La bendición de confiar en la voluntad de Dios para nuestras vidas y encontrar propósito y plenitud en el lugar que El decida plantarnos, está ligada tanto al reconocimiento de Su perfecto amor, providencia y soberanía como a nuestra obediencia y fidelidad a Sus preceptos.
La palabra de Dios nos ofrece ejemplos de personas que, independientemente de las circunstancias, permanecieron firmes en su fe, confiando en la soberanía y perfecto amor de Dios, quien tiene planes de bien y no de mal para nuestras vidas (Jeremías 29:11), dispone todas las cosas para el bien de los que le aman (Romanos 8:28) y actúa a nuestro favor cuando depositamos en El nuestra confianza (Salmos 37:5).
Así vemos que José floreció donde Dios lo plantó (Génesis capítulo 37 al 50). A pesar de haber sido vendido como esclavo por sus propios hermanos, mantuvo su fe y fidelidad en Dios, lo que posteriormente le permitió ser instrumento de bendición para su familia y para muchas personas más durante una hambruna.
A veces pensamos que solo podemos florecer si las circunstancias son como nosotras entendemos que deben ser. Sin embargo, la historia de José no deja de maravillarme, confrontarme y retarme al mismo tiempo. Me dice que, en medio de la adversidad, debo confiar aún más en Dios; que las circunstancias podrán ser adversas, pero la fidelidad de Dios nunca cambia; que extender perdón a quienes me han ofendido me libera y transforma tanto a mi como a quien perdono, pues es un acto poderoso que trae paz y armonía, pero sobre todo me prepara para florecer reflejando la gloria de mi Creador.
Otro ejemplo interesante que nos muestra la Biblia es el caso de Daniel (Libro de Daniel), quien floreció donde Dios lo plantó. Daniel, conocido por una vida de oración, dependencia y comunión con Dios, enfrentó serios desafíos espirituales y emocionales, siendo llevado cautivo a Babilonia cuando era apenas un joven. Daniel fue arrojado a un foso de leones como castigo por su fe en Dios, enfrentó intrigas y envidia mientras servía en la corte. No obstante, Daniel se destacó por la firmeza de su fe, su confianza en Dios y su integridad en medio de las circunstancias difíciles.
Como resultado de su fidelidad a Dios, la protección sobrenatural de Dios se manifestó en Daniel y fue evidente para todos los que le rodearon. Daniel fue dotado de la providencia de Dios así como de sabiduría, discernimiento y entendimiento. La firmeza de la fe de Daniel me habla del poder y la fidelidad de Dios para quienes en circunstancias difíciles se aferran a El; me dice que mantenerme fiel a Dios y sus principios aún cuando enfrente presiones vale toda la pena, pues con ello agrado a mi Señor y gano el respeto de los que me rodean; me dice que una vida de oración me permite experimentar su infinita bondad, me transforma, fortalece y me conecta de una manera más cercana con mi Señor.
Finalmente, me refiero al caso de Esther, quien floreció donde Dios la plantó (Libro de Esther). Esther quedó huérfana siendo muy joven. Su vida se desarrolló en un ambiente de discriminación y hostilidad, lo que representaba un peligro constante para su pueblo y para ella. Enfrentó la amenaza de Hamán de exterminar a los judíos en el impero persa. Tuvo que presentarse ante el rey, arriesgando su vida. Sin embargo, varios factores permitieron a Esther florecer, comenzando por su confianza en Dios, pidiendo al pueblo que ayunara y orara por ella y de esta manera reconociendo su dependencia de Dios; con su actitud de obediencia y humildad honraba a su tío Mardoqueo, quien la crió, mostrándole que a pesar de haberse convertido en Reina, buscaba su consejo y guía.
Esther venció sus temores, pues cuando Mardoqueo la instó a interceder ante el Rey, en principio vaciló considerando el peligro personal que pudiera enfrentar. Sin embargo aceptó el desafío mostrando su sometimiento a la voluntad de Dios dejando de lado sus propios temores.
Las vidas de José, Daniel y Esther, a pesar de tratarse de circunstancias diferentes, apuntan a elementos comunes que podemos resaltar: La fe, confianza, fidelidad sumisión y dependencia de Dios, trae bendición a nuestras vidas. Ser instrumentos de su gracia nos bendice sobreabundantemente.
Queridas hermanas, la bendición de florecer donde Dios nos ha plantado está disponible para para ti y para mi, independientemente de nuestras circunstancias. Al confiar en Dios y obedecer su voluntad, independientemente del lugar donde nos haya plantado, podemos encontrar propósito y plenitud y ser instrumentos de su amor y gracia en este mundo.