“Más engañoso que todo, es el corazón, y sin remedio; ¿quién lo comprenderá?”
Jeremías 17:9
Hay pecados que son muy comunes en el pueblo de Dios, y por causa de un corazón engañoso, son justificados y hasta respetados.
Jerry Bridges, de manera magistral escribió un libro titulado, “Pecados Respetables” donde incluye entre estos, la ansiedad, la frustración, la falta de gratitud, la ira, el orgullo, el descontentamiento, y el egoísmo entre otros. Menciono el egoísmo de último porque es precisamente sobre lo que quiero hablar hoy.
Dios es tan sabio que Él nos enseña aun en medio de una cuarentena y mejor aun por medio de esta. Durante este tiempo he escuchado a personas clasificar a otras como personas exigentes y es a esas personas a las que les quiero hablar. ¿Como se definiría a una persona como exigente? Son personas que necesitan mucha atención, no están satisfechas ni se agradan fácilmente, todo tiene que ser hecho o dicho como y cuando ellas quieren, son quisquillosas, y exigen mucho tiempo de las personas a su alrededor. Anhelan la atención de los demás y se sienten con el derecho a exigir a otros para llenar sus deseos. Estas personas se colocan a si mismas primero, porque están preocupándose por sus propias necesidades y deseos y después de llenarlos entonces piensan en las demás. Tienen dificultad para ver desde la perspectiva de otros y tampoco se preocupan por ellos hasta que sus deseos estén cumplidos. Cuando tienen problemas, siempre los exageran y los ven como peores a lo que otros tienen y entonces justifican sus demandas.
Hay diferentes maneras como los justificamos. Un ejemplo, puede ser bajo la “sumisión”, esposos con sus esposas, padres y madres con sus hijos, jefes con sus empleados sin embargo puede ser visto como el “servicio cristiano” o sea cristianos en una iglesia exigiendo a sus lideres. Como cristianas debemos aprender a llamar a las cosas por su nombre. La realidad es que esto se llama egocentrismo y es pecado. Como cristianas nuestro deber es “considere al otro como más importante que a mi mismo” (Filipenses 2:3) y Pablo nos mandó a no buscar nuestro propio bien sino el de nuestro prójimo (1 Corintios 10:24). No he visto ningún versículo que justifique esta practica, por el contrario, hay muchos que la condenan siendo Romanos 15:1 uno de ellos. Esto es como el incrédulo piensa, sin embargo, Romanos 12:2 nos exige “no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto.” Cuando exigimos lo que no estamos dando, no estamos amando a nuestro prójimo como a nosotras mismas (Marcos 12:31) sino estamos amándonos por encima de todo y como es Dios mismo que nos mandó amar a otros así, entonces nos estamos colocando por encima de nuestro amor por Dios.
Y como nuestros corazones son engañosos, ¿cómo podemos darnos cuenta si somos así? Primero, escuchemos las quejas de nuestra pareja, de nuestros hijos, hermanos y colegas. En vez de justificarnos pregúntate a ti misma ¿hay algo de verdad en lo que dicen? Segundo, llevarlo al Señor, oremos, preguntándole a Él con un corazón abierto para escuchar Su respuesta. Tercero, pregunta lo que piensan tu familia, las personas con quien trabajas o tus amigas y acepta lo que dicen sin justificarte, y de nuevo ir donde El Señor para escuchar Su respuesta.
El propósito de Dios es hacernos a la imagen de Su Hijo (Romanos 8:29). Ninguna de nosotras podemos quedarnos igual, ¡sino que cada año debemos parecernos mas a Él! Su amor es tan diferente al nuestro, que Él “se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” (Filipenses 2:7-8) Dios no esta pidiéndonos algo tan grande como morir en una cruz por nuestros enemigos sino tratar a nuestro prójimo como mejor que a nosotras mismas. ¿Estamos listas?