Este domingo, el pastor Miguel Núñez continuó la serie Hasta los confines de la tierra predicando el sermón El hombre y su resistencia a Dios basado en Hechos 26.
En el último mensaje, vimos a Pablo siendo acusado ante el gobernador Félix, quien no encontró faltas con él, pero no tuvo el coraje para dejarlo libre y decidió mantenerlo en prisión. En la espera transcurrieron dos años y, al final de ese período, Félix fue llamado a Roma para rendir cuentas y fue sustituido por Festo. Las autoridades judías no se hicieron esperar y tan pronto Festo ocupó su posición como gobernador, volvieron a presentar sus cargos.
Festo había querido trasladar a Pablo a Jerusalén para que este fuera enjuiciado allí, pero como Pablo conocía que los judíos estaban prejuiciados contra él, decidió apelar al César. Ahora Pablo tenía que esperar la próxima oportunidad para viajar hasta la ciudad de Roma y ser juzgado por el Emperador. En el ínterin, el rey Agripa y su hermana Berenice deciden visitar al gobernador para presentar sus respetos (Hechos 25:23-26). Al día siguiente de su llegada, “Agripa y Berenice entraron al auditorio en medio de gran pompa, acompañados por los comandantes y los hombres importantes de la ciudad, por orden de Festo, fue traído Pablo.” Pablo está frente al gobernador Festo, el rey Agripa, autoridades religiosas y oficiales romanos. Las autoridades judías estaban allí en su afán de perseguir a Pablo para hacerlo desaparecer del mapa y hacer desaparecer el movimiento cristiano.
Agripa era de descendencia judía y pertenecía a la dinastía de los Herodes. El fundador de la dinastía fue Herodes el grande, quien trato eliminar a Jesús cuando tenía unos dos años edad, causando la gran masacre de la que nos hablan los evangelios. Su hijo fue Herodes Anticipas, tetrarca de Galilea quien decapitó a Juan el Bautista. El nieto de Herodes el grande fue Agripa I, quién mató a Jacobo el hermano de Juan a espadas (Hechos 12). El bisnieto de Herodes el grande fue el Agripa II, el que aparece en este relato, que también fue un degenerado. Por otro lado, Berenice, la compañera de Agripa II en este relato era hermana de Agripa II. Ella se casó a la edad de 11 o 12 años y luego se volvió a casar a la edad de 13 con su tío. De acuerdo con algunos escritores romanos de la época, a partir de ese momento, ella comenzó a vivir una relación incestuosa con su propio hermano Agripa II, el mismo que estaba supuesto a dar una opinión al gobernador Festo con relación al caso de Pablo.
Imagínense presentar un caso ante personas tan moralmente corruptas como estas. Sin embargo, al final de la historia, Agripa no encontró ninguna falta en el apóstol Pablo—Félix, Festo y Agripa concluyeron que Pablo era inocente. Ya Pablo había apelado al César, por tanto, ya tenía que viajar a Roma a presentar su caso. Así comienza el relato de este capítulo 26. Pablo hace una breve introducción (Hechos 26:1-3) donde menciona que se siente afortunado de presentar su defensa ante el rey Agripa. Más que una defensa personal de su caso, esto es más bien un testimonio de su conversión. Pablo pide paciencia a Agripa para ser escuchado y luego pasa a dar testimonio.
En esta ocasión, la defensa de Pablo puede ser dividida en 4 partes:
- Su pasado como fariseo
- Su conversión
- La respuesta de Pablo a su llamado
- La resistencia a Dios en las respuestas de Festo y Agripa
1. Su pasado como fariseo (Hechos 26:4-11)
Al dar nuestro testimonio, nuestro pasado es importante porque este se puede contrastar con nuestro presente lo cual ilustra el poder de Dios en nuestras vidas. Como enseñanza, recuerda que al testificar, tu testimonio no es tanto acerca de ti sino de la gracia de Dios que te alcanzó y del poder de Dios que te cambió. Tu testimonio debe ilustrar el evangelio de Cristo.
Cuando Pablo recuenta su pasado, podemos ver que, aparentemente, él fue muy conocido desde su juventud en Jerusalén ya que fue alumno de Gamaliel, uno de los maestros mas conocidos en esa época. Pablo también perteneció al grupo de los fariseos, conocedores de la ley para juzgar a los demás sin gracia ni misericordia. De ellos dijo Jesús en Mateo 23:3, “De modo que haced y observad todo lo que os digan; pero no hagáis conforme a sus obras, porque ellos dicen y no hacen.” Pablo era de ese grupo.
