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El engaño del dinero (parte II)

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Este domingo, el pastor Héctor Salcedo predicó la segunda parte del sermón El engaño del dinero basado en Lucas 12:13-21.

En el Lucas 12:16-21, Jesús usa una parábola para ilustrar y aclarar Su enseñanza del verso 15. Más específicamente, Lucas 12:21 expone con claridad que el problema de la avaricia, de la que Jesús quiere que nos cuidemos, tiene que ver con un “enfoque de vida”. El mensaje no es que disfrutar de lo que Dios nos provee tenga algo de perverso; el problema fue que el rico de la parábola acumuló tesoros terrenales a expensas de los celestiales. Su problema fue que la relación con su riqueza suplantó la relación con Dios; hizo de lo material su “tesoro” y su dios. Mateo 6:24 dice, “Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.

¿Cómo evitamos eso en nuestras vidas? En la parábola hay por lo menos tres aspectos que este individuo olvidó o no tuvo en cuenta y que lamentablemente lo llevaron a acumular tesoro “aquí para él” y no “allá para Dios”.

  1. Dios es el dador de todo (v.16). Contrario a lo que pasa comúnmente, la riqueza debe llevarme a la gratitud más que al orgullo. En esta parábola, es interesante que Jesús tomara como ejemplo de este hombre rico, a un agricultor quien, de todos los empresarios, debería ser el más consciente de que su riqueza no procede sólo de sus habilidades sino de la mano bondadosa de Dios. Pero a pesar de esto, ante lo abundante de su cosecha, este hombre no eleva sus ojos al cielo para atribuírselo a Dios ni emite palabra alguna de gratitud. Esta es la razón por la que se dice en Proverbios 28:11, “El rico es sabio ante sus propios ojos…” El que siente que se ha “hecho a sí mismo” y que ha logrado “el éxito” por su sola destreza llega a pensar que está bien casi en todo lo que piensa y hace. Creer esto crea un verdadero obstáculo para pensar que necesito de Dios. La riqueza más que al orgullo debe conducir mi corazón a la gratitud y a la humildad delante de Dios quién ha concedido favor. Pero se debe mencionar algo que parece paradójico: si es Dios quién da, asimismo en Dios quien quita o retiene. De la mano bondadosa de Dios proviene tanto la riqueza como la pobreza. Así como el rico tiende a olvidarse de la bondad de Dios en su progreso y eso lo enorgullece, de la misma manera el pobre tiende a olvidarse de la bondad de Dios en su pobreza y eso lo irrita.
  2. Las riquezas no nos son dadas sólo para nosotros. Contrario a lo que pasa, la abundancia debería aumentar mi nivel del dar, no sólo mi nivel de vida. Ante la abundante cosecha se le presenta un “buen problema”: tiene tanto que no sabe dónde lo va a guardar; es típica la “ansiedad de la conservación” de la riqueza. En su auto-conversación, notamos un hombre enfocado en sí mismo. El avaricioso, el materialista, la persona que cuyo tesoro está aquí y no allá, vive de manera egoísta, centrado en sus deseos más que en las necesidades de los demás. De la misma forma que no vemos gratitud hacia Dios para la abundante cosecha que recibió, tampoco vemos sensibilidad y disposición a compartir hacia los necesitados. La palabra “generosidad” en la Biblia puede traducirse como “mano abierta”; implica dar libremente, sin ser obligado. Dios es generoso (Mateo 5:43-45) y abundante (Santiago 1:5; Tito 3:6); Su mayor acto y muestra de generosidad es la cruz. Pero la generosidad no sólo es mostrada por Dios mismo en Su trato hacia nosotros sino exhortada para que la practiquemos. Él espera que Sus hijos sean “intencionalmente y gozosamente” generosos en todo y en especial con esto de los recursos materiales.
  3. El que acumula tesoros en la tierra y no es rico para con Dios olvidó fue lo corta que es la vida aquí. La realidad de la muerte le quita el sentido a vivir sólo para aquí y para el ahora (Lucas 12:20). Este es el hombre que ha alcanzado “el éxito”, ha trabajado y acumulado lo suficiente para decirse a sí mismo: disfruta, descansa, come, bebe. Humanamente hablando, al menos en la historia, no vemos indicio de problema mayor. Pero hay un problema que nadie pudo anticipar: morirá el mismo día que se dispone a disfrutar de “su riqueza”. Ante la realidad de la muerte, ha quedado expuesta su pobreza; a pesar de ser un hombre materialmente “previsor” no lo fue espiritualmente. Dios lo confronta con su falta de previsión y le llama “necio” o tonto, ignorante, simple, sin sentido común, no sabio. La Palabra nos dice en Eclesiastés 7:2;4, “Mejor es ir a una casa de luto que ir a una casa de banquete, porque aquello es el fin de todo hombre, y al que vivelo hará reflexionar en su corazón. El corazón de los sabios está en la casa del luto, mientras que el corazón de los necios está en la casa del placer.” Es de sabios pensar en que somos temporales, finitos y, para Dios, vive mejor el que sabe que va a morir ya que saber que nuestro tiempo es limitado nos enfoca en lo importante.
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Economista de profesión y pastor de corazón. Posee una maestría en Estudios Bíblicos en el tradicional Moody Bible Institute de Chicago. Como economista, cursó estudios de Maestría en Macroeconomía Aplicada en Chile a mediados de los 90’s para ejercer dicha profesión durante casi 15 años en el medio económico-empresarial. Ha laborado desde los inicios de la IBI, pasando por diversas asignaciones conforme el crecimiento lo requirió. Desde 2004 es uno de los pastores de la IBI, y desde 2009 lo ha sido a tiempo completo. Entre sus funciones se encuentran el manejo administrativo y financiero de la IBI e Integridad & Sabiduría. Asimismo, está a cargo del Ministerio de jóvenes adultos de la IBI (M-Aquí). Cuando las circunstancias lo requieren, es uno de los pastores que predica en la IBI. De hecho, la enseñanza de la Palabra de Dios es su mayor pasión, sobre todo su aplicación práctica a la vida. Está casado con Chárbela El Hage y juntos tienen dos hijos: Elías y Daniel.

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