Este domingo, el pastor Luis Méndez predicó el sermón “El qué & el cómo de la salvación” basado en Tito 3:4-7.
¿Por qué entonces algunos somos tan lentos para amar a Dios, aun cuando Dios nos ha dado tanto? Nadie nos ha dado, nos da, ni nos dará más que Dios; todo lo que tenemos y disfrutamos viene de Él. Cualquiera que sea la respuesta a esta pregunta, hay dos elementos que se combinan: Ignorancia y Dureza de Corazón. Ignoramos lo que Dios hace y ha hecho por nosotros y estamos naturalmente endurecidos para ser sensibles a las constantes muestras de Su bondad sobre nosotros. Quizás es por eso que algunos perciben que es demasiada exigencia cuando la Biblia dice que vivamos para Su gloria. Lo lamentable de eso es que mientras abrazamos ese pensamiento, la Palabra de Dios aparecerá como una palabra muerta; los juicios de Dios parecerán poco amenazantes; y Sus promesas parecerán poco alentadoras.
Pero Dios es mucho más real, de lo que nuestros sentidos pueden percibir: Dios es soberano sobre todo lo creado y Su gloria llena toda la tierra; no necesita de nada ni de nadie para reinar. Pero, aunque gobierne la creación con una justicia perfecta, también se revela también como un Dios de misericordia. Dios es quien inicia el proceso de nuestra salvación y quien completa todo el proceso.
Tito 3:5 dice, “El nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo.” La frase que es el corazón de este son dos palabras en español: «nos salvó”. En esas palabras sencillas se encuentra el centro de la fe cristiana. La palabra «salvó» ha llegado a ser, de forma muy particular, un término cristiano, aplicado mayormente a aspectos espirituales. Sin embargo, en el idioma griego, el verbo original que se traduce «salvó» podría significar también la liberación física o temporal. En el sentido espiritual, su uso principal en el Nuevo Testamento expresa la idea de ser salvado y rescatado del pecado; de la Culpa del pecado (pasado); del dominio y poder del pecado (presente); y del castigo por el pecado (futuro).
Ante todo, somos salvados de la ira de Dios contra el pecado. Juan 3:36 dice, “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él.” Nosotros no podemos salvarnos a nosotros mismos; ningún ser humano tiene el deseo, plan o poder de hacerlo. Es así como llegamos al verso 5 y encontramos esas palabras maravillosas: «Él nos salvó«; Dios, quien es un Dios que salva (Tito 3:4); Cristo, quien es un Señor que salva (Tito 3:6). Sólo Dios quien creó todo puede salvar a la humanidad rebelde y pecaminosa y ha proporcionado para nosotros un camino de salvación. Somos salvos solamente mediante la fe en Jesús por la gracia y poder de Dios (Efesios 2:8-9 & 2 Timoteo 1:9). ¡Dios nos salva de Dios! La gracia de Dios mediante Jesús, nos salva de la ira de Dios.
¿Qué tanto necesitamos la Salvación? “Porque nosotros también en otro tiempo éramos necios, desobedientes, extraviados, esclavos de deleites y placeres diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles y odiándonos unos a otros” (Tito 3:3). Nuestra condición natural delante de un Dios santo no es nada alentador (1 Corintios 6:9-10; Gálatas 5:19-21; Efesios 2:1-3; Efesios 4:17-19). Nuestra condición natural delante de Dios sólo puede concebir condenación. Por eso TODOS necesitamos desesperadamente, alcanzar la salvación que el ofrece.
¿Cuál es la meta de esto? ¿Por qué razón Él nos salva? «para que, justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna” (Tito 3:7). La palabra “salvación” en su sentido espiritual lleva la esencia de no sólo de levantarnos fuera de peligro, sino también colocarnos en un estado de bendición; no sólo liberarnos de castigo sino también llevarnos a la gloria; no sólo sacarnos de la amenaza Del infierno, sino darnos la esperanza del cielo; no sólo nos libra de la ira divina sino nos trae bajo la bendición divina. Es ser llevados del reino de la oscuridad al reino del amado Hijo de Dios (Hechos 2:47). La Salvación es un concepto profundo; es la esencia de cristianismo y es, por lo tanto, el tema de nuestra predicación, testimonio, adoración, de nuestras oraciones y canciones. Así que en Tito 3:4-7, la atención de Pablo se enfoca en este elemento importante del evangelio.
Si miramos más de cerca a esta salvación soberana, Podemos observar siete aspectos incluidos en esta obra de Dios. Él nos salvó por Su (1) bondad, (2) amor, (3) misericordia, (4) regeneración, (5) Espíritu, (6) Hijo, y (7) gracia. Fue la bondad que causó que Dios realizara un plan eterno de salvación. Significa que Él tiene un especial interés en Su corazón hacia las personas que están en miseria. Dios es intrínsecamente bueno (Lucas 6:35); no tiene placer en la muerte del malvado. Él ama la humanidad lo cual significa literalmente que Dios tiene compasión para librar del dolor a alguien por causa de un gran afecto. Encierra la idea de un cariño fuerte; no tiene ninguna clase de componente egoísta en ello.
¡Si tu vida está llena de ansiedad, ven a Jesús! El podrá mostrarte continuamente su cuido especial sobre ti y te colmará de una paz que este mundo no puede dar. El mejor regalo que jamás podrás alcanzar en este mundo, es recibir la salvación que hoy Dios te ofrece en Jesús. El entender la Salvación de Dios debe hacernos más agradecidos y más humildes. La única razón por la que no estamos perdidos es porque Dios en su bondad y amor nos salvó. Una actitud de misericordia y compasión es la que todo verdadero creyente, debe exhibir en este mundo perdido.