Cuando nos pidieron elegir el tema sobre el que deseábamos escribir para este ciclo de estudios, no dudé dos veces al ver el tema de encontrar contentamiento en la soltería ya que como mujer soltera he transitado un largo camino que ha estado lleno de mucha incertidumbre, ansiedad, tristeza, dolor y muchas otras emociones que en su momento hicieron su arribo a mi vida dado que tenía un enfoque distorsionado de lo que ser una mujer soltera significaba.
Sé por experiencia propia, lo que es ver una y otra vez ese anhelo de casarse desvanecerse cuando al parecer estabas tan cerca de lograr alcanzarlo. Estuve próxima a casarme en dos oportunidades. Relaciones que habían sido construidas en base a todos esos requisitos que ideamos de lo que buscamos en el hombre, sueños construidos en torno a lo que mi propio entendimiento dictaminaba que necesitaba para mi vida. Pero cada vez de manera providencial el Señor me amó tanto que no permitió que estas relaciones terminaran en un matrimonio. Y hoy luego de varios años de caminar con el Señor puedo decir que Su amor por mí fue tan profundo que me libró de cosechar el fruto de decisiones tomadas por motivaciones incorrectas.
De esas experiencias surgió la primera lección que aprendí sobre cómo se encuentra contentamiento en medio de tu soltería. Esta lección es que para tener contentamiento debes aprender lo que dice Salmos 37:4, “Deléitate así mismo en el Señor, Y él te concederá las peticiones de tu corazón”. Este versículo es uno que todas las personas que me aconsejaban traían a mí. En ese momento de dolor yo lo recibía, pero esas palabras no lograban traer tranquilidad a mi corazón que batallaba con la idea de que no había esperanza porque perdí aquello que tanto quería. Al estar pensando mucho sobre estas palabras en un tiempo de oración presenté mi corazón quebrantado ante el Señor y con sencillas y sinceras palabras le dije: “Padre ese versículo que todos me dan suena muy hermoso, pero yo no sé cómo se hace eso. ¿Cómo se logra encontrar deleite en ti en medio de tanto dolor? Señor enséñame por favor”. Continué haciendo esta oración continuamente por mucho tiempo. Adicionalmente empecé a buscar la forma de descifrar la forma de alcanzar el tan anhelado deleite de mi alma. Algunas de las tareas prácticas que hice fueron las siguientes: empezar a buscar conocer más al Señor. Escudriñar Su Palabra en busca de conocer más a aquel en quien debía deleitarme. Esto es sumamente importante porque para amar a alguien necesitas conocerlo. En segundo lugar, orar en todo tiempo. Su palabra dice en Jeremías 33:3, “Clama a mí y yo te responderé, y te mostraré cosas grandes y ocultas que tu no conoces”. Debemos pedir Su ayuda como si nuestra vida dependiera de hacer esta única cosa. Y realmente así es, la decisión de casarnos es la segunda más importante de nuestra vida (luego de aceptar a Cristo como tu salvador) y aquella que marcará el resto de nuestra vida por lo cual no es poca cosa lo que está en juego. Y en tercer lugar debes rodearte de mujeres maduras que oren por ti, que te sostengan cuando ya no das más y que modelen a Cristo para ti.
Luego de un tiempo de estar haciendo todas estas cosas, aunque había crecido mucho y aprendido mucho del Señor y aunque el dolor era menos intenso, aún luchaba con la sensación de estar incompleta, con la necesidad de tener una persona con quien disfrutar las cosas de la vida. Y fue en ese punto donde aprendí la segunda lección: Necesitas contentamiento. El pasaje de Filipenses 4:11-13 se hizo parte fundamental de mi vida. El apóstol dice: “No lo digo porque tenta escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia: en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Al leer este pasaje comprendí que lo que necesitaba más que nada era contentamiento. En esos momentos sentía que mi vida estaba en pausa esperando ser completada por el príncipe azul a quien había esperado toda mi vida. Pero entendí que mi príncipe azul ya estaba en mi vida hace mucho tiempo. Cristo mismo era lo que mi alma anhelaba y a Él ya lo había encontrado. Necesitaba entender que mi vida ya estaba completa en Cristo. Y necesitaba encontrar contentamiento en que lo que más anhelaba ya era una realidad en mi vida porque Él es realmente el anhelo de mi alma. Así que empecé a orar por contentamiento, empecé a elevar ese clamor al Señor mañana tarde y noche. Mi oración fue esta: “Señor yo necesito por favor sentirme completa en ti. Señor yo te encontré a ti y eso debe ser suficiente para mi alma. Y es mi anhelo que tu seas mi mayor sueño. No quiero seguir sintiéndome sola o incompleta. Quiero estar contenta en que, teniéndote a ti, lo tengo todo. Por un año entero en todo tiempo esa fue mi oración. Y puedo decirte que el Señor me lo concedió. Él me mostró que lo mi alma realmente necesitaba era a Él. Él cambió todos los sueños que tenía por amor por Su voluntad. Me enseñó a usar este precioso tiempo de soltería para servir a Su pueblo y para enfocarme en crecer en mi relación con Él”.
Ya han pasado varios años de todo esto, hoy sigo siendo una mujer soltera, se han presentado pruebas y breves momentos de lucha, pero te puedo asegurar que cuando caminas enamorada del Señor, lo único que importa es Su voluntad sin importar si esto trae consigo ser soltera por el resto de la vida o estar casada, porque lo importante es Su Gloria y cumplir con Su llamado.
Oro para que en nuestras vidas se vuelva una oración puesta en práctica lo que dice el Salmo 73:25, “¿A quién tengo yo en los cielos, sino a ti? Y fuera de ti, nada deseo en la tierra”. Que el Señor sea nuestro más grande anhelo y que podamos entender que la soltería es un regalo tan hermoso como lo es el matrimonio.