“Y Dios proveerá con generosidad todo lo que necesiten. Entonces siempre tendrán todo lo necesario y habrá bastante de sobra para compartir con otros. Como dicen las Escrituras: «Comparten con libertad y dan con generosidad a los pobres. Sus buenas acciones serán recordadas para siempre». Pues es Dios quien provee la semilla al agricultor y luego el pan para comer. De la misma manera, él proveerá y aumentará los recursos de ustedes y luego producirá una gran cosecha de generosidad en ustedes. Efectivamente, serán enriquecidos en todo sentido para que siempre puedan ser generosos; y cuando llevemos sus ofrendas a los que las necesitan, ellos darán gracias a Dios.
(2 Corintios 9:8-11 NTV)
Charles Stanley dijo que “nadie supera a Dios en generosidad”. Es evidente que el pastor está bastante persuadido y consciente de los atributos de ese Dios generoso, fuerte y divino (Elohim. Génesis 1:1), Todopoderoso Dios (El Shaddai. Génesis 17:1), Dios eterno (El Olam. Isaías 40:28), Dios Fuerte que ve (El Roi. Génesis 16:13), El Altísimo, El más Fuerte (El Elyon. Isaías 13:20), El Señor, el Maestro, Siervo (Adonai. Éxodo 4:10,13), El gran Yo Soy, Dios Eterno (Yahvé. Éxodo 3:13,14).
Ciertamente Dios recompensa nuestras ofrendas y es poderoso para hacer que la semilla germine, abunde y sobreabunde, produciendo mucha, mucha cosecha. Él es quien bendice nuestras ofrendas y a Él sea toda nuestra gratitud por siempre. En Su Palabra, Él nos muestra que no importa lo pequeña que sea nuestra ofrenda si la damos con un corazón humilde y consagrado. De ahí que nos enfatiza en Mateo 10:42 “Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.”
He experimentado con gozo que nuestras ofrendas son recompensadas por Dios con gracia y de manera generosa en diferentes formas, tanto en el ámbito espiritual como material. En lo espiritual, Dios nos recompensa y bendice llenándonos de contentamiento, gozo, paz y pasión, enfocándonos en invertirnos en las riquezas celestiales, liberándonos del materialismo, celos, codicia, envidia y avaricia. En lo material, nos bendice multiplicando las añadiduras que nos permiten satisfacer nuestras necesidades; deseos y hasta placeres, así como los de otros. Él es poderoso y posee toda potestad para sobreabundarnos en riquezas espirituales y materiales.
Habiendo recibido de nuestro generoso Dios, nuestra respuesta natural debe ser derramar ante Él nuestra gratitud por su provisión y extender a otros de las bendiciones espirituales y materialesrecibidas, tal y como nos invita el pasaje. Reconozco que si he logrado sembrar y cosechar material y espiritualmente es por pura gracia de mi Padre. Si he comido y he sido saciada, es por Él. Es mi oración que Dios nos conceda seguir sus pisadas, pues nuestros débiles corazones poseen una inclinación natural en tornar lo recibido en una actitud de avaricia e idolatría (Colosenses 3:5). Enfocar las bendiciones en nosotros mismos nos convierte en mares muertos y, por ello, podemos perder el placer de cualquier bendición recibida.
J. B. Phillips no pudo haber explicado mejor el pasaje que sirve de base a este artículo (2 Corintios 9:8-11):
«Aquel que da la semilla al que siembra, y transforma esa semilla en pan para comer, te dará la semilla generosamente para sembrar y, para cosechar, el pan satisfactorio de las obras buenas que se hicieron. Mientras más eres enriquecido por Dios, tendrás más oportunidad para dar generosamente, y tus donativos, administrados por medio de nosotros, significarán que muchos le darán gracias a Dios».
Ruego a Dios nos dé la convicción de vivir repletas de gratitud y confiando en su abundante provisión, tanto en riquezas celestiales como materiales. Acerquémonos a Él con corazones humildes, no con la recompensa en mente, sino con almas dispuestas a agradarle y glorificar Su santo nombre.