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Fe en la tormenta

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Este domingo, el pastor Héctor Salcedo predicó el sermón Fe en la tormenta basado en Marcos 4:35-41.

Cada año, desde el 1ro de junio hasta el 30 de noviembre, el atlántico tiene una temporada ciclónica. Cada año se predicen alrededor de 12 a 15 tormentas, algunas de las cuales pueden convertirse en huracanes. Este año se esperan 13 tormentas con nombre y, aunque es algo “normal”, no es del agrado de nadie, y hay que estar preparados.

Podemos hacer una analogía de esta realidad con las tormentas de la vida. De hecho, hay temporadas que son más “activas” que otras y hemos de estar preparados. Hay una historia en particular que nos puede servir de instrucción para entender mejor las tormentas de la vida y cómo responder a ellas: Marcos 4:35-41.

Las tormentas de la vida en algún momento llegarán—no sabemos cuándo, pero llegarán.

Es impresionante el paralelo que tiene este incidente con la forma en que las situaciones “tormentosas” de la vida llegan. En el versículo 35, se nos dice que “caída ya la tarde, [Jesús] dijo: Pasemos al otro lado”. Había sido un día intenso; en Marcos 4:1, vemos que Jesús había estado enseñando junto al mar, y fue una multitud tan grande que tuvo que subirse a una barca. En el mismo capítulo 4 se presentan tres parábolas expuestas por Jesús ese día: una “del sembrador”, otra del “crecimiento de la semilla” y otra de la “semilla de mostaza”. Además de eso, muy posiblemente Jesús estuvo atendiendo a la gente que llegaba con distintas necesidades. Por eso, en el versículo 35, Jesús termina su tiempo de compartir y sin hacer otra cosa, sin cambiarse, sin haber comido primero, sin haber hecho ningún otro arreglo para partir en la barca(Marcos 4:36).

Después de este tiempo, Jesús estaba cansado, pero basta decir que, si hay un momento en que la humanidad de Cristo fue clara, fue este momento. En el versículo 37 se nos dice que, “Pero se levantó una violenta tempestad, y las olas se lanzaban sobre la barca de tal manera que ya se anegaba la barca.” 

Tres cosas sorprenden:

  1. Lo inesperado de la tormenta
  2. Lo violento de la tormenta
  3. ¡Que ocurre con Jesús presente!

Es una falacia pensar que Dios con nosotros es garantía de una vida exenta de tormentas. Lo increíble de este incidente es que no sólo ocurre con Jesús “en la barca” sino que fue “orquestado” por El mismo cuando les dice “pasemos al otro lado”. ¿O alguno duda que este Jesús que al final de esta historia pudo controlar los elementos de la naturaleza, también conocía lo que pasaría desde el antes de entrar en la barca lo que ocurriría? Esto pudo sorprender a los discípulos, pero NO a Jesús.

Aunque nos impacten lo inesperado de las tormentas en la vida e incluso su intensidad y violencia, el que ocurran no debe sorprendernos en lo absoluto. Porqué, ¿qué podemos esperar de este mundo caído? Los discípulos mismos no podían sorprenderse porque era “normal” que este tipo de tormentas ocurrieran en el Mar de Galilea (1 Pedro 4:12). Martyn Loyd Jones dijo en su libro “Depresión Espiritual”, “Si tenemos un concepto mágico de la vida cristiana, con toda seguridad nos veremos en problemas, pues cuando lleguen las dificultades nos sentiremos llevados a preguntar, ¿por qué permite Dios que pase esto?”

En las tormentas, tememos por nosotros y dudamos de Dios.

Llega el momento en que ellos entienden que la situación es de preocupación… entonces despertaron a Jesús (Marcos 4:38; Mateo 8:24-25; Lucas 8:24). Algunos pueden poner en dudas en relato por el hecho de que Jesús estaba dormido. ¿Cómo es que Jesús pudo mantener el sueño en tales circunstancias? Pero tres evangelios de cuatro—Mateo, Marcos y Lucas—hacen referencia a la misma escena e indican que Jesús dormía mientras esto se producía. La explicación más lógica es que Jesús estaba exhausto fruto de un día de actividad extrema de enseñanza y ministración.

