Este es el quinto artículo tratando el tema de la homosexualidad. Puede encontrar los demás en esta dirección.
Algunos de ustedes, que han seguido los últimos artículos, son padres de familia que pudieran estarse preguntando qué hacer con un niño o niña que ha comenzado a exhibir ciertos patrones de comportamiento preocupantes, en sus relaciones con el mismo sexo. En esos casos, se hace necesario diferenciar lo que son meros juegos propios de la infancia de conductas que permanecen más allá de los juegos. Cuando el niño en la edad de 3, 4 y 5 años quiere jugar a papá y mamá y él quiere ser la mamá o la niña quiere ser el papá, esto, aunque requiere de una corrección, es algo relativamente común a esa edad.
La Asociación Americana de Psiquiatría* usa 5 marcadores para determinar si un niño está teniendo problemas en la identificación de su género:
1) Un deseo repetitivo de decir que él o ella es del otro sexo.
2) Una preferencia de vestirse del otro sexo.
3) El deseo de jugar el rol del otro sexo en los juegos de niños.
4) Un deseo intenso de participar en los juegos que son típicos del sexo opuesto.
5) Una preferencia muy fuerte de que sus amigos(as) sean del sexo opuesto.
Algunas de estas cosas pudieran no representar un peligro real en una etapa temprana. Sin embargo, ya cuando esto persiste a los 8, 9 o 10 años, o cuando en esta edad se ha entrado en prácticas homosexuales, estamos hablando de otro problema. Ahora, lo ideal es comenzar a intervenir mucho antes de esa edad de una manera sensible, que ayude a ese niño a encontrar su identidad con el mismo sexo. En la evaluación de ese niño, lo primero a revisar es la relación de los padres entre sí y con sus hijos, porque es en el hogar donde se cultiva la homosexualidad. Y los padres deben comenzar a informarse al respecto.
Cada vez que una pareja llega a la silla de consejería por problemas con los hijos, hay una queja a nivel del matrimonio que necesita atenderse. A veces es que la esposa se siente desconectada de su esposo, y por tanto ella comienza a crear una relación muy cercana con su hijo para llenar el vacío, y poco a poco el niño comienza a identificarse con sus gestos, conductas, gustos y deseos. Esto advierte acerca de que el padre no tiene una correcta relación con ese hijo y la falta de esa figura masculina comienza a marcar a ese niño. Por otro lado, a veces el problema es una niña. Si el padre ha sido abusivo de manera verbal, física, o de ambas formas, esa niña puede concluir en su corazón que los hombres no son seguros, y comenzar a preferir el género femenino para una futura relación.
El modelo ideal, que provee la mayor estabilidad para la prevención de la homosexualidad, es la de un padre y una madre con una relación funcional; donde la madre pasa bastante tiempo en la casa supervisando todos los quehaceres del hogar, estando ahí para cuando los hijos llegan al hogar. Además, un padre que no es simplemente un proveedor, sino que brinda cariño y seguridad tanto a la madre como a los hijos.
El hombre por ejemplo es un tanto áspero o rudo, y eso sale a relucir en los juegos que elige y en la forma de jugarlos; y a veces aun en la forma de hablar. Esa forma de ser necesita ser pulida, pero cuando esa conducta es vista por un niño en la etapa que está definiendo su género, ese modelo de su padre le permite afirmar su masculinidad y ver la diferencia entre eso y la forma tierna, cariñosa y gentil de su madre. La niña también ve las diferencias; esa niña va a identificarse por naturaleza con la forma de ser de la madre, y el niño con el padre. Lamentablemente, hoy día hemos confundido la idea de que el hombre y la mujer tienen el mismo valor, que lo tienen, con la idea de que no hay diferencias de roles. Es descabellado pensar que individuos que son diferentes por diseño quieran y puedan llenar un mismo rol.
La participación de la madre en la vida del hijo debe ser moderada. Una madre que se vierte exageradamente en su hijo hace que los límites entre su hijo y ella no estén claros, y es por esto que las madres de los homosexuales tienden a ser mujeres muy expresivas, extrovertidas, emocionalmente abiertas, comprometidas y altamente involucradas en la vida de su hijo. Cuando una madre no deja espacio para las expresiones espontáneas del hijo, como expresiones de su temperamento, o no le da espacio para que él desarrolle cierta independencia y cierta seguridad en comenzar a hacer cosas que él debe hacer, estamos frente a una sobreprotección donde el niño se cría muy dependiente de la madre, con el peligro en algunos casos de que se identifique demasiado con el rol femenino. Es interesante ver que algunos estudios han demostrado que hay una relación por encima del promedio entre la homosexualidad y problemas médicos de infancia, que requerían de una presencia y ayuda mayor de parte de la madre. De ahí que la madre tiene que evitar el ser sobreprotectora de sus hijos.
El tema de la prevención de la homosexualidad es amplio y complejo, y por tanto aún no pudimos concluir, por lo que le invitamos a leer nuestro próximo post unos días más adelante.
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* Según el manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-IV)