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El triunfo de Cristo motiva mi santificación

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Este domingo, el pastor Miguel Núñez predicó el sermón “El triunfo de Cristo motiva mi santificación” basado en 1 Pedro 3:18-4:6 como una continuación a la serie Viviendo con una perspectiva eterna.

El pasaje que estamos a punto de leer le da continuación al mensaje anterior en la primera epístola del apóstol Pedro. Es un pasaje que presenta cierta dificultad de interpretación aún para los mejores exégetas a lo largo de los años. Como hemos dicho en otras ocasiones, la Biblia es su propio intérprete, por lo que debemos interpretar los pasajes oscuros de las escrituras a la luz de pasajes más claros.

1 Pedro 3:18-22 parece hablarnos de la obra de Cristo en Su crucifixión (v.18), en Su predicación a unos espíritus encarcelados (v.19-20), en Su resurrección (v.21) y en Su sesión (se llama en teología a cuando Cristo se sentó a la diestra del Padre). Dado ese triunfo alcanzado por Cristo a favor nuestro, Pedro continuó en 1 Pedro 4:1-6 dándonos algunas enseñanzas.

Enseñanza #1:

Si Cristo sufrió en la carne, con la intención de librarnos de pecado, ahora nos toca a nosotros, si es necesario, sufrir para alejarnos del pecado. 1 Pedro 4:1 dice, “Por tanto, puesto que Cristo ha padecido en la carne, ármense también ustedes con el mismo propósito, pues quien ha padecido en la carne ha terminado con el pecado.” La palabra traducida en el versículo uno como “ármense” es una metáfora militar para referirse a alguien que se viste de una manera particular para la guerra. Nosotros debiéramos armarnos con el mismo propósito, que es otra forma de decir que tengamos la misma actitud mental, el mismo valor y la misma intención hacia el sufrimiento.

Este primer versículo del capítulo cuatro cierra diciendo que ya hemos “terminado con el pecado.” Con esto, Pedro no nos está diciendo que ya no volveremos a pecar, sino que debiéramos tomar una resolución de una vez y para siempre para no querer pecar. Debiera haber una rotura con el pecado como el que rompe un pacto que se ha hecho con alguien. Muchos cristianos no han tomado una resolución de no pecar, sino que más bien viven empujando los límites para ver hasta donde pueden llegar, coqueteando con el pecado sin que su conducta sea tildada de pecado. No obstante, la realidad es que coquetear con el pecado ya es un pecado. En este texto, Pedro nos llama a romper de manera definitiva cualquier acuerdo al que hayamos llegado para continuar en pecado. Si Cristo estuvo dispuesto a sufrir en la carne para librarnos a nosotros del pecado, ¿Cuanto más debiéramos nosotros estar dispuestos a sufrir de igual manera en nuestra lucha contra el pecado?

Enseñanza #2:

Después de venir a Cristo, la voluntad de Dios debe ser el timón de la vida del cristiano hasta que entre en gloria. Así es como Pedro lo dice en 1 Pedro 4:2, “para vivir el tiempo que le queda en la carne, no ya para las pasiones humanas, sino para la voluntad de Dios.” Independientemente del tiempo que vayamos a vivir, el cristiano tiene un solo llamado y es vivir para la voluntad de Dios.

Nosotros afirmamos con los labios que la voluntad de Dios es buena y agradable, pero vivimos como si la voluntad de Dios fuera imperfecta y desagradable. Es por eso que, en vez de someternos, nos rebelamos; en vez de darle gracias a Dios, le cuestionamos; en vez de hacer Su voluntad hacemos la nuestra. El ser humano es tan obstinado en hacer su voluntad que cuando Dios comienza a oponerse, nosotros tratamos por todos los medios de que Él nos deje hacer la nuestra. Somos tan testarudos que aun después de haber tropezado muchas veces insistimos en hacer lo que queramos.

Si preguntáramos, cuantos queremos conocer la voluntad de Dios para nuestras vidas, yo creo que la inmensa mayoría diría que si; pero conocer la voluntad es una cosa y hacerla es otra totalmente distinta. El estar listo para hacer la voluntad de Dios requiere adaptaciones y cambios. A veces tenemos que cambiar nuestra forma de pensar, nuestras circunstancias y relaciones, nuestros compromisos, nuestras acciones y a veces hasta nuestras creencias. En ocasiones hasta debemos cambiar nuestra situación geográfica para hacer la voluntad de Dios.

Enseñanza #3:

Ya basta de andar en pecado. En versículo 3, Pedro hace una lista de una serie de pecados típicos de aquellos que no conocen a Dios, muchos de los cuales fueron cometidos por muchos de los hijos de Dios antes de venir a Cristo. Escucha como suena esta lista: “Porque el tiempo ya pasado les es suficiente para haber hecho lo que agrada a los gentiles, habiendo andado en sensualidad, lujurias, borracheras, orgías, embriagueces, y abominables idolatrías.” Es como si Pedro estuviera diciendo que el tiempo de divertir la carne pasó; ahora necesitamos alimentar el espíritu.