¡Pero lo despertaron! En su llamado, vemos su desesperación y su temor—vemos su duda. Marcos y Lucas dicen “Maestro” y en Mateo “Señor”, sálvanos, que perecemos. Más dramático es lo que dice Marcos después: “no te importa que perezcamos?” En Mateo 8:26, vemos que cuando Jesús despierta, lo primero que les dice es “¿Por qué estáis amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?” (Marcos 4:40)

No quiero relajar este momento, pero me imagino el ciclón y el movimiento de la barca, la lluvia intensa, barca llenándose de agua y entonces Jesús pregunta “¿por qué tienen miedo?” La razón del miedo de los discípulos puede tener dos explicaciones—y por igual, es la explicación de nuestros temores en las tormentas de la vida. Por un lado, quizás dudaban del poder de Jesús para hacer algo con relación a la tormenta (Juan 11:21). O, quizás dudaban del amor de Jesús por ellos, es decir, del interés de Jesús de protegerles. La pregunta que ellos le hacen al despertar a Jesús, según Marcos 4:38 es “Maestro, ¿no te importa que perezcamos?” Su duda era claramente el interés de Jesús por ellos, su amor hacia ellos (1 Juan 4:18).

Esta es la más frecuente de las dudas del cristiano en medio de sus dificultades. Nos cuesta aceptar que nuestras tormentas son las mejores maneras. Combinado con esta duda sobre el amor, va de la mano la duda sobre la sabiduría de Dios. Nuestra actitud de resistencia hacia los propósitos de Dios es no sólo un cuestionamiento a su amor sino un desacuerdo con su sabio accionar. En nuestra pequeñez, deberíamos caer postrados ante aquel que todo lo sabe, que todo lo puede y que ¡nos ha amado hasta el fin!

Según Jesús, la fe es lo que nos mantiene a “flote” en las tormentas de la vida.

Jesús se levanta y muestra Su total control de la situación (Marcos 4:39; Mateo 8:26; Lucas 8:25). No toma control de la situación porque en realidad en ningún momento estuvo fuera de Su control. Al levantarse, reprendió al viento y al mar por su agitación (Marcos 4:39), y reprendió a los discípulos por su “falta de fe” (Marcos 4:40).

La primera reprensión, a los elementos de la naturaleza es impresionante. Hasta ese momento, los discípulos habían sido testigos de múltiples milagros de Jesús. Pero, ¿Este milagro y extraordinario despliegue de poder? ¡Habla a los vientos, habla al mar y estos se aquietan! Marcos 4:41 dice que al ver esto, “se llenaron de gran temor, y se decían unos a otros: ¿Quién, pues, es éste que aun el viento y el mar le obedecen?” Es una pregunta retórica porque es evidente que sólo Dios tiene bajo Su autoridad los elementos de la naturaleza. ¡Sólo Dios!

La segunda reprensión, más que impresionante es lamentable. El hecho de que Jesús les haya cuestionado indica que había una actuación que Él esperaba de ellos que no se manifestó. Lucas 8:25 recoge la reprensión como “¿dónde esta vuestra fe?”

La vida cristiana inicia cuando nacemos de nuevo gracias a la misericordia de Dios que nos regala el “don de la fe” (2 Corintios 5:7). Así nos arrepentimos y venimos a Cristo, pero luego de ese inicio en la vida cristiana, tenemos que recorrerla “por fe”. Como ya dijimos, la vida en este mundo caído es tormentosa; eso no nos debe sorprender. Ante dichas situaciones, tendemos a temer y a dudar de nuestro Dios, Su poder, amor o sabiduría. En cualquier caso, la duda sobre nuestro Dios nos lleva al temor, al pánico y a la falta de gozo en nuestras vidas. Es aquí donde debemos poner nuestra fe a funcionar.

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Economista de profesión y pastor de corazón. Posee una maestría en Estudios Bíblicos en el tradicional Moody Bible Institute de Chicago. Como economista, cursó estudios de Maestría en Macroeconomía Aplicada en Chile a mediados de los 90’s para ejercer dicha profesión durante casi 15 años en el medio económico-empresarial. Ha laborado desde los inicios de la IBI, pasando por diversas asignaciones conforme el crecimiento lo requirió. Desde 2004 es uno de los pastores de la IBI, y desde 2009 lo ha sido a tiempo completo. Entre sus funciones se encuentran el manejo administrativo y financiero de la IBI e Integridad & Sabiduría. Asimismo, está a cargo del Ministerio de jóvenes adultos de la IBI (M-Aquí). Cuando las circunstancias lo requieren, es uno de los pastores que predica en la IBI. De hecho, la enseñanza de la Palabra de Dios es su mayor pasión, sobre todo su aplicación práctica a la vida. Está casado con Chárbela El Hage y juntos tienen dos hijos: Elías y Daniel.