Inicio Artículos El verdadero significado de la Navidad

El verdadero significado de la Navidad

1563
0

Luces, olores y colores, villancicos y coronas, flores de pascua por doquier, despiertan nuestros sentidos, nos envuelven, nos emocionan y todos nos recuerdan que llegó la Navidad, una de las épocas más hermosas del año. Entre cenas y decoraciones, comprar regalos y celebraciones, nuestra lista de cosas por hacer en Navidad parece no tener fin. En el mes de diciembre, nuestros hogares se convierten en un torbellino de actividades y compromisos, y es que, así como es de hermosa y especial la Navidad, así mismo se ha convertido en una de las épocas más estresantes del año. Cuando nos dejamos arropar por los afanes de este mundo y el estrés que se genera en este tiempo, llegamos a noche buena drenadas y cansadas, y perdemos lo más importante de vista: el verdadero significado de la Navidad y la razón de ser de nuestra celebración.

La palabra navidad viene del latín “nativitas” que significa nacimiento y es que en Navidad recordamos y celebramos el nacimiento de nuestro Salvador, la encarnación del Dios del Universo, el Verbo hecho carne. El mensaje de la Navidad es el regalo de Dios al mundo, el más grande amor manifestado en Jesús. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16 LBLA)

En Navidad celebramos que Dios le regaló al mundo un Salvador, que nos salva de nuestros pecados y nos salva para sí mismo.

“Y dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre JESÚS,
porque Él salvará a su pueblo de sus pecados.”
Mateo 1:21 (LBLA)

En Navidad celebramos que Dios vino a habitar en nosotros y con nosotros.

“He aquí, la virgen concebirá y dará a luz un hijo,
Y le pondrán por nombre Emmanuel,
que traducido significa: Dios con nosotros.”
Mateo 1:21-23 (LBLA)

En Navidad celebramos que, en Su hijo, Dios nos ha regalado Su paz.

Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre sus hombros;
y se llamará su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz.”
Isaías 9:6 (LBLA)

“Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros, que en otro tiempo estabais lejos,
habéis sido acercados por la sangre de Cristo. Porque El mismo es nuestra paz…”
Efesios 2:13-14 (LBLA)

En Navidad celebramos que, en Jesús, Dios le regaló al mundo Su gloria y es al contemplar Su gloria que somos transformados.

“El es el resplandor de su gloria y la expresión exacta de su naturaleza,
y sostiene todas las cosas por la palabra de su poder.”
Hebreos 1:3 (LBLA)

Al revisar mi agenda en diciembre, me pregunto ¿cuánto de lo que hacemos en Navidad realmente lo hacemos para celebrar y recordar el nacimiento de nuestro Salvador? ¿Estamos compartiendo con aquellos que nos rodean “las buenas nuevas de gran gozo”? ¿O nos dejamos atrapar por las cosas equivocadas – el árbol más hermoso y la decoración mas original, las recetas mas celebradas, los regalos más espectaculares para nuestros seres queridos, preparar para nuestros hijos la navidad más especial? Y así continua la lista. Nuestros esfuerzos por ser la esposa y madre mas increíble, la anfitriona perfecta, la amiga y hermana más detallista, nos lleva a vivir la vida tan intensamente en el último mes del año que lo que menos tenemos es tiempo para nuestro Señor. Nos agotamos a nosotras mismas queriendo ir al ritmo de este mundo y al paso que van los demás, y raras veces tenemos tiempo de aquietar nuestros corazones para meditar en el regalo más hermoso que ya hemos recibido, que llegó al mundo envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Nada de papeles hermosos ni lazos rojos, sin bulla ni fanfarria, el Señor Jesús hizo Su entrada de la forma mas humilde posible: “Y esto os servirá de señal: hallaréis a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.” Lucas 2:12 LBLA

Y ya que hemos recibido el regalo más increíble, ¿que debemos hacer ahora? Veamos lo que hicieron los magos del oriente, según nos relata Lucas en su evangelio.

