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El Ministerio del Espíritu Santo

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Este domingo, el pastor Miguel Núñez continuó la serie Hasta Los Confines de la Tierra predicando el sermón El Ministerio del Espíritu Santo basado en Hechos 19:1-10.

Hechos 19:1-10 sigue narrando el tercer viaje misionero de Pablo. En esta ocasión, nos encontramos con Pablo en la ciudad de Éfeso nuevamente. Al final de su segundo viaje misionero, Pablo pasó por Éfeso por algunos días pero dijo, “volveré a vosotros, si Dios quiere”. En la providencia de Dios, Pablo regresa a Éfeso y comienza un ministerio que tuvo una duración de mas de dos años en una ciudad difícil, parecida a la ciudad de Corinto. Éfeso era una ciudad grande, comercial y próspera en los tiempos de Pablo. Era una ciudad estratégica para la plantación de iglesias en la región de Asia menor, lo que hoy es Turquía. 

En el texto que leímos se hace mención de 4 personajes distintos: Apolos, Pablo, Juan el Bautista y El Espíritu Santo. De los cuatro, es obvio que el ministerio del Espíritu Santo fue y es el mas prominente. Veamos primero el ministerio del Espíritu Santo en la conversión. De acuerdo con el relato, Pablo llega a la ciudad de Éfeso y se encuentra con algunos discípulos. Al conversar con ellos, Pablo se percata de que hay algo que no está bien en su entendimiento doctrinal. Lo que marca la diferencia entre un cristiano y un no cristiano no es su profesión de fe o el conocimiento de las Escrituras, sino la morada del Espíritu de Dios que produce un estilo de vida diferente. Entonces, Pablo les hace una pregunta, “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le respondieron: No, ni siquiera hemos oído si hay un Espíritu Santo.” (Hechos 19:2) El texto de hoy llama a estos hombres, discípulos, pero no los califica como discípulos de Jesús porque el Espíritu Santo no moraba en ellos; ni siquiera habían oído hablar del Espíritu Santo.

Ante su respuesta, Pablo hace una segunda pregunta: “Entonces él dijo: ¿En qué bautismo, pues, fuisteis bautizados?” (Hechos 19:3) Pablo estaba tratando de percatarse de donde ellos había entendido su salvación. Ante esa pregunta, “Ellos contestaron: En el bautismo de Juan. Y Pablo dijo: Juan bautizó con el bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyeran en aquel que vendría después de él, es decir, en Jesús.” Con esto, Pablo comienza a establecer la diferencia entre el bautismo de Juan el Bautista y el bautismo que nosotros practicamos hoy. Lucas no nos da los detalles de la conversación pero es obvio que Pablo incurrió en evangelismo porque inmediatamente después, en el versículo 5 nos dice que “Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.”

El bautismo en el nombre del Señor Jesús, el que practicamos hoy, ocurre después que la persona ha creído. Para que esto ocurra, el Espíritu Santo tiene que estar completamente involucrado en lo que está ocurriendo. Primero el Espíritu necesita abrir el entendimiento para que la persona que está escuchando el evangelio pueda entender su condición de pecador. Hasta que la persona no se vea como pecador en peligro de ser juzgado por Dios, nunca sentirá la necesidad de arrepentirse. Necesita entender también que lo único que puede limpiar su pecado es la sangre que Cristo derramó en la cruz y que debe depositar su confianza en Él como Salvador. Entonces, el Espíritu Santo abre el entendimiento del incrédulo, regenera el alma de la persona y entonces esa persona es nacida de nuevo y está lista para ser bautizada. 

Estos hombres, que en total eran 12 (Hechos 19:7), fueron bautizados por Pablo en nombre de Jesús, el Espíritu Santo vino sobre ellos y hablaban en lenguas y profetizaban (Hechos 19:6). Esto ha llevado a muchos a pensar que el bautismo del Espíritu Santo y el hablar en lenguas es la misma cosa. De hecho, algunos piensan que la persona primero nace de nuevo a través del ministerio del Espíritu y luego tiene el bautismo del Espíritu que se manifiesta con el don de hablar en lenguas. Pero eso es contrario a las enseñanzas del Nuevo Testamento. En la época del Nuevo Testamento había cuatro grupos de personas: los judíos que recibieron el Espíritu Santo, los samaritanos que recibieron el Espíritu (Hechos 9), los gentiles piadosos, y los griegos o gentiles que recibieron el Espíritu. Todos hablaron en lenguas. Cuando uno estudia el Nuevo Testamento en detalle se percata de que Dios quiso confirmar que la salvación estaba disponible para todos los grupos de igual manera: la manifestación del don de lenguas. Ésta fue la última vez en el libro de los Hechos que vemos la manifestación de hablar en lenguas. Todos los grupos diferentes quedaron confirmados con la manifestación externa de hablar en lenguas de que la salvación es para todos. Pero eso no significa que esa confirmación está vigente después de ese momento. 1 Corintios 12:13 dice claramente: “Pues por un mismo Espíritu todos fuimos bautizados en un solo cuerpo, ya judíos o griegos, ya esclavos o libres, y a todos se nos dio a beber del mismo Espíritu.” Entonces, si todos fuimos bautizados por un mismo Espíritu, no hay cristianos que han sido bautizado por el Espíritu Santo y otros que no lo han sido.

Ahora veamos el ministerio del Espíritu Santo en la predicación y presentación de la verdad (Hechos 19:8). La habilidad de hablar la verdad con denuedo es una función del Espíritu; es algo que Él hace por medio de Su llenura. El Espíritu de Dios nos permite hablar con valor (Hechos 4:31) en medio de la oposición, las amenazas, los riesgos y la opresión de las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestiales con las cuales batallamos sin verlas. El texto dice que Pablo estuvo en la sinagoga por tres meses, no solo hablando denodadamente, sino debatiendo. Para debatir o discutir en defensa de la Palabra, necesitamos el discernimiento de Espíritu para separar la verdad del error, para no dejarnos confundir y dejarnos engañar. Pablo también estuvo persuadiendo a aquellos que le escuchaban. No importa cuan efectivos puedan ser nuestros argumentos, cuando tiene que ver con la verdad de Dios, solo el Espíritu puede persuadir a otro. El apologista no puede convencer al otro de la existencia de Dios o del error en que se encuentra; solo el Espíritu de Dios puede hacer eso. 

Después de tres meses hablando en la sinagoga, la oposición se levantó y los oyentes se endurecieron (Hechos 19:9). Al resistirse a las enseñanzas de Pablo, se resistían a la acción del Espíritu. Cuando alguien se ha endurecido contra el Espíritu, no solo rechaza el evangelio, sino que también habla en contra del movimiento cristiano. Donde quiera que Pablo fue, encontró oposición. Lo increíble es que Pablo perseveró en su ministerio a pesar de la constante oposición y la causa de Cristo triunfó a pesar de. La perseverancia en medio de la oposición es una función del Espíritu. Y así continuó Pablo por dos años en Éfeso, predicando la Palabra para que nadie pueda decir que no conocía las buenas nuevas (Hechos 19:10).

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