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El enojo, la ira y los conflictos

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Basado en la carta del apóstol Santiago, capítulo 4, versículos del 1 al 3.

Este capítulo trata acerca de la lucha de los cristianos contra su naturaleza carnal, exacerbadas por la influencia de la sabiduría mundana en la iglesia. Es obvio que había disputas en la comunidad cristiana a la que escribía Santiago. Cada cual quería su propio camino y su propia ventaja, por lo que deja claro que estas luchas no son algo que provenga de Dios y apela a los que están envueltos en ellas a que se arrepientan y sean perdonados. Santiago pinta un cuadro tal como lo ve, con guerras, pleitos, combates, muerte y envidia. Todas estas luchas y combates ciertamente eran justificados por los que estaban envueltos en ellos, quizá como una forma de luchar por la verdad. Traza el origen de estos conflictos, no al amor para con Dios, sino a sus propias pasiones o malos deseos. Les dice que todo lo que puedan argumentar es inútil, no tienen lo que quieren porque no piden con sabiduría, oran, obran y piden con móviles equivocados, no están buscando la voluntad o la sabiduría de Dios, sino la propia. Sus motivos están en sus deseos y placeres, pero la meta de Dios no es dar a los seres humanos lo que reclaman sus impulsos; Su meta es que los seres humanos aprendan a amar lo que Él ama. Estos sentimientos descritos en esta narración son conocidos por todos y están presentes hoy en cada uno de nosotros, por lo que el mensaje es aplicable a todos.

El predicador inicia el mensaje haciendo referencia a un señor llamado Pedro, reconocido por la comunidad como una buena persona, pero que se enoja con facilidad hasta la ira, y le sucede frecuentemente.  La empresa donde trabaja lo envió fuera de la ciudad por varios días y cuando regresó pensó que en su casa lo recibirían con una buena comida como señal y muestra de un gran afecto, pero esto no fue lo que recibió, en cambio hubo indiferencia de parte de la esposa e hijos, por lo que explotó en ira. El argumenta que son las circunstancias que lo fuerzan, pero no es cierto, lo cierto es que él se cree que todo debe girar en torno a él.

Los versículos de hoy nos muestran el origen de nuestro enojo, los caminos por donde nos conducen a ese enojo y la solución que Dios ha puesto a nuestra disposición en Cristo Jesús, y estos son:

1.- De donde viene el enojo? La pregunta busca identificar la fuente de la ira. Las circunstancias son una parte de la repuesta. Normalmente buscamos las respuestas fuera de nosotros o en otras personas. Pero Dios nos dice que el problema surge de nuestro corazón y la solución está en la cruz de Cristo. Los malos deseos y placeres carnales vienen del corazón. Si el deseo que sale de nuestro corazón es glorificar a Dios, entonces Lo obedeceré y haré cosas que Lo glorifiquen. Esos reflejos vienen de mis deseos carnales insatisfechos, porque la causa del enojo y la ira es el no poder hacer lo que quiero hacer y satisfacer los deseos de mi corazón.

2.- Los 4 caminos que conducen al enojo. El versículo 2 nos dice que pedimos mal, pedimos con codicia, que es el deseo de tener cosas que nos gobierna, y cuando no alcanzamos lo que deseamos nos enojamos. También tenemos la envidia, que es un sentimiento de tener las cosas que tienen otros. Este sentimiento conduce a la ira. También tenemos la indiferencia, ya que pedimos cosas a Dios que no son parte de nuestra realidad. El indiferente es el que critica la actitud de otros, se cree perfecto, se cree que Dios lo designó para criticar a otros. El indiferente se enoja por cosas que no le corresponde. También está el egoísmo, ya que pedimos con malos propósitos. En sus oraciones sólo se enfoca en lo que él cree que son sus necesidades, pero en realidad no son necesidades sino placeres.

3.-  La cruz del enojo. Desde nuestro punto de vista siempre el otro debe satisfacer nuestras necesidades y deseos. Siempre nos creemos que estamos en nuestro trono, nuestro trono particular, y por eso creemos que todos están en contra nuestra.

Nuestros problemas están dentro de nosotros, en nuestro corazón, y la solución está fuera, sólo en la cruz de Cristo. Porque el que no tiene a Jesús no tiene donde descargar sus deseos carnales, no tiene como satisfacer plenamente  sus deseos. En Cristo seremos transformados para cambiar y satisfacer esos deseos.

El amor de Dios hacia nosotros es tan grande que utilizó a Cristo para que podamos transformar nuestros enojos e ira en amor y servicio al que lo necesita. Dios nos llama a descansar en Cristo.

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