“Después de nacer Jesús en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes, he aquí unos magos del oriente llegaron a Jerusalén, diciendo: ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque vimos su estrella en el oriente y hemos venido a ADORARLE. (..) y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llego y se detuvo sobre el lugar donde estaba el Niño. Cuando vieron la estrella, se regocijaron sobremanera con GRAN ALEGRIA. Y entrando en la casa, vieron al Niño con su madre María, y postrándose le ADORARON; y abriendo sus tesoros le presentaron obsequios de oro, incienso y mirra.”
Mateo 2: 1-2, 9-11 (LBLA)

¡El único propósito de su viaje no era simplemente conocer a ese Rey, era ADORARLE! Y es por ello por lo que tan pronto ven al Niño, el texto nos dice que se postraron y le adoraron. ¿Y nosotras, que haremos en esta Navidad?

No dejemos que el cansancio y el afán, los muchos quehaceres y las actividades nos roben el gozo que debemos experimentar cada vez que recordamos quién nació y a quién estamos celebrando. ¡Que podamos regocijarnos con GRAN ALEGRIA, como lo hicieron los magos y los pastores, al ver al Niño allí, y que al igual que ellos podamos postrarnos, y adorarle y presentarle nuestra adoración, admiración y todos nuestros afectos!

Si al igual que yo, te has encontrado abrumada en esta época y te has dejado arrastrar por los muchos afanes y quehaceres, tenemos esperanza. Podemos volvernos a nuestro Señor en arrepentimiento y pedirle que en Su gracia nos ayude a reenfocarnos. Aquí algunas ideas prácticas que nos pueden ayudar:

  1. Como creyentes, estamos llamadas a ser diferentes y a vivir contracultura y podemos hacerlo porque Dios es quien produce en nosotras el querer como el hacer por Su buena voluntad. Por tanto, seamos intencionales esta Navidad para no dejarnos arropar por los afanes de la época, el torbellino de actividades y compromisos. ¡Vamos a simplificarnos! No hay que hacerlo todo, ni todo al mismo tiempo. Seamos sabias al elegir teniendo en mente el propósito y la razón de nuestra celebración.
  2. Aquietemos nuestros corazones y hagamos tiempo cada día en nuestras agendas para contemplar al Rey que ha nacido y adorarle con todo nuestro ser. La Navidad es más que solo su nacimiento por nuestra salvación, la Navidad nos recuerda que existimos para Su gloria. ¡Que todo lo que hagamos en estos días sea para Su gloria!
  3. Organicemos nuestros tiempos devocionales y tiempo de instrucción con nuestros niños para asegurarnos que la navidad no sea sobre Santa o Rodolfo el Reno en lugar del nacimiento de Jesús y como Él vino a salvar a los perdidos. Hagamos de la navidad un tiempo especial para saborear el regalo que Dios nos ha dado en Su Hijo y para compartir este mensaje con otros, especialmente con nuestros pequeños.

En esta Navidad, vamos a recordar y celebrar a nuestro Salvador y vamos a hablarle a nuestras almas y a nuestras familias, amigos y vecinos sobre el propósito de nuestra celebración: ¡Adorar al Rey que ha nacido! ¡Que nuestras decoraciones apunten a Jesús, que nuestras recetas nos recuerden cuán dulce son Sus palabras, que nuestras actividades todas nos lleven a recordar quién es Él y lo que Él ha hecho por nosotros y que podamos compartir con todos el regalo más hermoso que hayamos jamás recibido: ¡JESUS!

Artículo anteriorLos falsos maestros y la justicia de Dios
Artículo siguienteSabiduría para las compras de Navidad
Sharin Pablo de Roca, esposa de Jaime Roca y madre de Jaime José (18), Sharin Isabelle (14), Jude José (8) y José Esteban (6). Licenciada en Derecho, Becaria Fulbright, Socia de la firma de abogados JJ Roca & Asociados, directora de las Áreas de Practica Corporativa y Propiedad Intelectual. Miembro de la Junta Directiva de Grupo Acción Cristiana y Miembro del Comité Organizador del Movimiento “ConMisHijosNoTeMetasRD”. Miembro de la Iglesia Bautista Internacional (IBI), donde sirve junto a su esposo en el Ministerio de Grupos Pequeños (GPS).