Esa ausencia de gracia y misericordia en los fariseos se vio reflejada en la vida religiosa que Pablo llevaba. En esa época, Pablo no llevaba una vida de creyente, sino una vida religiosa. El corazón de Pablo se había endurecido con pecado sin arrepentimiento. En el versículo 9 y 10 él dice, “Yo ciertamente había creído que debía hacer muchos males en contra del nombre de Jesús de Nazaret. Y esto es precisamente lo que hice en Jerusalén”. Cuando Pablo acusó y persiguió a los cristianos, pensaba que estaba sirviendo a Dios cuando en realidad estaba resistiendo a Dios.
Mientras su corazón se endurecía durante la persecución, Pablo encerró en cárceles a muchos de los santos con la aprobación de las autoridades religiosas, dio su voto para dar muerte a cristianos y los sometió a castigos, obligó a muchos a blasfemar y fue hasta ciudades extranjeras persiguiéndolos. Pablo y las autoridades judías estaban resistiendo a Dios, oponiéndose a lo que Dios estaba haciendo. Ahora, hay otra manera como Pablo se opuso a la acción de Dios; después de que Pablo habla de su pasado como fariseo, entonces el habla acerca de…
2. Su conversión (Hechos 26:12-18)
En esta tercera ocasión, al presentar su testimonio, Pablo nos da algunos detalles no dados en las dos ocasiones anteriores. Cuando Cristo interceptó a Pablo llegando a la ciudad de Damasco, él no sólo cayó al suelo, como parecería indicar en las narraciones anteriores, sino que todo los que andaban con Pablo también cayeron. También nos dice que la voz que Pablo escuchó decir, “Saulo, Saulo ¿por que me persigues?”, la escuchó en hebreo. Además, Saulo escuchó la voz decir también, “Dura cosa te es dar coces contra el aguijón,” una expresión que aparentemente era muy conocida en el mundo greco-romano para hacer referencia a oposición a la divinidad. En este caso, el animal de carga estaba representado por Pablo y el aguijón, no era otro que Cristo mismo que aparentemente había estado cargando la conciencia de Pablo mientras este perseguía a los cristianos, buscando su arrepentimiento, pero sin resultados. Pablo resistió a Dios por lo menos de dos maneras: resistió el movimiento cristiano persiguiéndolo y resistió la acción de Dios en su propia vida. Cristo probablemente venía hablando a la conciencia de Pablo desde que él dio su aprobación para matar a Esteban a pedradas como vimos al inicio del capítulo 8.
En este recuento de su conversión no se dice nada de que Pablo había quedado ciego y qué Ananías había ido a orar por él para quitar su ceguera y encomendarlo a la obra del ministerio (Hechos 9). En el primer relato de su testimonio, vimos que Dios advirtió a Pablo a través de Ananías que el sufriría mucho a causa de su nombre. Pero ahora se nos dice algo mas que Cristo le dijo: “Pero levántate y ponte en pie; porque te he aparecido con el fin de designarte como ministro y testigo, no sólo de las cosas que has visto, sino también de aquellas en que me apareceré a ti; librándote del pueblo judío y de los gentiles, a los cuales yo te envío.” (v.16-17)
Con esto Pablo entendió su responsabilidad: ser ministro y testigo. Ser ministro implicaba la obligación del proclamar el mensaje del evangelio tanto a judíos como a gentiles. Ser testigo implicaba dar testimonio de la obra de la vida de Cristo en la vida de Pablo como una manera de ilustrar el mensaje de salvación que él mismo proclamaba. Junto con su llamado, Pablo recibió una promesa: el de ser librado de la persecución del pueblo judío y de los gentiles como hemos estado viendo. Esto no implicó inmunidad contra el sufrimiento, pero si implicó que Pablo no sería silenciado hasta qué el trabajo que Dios le había encomendado fuese completado.
La última revelación importante de este relato de la conversión de Pablo que no aparece en relatos anteriores tiene que ver con Hechos 26:18 el cual es relativo a la misión que Dios le estaba encomendando.Dios llamó a Pablo, al ministerio de la evangelización de los incrédulos y esto iba a implicar el abrir los ojos de los no creyentes, lo cual ocurre por medio de la predicación del evangelio.
El estado de rebelión del hombre caído es comparado con la ceguera; un hombre ciego puede tener algo en su frente y no verlo. Así es la ceguera espiritual del hombre inconverso: ese hombre escucha el mensaje de salvación y no lo entiende y escucha la promesa de vida eterna y no le interesa. En ese estado el hombre no puede ver que está perdido ni puede ver la gravedad de su pecado porque su mente le ha convencido de que tiene la razón y que el resto del mundo está equivocado.