Quizás la lista que Pedro hace aquí sean formas extremas de pecado y quizás algunos de nosotros no podamos identificarnos con ellas; pero hay otras formas de pecar que practicábamos antes de venir a Cristo que no pueden continuar después de haber abrazado la cruz. Continuar en el mismo camino nos traerá consecuencias terribles.

Es una gran paradoja que estemos buscando la voluntad de Dios de la que nos habla Pedro en 1 Pedro 4:2 de esta carta y a la vez, seguir pecando como acabamos de leer en 1 Pedro 4:3. La búsqueda de la voluntad de Dios y la vida de pecado existen en polos opuestos. Dios revela Su voluntad a aquellos que buscan Su rostro, pero cuando permanecemos en la práctica de pecado, la única voluntad de Dios que pudiéramos ver es la necesidad de arrepentimiento y devolvernos a Él. Hasta que eso no sea hecho, nada más será revelado.

Enseñanza #4:

Cuando tú sales del camino de pecado, tu nuevo caminar de piedad le resulta chocante al mundo que te rodea. Eso enseña Pedro en el versículo 4, “Y en todo esto, se sorprenden de que ustedes no corren con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y los insultan.” Nuestro rechazo al seguir pecando de la misma manera hace que muchos quieran hasta insultarnos. Algunos dirán que nos volvimos locos, otros nos mirarán como fanáticos.Para otros somos unos aburridos o aguafiestas; aún otros nos dirán que vivimos en el siglo pasado.

Cuando Cristo vino, los hombres amaron más las tinieblas que la luz y de esa misma manera los hombres de hoy continúan amando más la iniquidad que la piedad. Pero el texto de hoy nos recuerda que ahora nosotros hemos llegado a ser luz y que no se justifica que la luz ame las tinieblas.  

Enseñanza #5:

El mundo nos juzga por vivir en santidad, pero llegará el día cuando Dios juzgará el mundo por vivir en iniquidad. 1 Pedro 4:5 dice, “Pero ellos darán cuenta a Aquel que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos.”

La mayoría de los hombres temen al juicio de los hombres y por eso se conforman al estilo de vida de los demás, para lucir como ellos. No obstante, no podemos olvidar que hay un día de rendición de cuenta y todos compareceremos ante el tribunal de Cristo para dar cuentas de todo cuanto hayamos hechos sea bueno o sea malo (2 Corintios 5:10).

Por ahora, Dios parece todo benevolente, solo misericordioso, olvidadizo de las injusticias y permisivo del pecado. Pero llegará el día donde los libros serán abiertos y donde los hombres, las naciones y las instituciones que forzaron a los hombres a ir en su dirección serán juzgados y su juicio será grande.

Enseñanza #6:

En vista de que hay un juicio futuro, el evangelio fue predicado aún a personas que el mundo juzgó y que hoy están muertas pero que en el día de mañana vivirán para siempre conforme a la voluntad de Dios. 1 Pedro 4:6 dice, “Porque con este fin fue predicado el evangelio aun a los muertos, para que aunque sean juzgados en la carne como hombres, vivan en el espíritu conforme a la voluntad de Dios.”Los que hoy hemos recibido el evangelio estamos destinados a morir al igual que el resto de los hombres, pero llegará el día en que viviremos con Dios en el Espíritu.

Entonces, ¿Qué hacemos en espera del día final? ¿Con qué nos quedamos?

Recordemos que la única razón por la que estamos atravesando este proceso tedioso que llamamos vida es porque un día a nuestros progenitores se les ocurrió que ellos no querían seguir obedeciendo la voluntad de Dios y decidieron desobedecer. Nunca perdamos de vista que la razón por lo que la gente va al infierno es precisamente por el ejercicio de su propia voluntad. No hay otra razón. Recordémonos unos a otros que fuimos comprados por precio y que por tanto ya no nos pertenecemos. No podemos decir que le pertenecemos a Dios y luego no querer hacer la voluntad de Aquel a quien le pertenecemos.

No olvidamos que nuestras voluntades están profundamente influenciadas por el pecado. Por tanto, alejémonos del el. Dios puso su Espíritu en nosotros para que ya no vivamos la vida en el poder de la carne, sino en el poder de su Santo Espíritu. Hemos sido “poseídos” por su Espíritu para que podamos agradar a Dios. El hecho de que Dios no nos creo para nosotros, si no que nos creo para la alabanza de su gloria debiera mover al pueblo de Dios hacia la obediencia.