la prueba que estemos atravesando, en particular en nuestras vidas matrimoniales, Él siempre está obrando un propósito que va mas allá de nuestra capacidad limitada de apreciación inmediata de Sus bendiciones.
El resultado de una mente bien adoctrinada en Su verdad, una voluntad sometida a El y no a complacer los deseos de nuestra carne, se traducirá en corazones que estarán hasta agradecidos por las pruebas que les toque afrontar. Ya sea estas pruebas a nivel individual o como matrimonio.
Puedo de hecho testificar que, habiendo vivido pruebas matrimoniales de gran decepción y dolor, Dios ha obrado como promete en Su palabra (2 Crónicas 7:14, Jeremías 29:11, Hebreos 10:23, 2 Tesalonicenses 3:3). Ni mi esposo ni yo hemos hecho nada extraordinario. Dios en Su gracia nos ha sostenido y prosperado en la misma medida en que nos arrepentimos, pedimos perdón y nos mantenemos fieles a Él, obedeciendo Sus mandatos con diligencia e integridad (1 Juan 3:21-22).
Hoy incluso, aunque obviamente no oramos porque nos sobrevengan nuevas pruebas, sí estamos muy agradecidos por cómo Dios ha obrado en nosotros a través de las adversidades que nos han tocado vivir. Porque al refugiarnos en El, y obedecer Su consejo, hoy en día somos un matrimonio mucho mas robusto y que despliega mejor Su diseño original. (Romanos 5:20-21).
Ver Sus promesas hacerse real en nuestras vidas es una de las experiencias mas sobrecogedoras que pudiera cualquier de Sus hijos vivir. Esto solo produce un cada vez mayor sentido de gratitud hacia nuestro buen Señor.
En nuestro caso, no cesamos de agradecer a Dios al ver como hemos sido bienaventurados al perseverar bajo la prueba. Además de tener un mejor entendimiento, sobre una mas profunda apreciación de la vida eterna en el cielo a donde recibiremos coronas de vida. (Santiago 1:12)
Termino esta reflexión con esta ultima idea y es que, cada hecho que ocurre en la vida de aquellos que hemos confesado a Jesucristo como Salvador, podemos tener la plena certeza de que es Dios quien la orquesta. Nada nos ocurre al azar.
Por tanto, practiquemos lo que 1 de Tesalonicenses 5:18 y 23 nos exhorta “Dad agracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. … Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, y espíritu, y alma y cuerpo sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”