El hombre inconverso llama al bien mal y al mal, bien; él no quiere venir a Dios porque desea permanecer en libertad cuando en realidad no es libre sino esclavo del pecado y de Satanás (2 Timoteo 2:25-26).
3. La respuesta de Pablo a su llamado (Hechos 26:19-23)
La aparición de Cristo echa a Pablo de camino a Damasco parece un cuento de hadas al hombre que está ciego espiritualmente. Pero Pablo estaba confiando en el obrar del Espíritu esperanzado en que el rey Agripa y a Festo pudieran llegar a creer el mensaje de salvación y que Pablo estaba siendo obediente a una obra encomendaba por Dios mismo.
Pablo especifica que inició predicando a judíos en Damasco y Jerusalén, pero que luego pasó a testificar a los gentiles—tanto judíos como gentiles tenían y tienen la necesidad de arrepentimiento. Esto era motivo de irritación para los judíos por dos razones. Primero, los judíos no creían que ellos necesitaban arrepentimiento sino que al ser descendientes de Abraham, ya tenían salvación. No habían entendido que la circuncisión de la carne no implica circuncisión de corazón. La segunda razón de su ira fue que Pablo estaba llamando a los gentiles hacer parte de la familia de Dios, lo cual ellos nunca hubiesen aceptado ya que pensaban que los gentiles no eran dignos de formar parte de una misma familia con ellos.
Pero Pablo explica que lo que él predicaba era consistente con el mensaje que Moisés y los profetas habían predicado (Hechos 26:21-23). Ya en el Antiguo Testamento se había profetizado que el Cristo debía de padecer y que resucitaría. Ese era el mensaje de la predicación de Pablo y como Agripa era de descendencia judía, Pablo estaba tratando de hacer conexión entre lo que ya se sabía y lo que él ahora conocía.
4. La resistencia a Dios en las respuestas de Festo y Agripa (Hechos 26:24-29)
El hombre tiende a resistir a Dios; lo vimos en la vida de Pablo mientras daba coces contra el aguijón, en las autoridades judías que acusaban a Pablo y resistían su mensaje y ahora la vemos en la vida de un gobernador y un rey (Hechos 26:24-25). La ceguera espiritual del hombre lo lleva a pensar que el mensaje de salvación de Jesús, el Cristo, es un mensaje que solo un loco puede creer (1 Corintios 1:18; 2:14). Eso pensó Festo de Pablo lo cual lo llevó a resistir a Dios.
Pablo entonces vuelve su atención al rey Agripa en los versículos 26-29 y parece que el rey recibió cierta luz. Quizás por eso Pablo le dice: “Rey Agripa, ¿crees en los profetas? Yo sé que crees.” Pero parece que Agripa se asustó y en vez de invitar a Pablo a que continuara su explicación, terminó cuestionándole de esta manera: ¿Crees que en poco tiempo me vas a persuadir de ser cristiano? A lo que Pablo responde que él quisiera que todos los que le escuchen se convirtieran y fueran como él, excepto por las cadenas.
Ciertamente Pablo tenía una pasión por los perdidos; sentía un gran peso por su condenación y tenía un gran deseo por su salvación. Lamentablemente, a nosotros nos falta esa pasión por querer alcanzar a los perdidos, no sentimos el dolor por su condenación y muchas veces tampoco nos gozamos y deleitamos en su salvación.
El relato concluye de esta manera: “Entonces el rey, el gobernador, Berenice y los que estaban sentados con ellos se levantaron, y mientras se retiraban, hablaban entre ellos, diciendo: Este hombre no ha hecho nada que merezca muerte o prisión.Y Agripa dijo a Festo: Podría ser puesto en libertad este hombre, si no hubiera apelado al César.” (v.30-32) Festo y Agripa tenían la autoridad para dejar a Pablo libre pero no tenían ni la convicción ni el coraje o el valor; temían a los judíos… temían al hombre.
¿Por qué no dejar libre a un hombre que había sido encontrado como inocente? Lo mismo ocurrió con Jesús: Pilato lo encontró inocente; la mujer de Pilato tuvo un sueño y le recomendó que lo dejara libre porque era inocente; Herodes también lo encontró inocente. Dios tenía el poder para haber liberado tanto al uno como al otro, pero no lo hizo. Jesucristo tenía que ir a la cruz para escribir el Evangelio con Su sangre; ahora, Pablo tenía que ir a Roma para seguir testificando de dicho evangelio.