Algunas palabras con relación a los dones más controversiales:
Sobre el don de profecía
El don de profecía ha sido muy mal entendido. La palabra profetizar en su significado primario no es predecir el futuro. De hecho, 1 de Corintios 14:3 dice: «Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación». En esas tres cosas -edificación, exhortación y consolación- no encontramos ninguna predicción del futuro. De manera secundaria, el profetizar sí significa la predicción del futuro, pero en su forma primaria la palabra profetizar significa «exponer la voluntad de Dios». De esa manera cuando el pastor predica un mensaje y está exponiendo la voluntad de Dios, eso es una actividad profética.
En cuanto a si los profetas están presentes hoy en día o no, tenemos que hacer la diferencia entre lo que es el oficio de profeta, como lo vemos en el Antiguo Testamento, y lo que pudiera ser una revelación que Dios traiga al corazón o la mente de alguien hoy en día. El hecho de que Dios sobrenaturalmente pueda revelar algo al corazón o a la mente de una persona no lo constituye en profeta. Lucas 16:16 nos habla de que la ley y los profetas fueron hasta Juan, refiriéndose a Juan el Bautista. Con este verso podemos ver que hubo una diferenciación entre lo que fue la época del Antiguo Testamento, donde Dios les dio la ley y los profetas, hasta Juan el Bautista; y luego a partir de ahí, Dios le estaba dando continuidad a su plan pero ya de otra manera. Y en esta ocasión lo hizo a través de los apóstoles y no a través de individuos constituidos como profetas.
Cuando el Nuevo Testamento usa el término de profeta, no lo usa de la misma manera que se usó en el Antiguo Testamento, y lo sabemos por varias razones:
- Lucas 16:16 establece que la Ley y los profetas fueron hasta Juan (el Bautista). Juan el Bautista fue la última figura similar al profeta del Antiguo Testamento y fue más bien una figura transitoria.
- En el libro de los Hechos, capítulo 21:8-14 encontramos lo siguiente: “Al día siguiente partimos y llegamos a Cesarea, y entrando en la casa de Felipe, el evangelista, que era uno de los siete, nos quedamos con él. Este tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban. Y deteniéndonos allí varios días, descendió de Judea cierto profeta llamado Agabo, quien vino a vernos, y tomando el cinto de Pablo, se ató las manos y los pies, y dijo: Así dice el Espíritu Santo: «Así atarán los judíos en Jerusalén al dueño de este cinto, y lo entregarán en manos de los gentiles.» Al escuchar esto, tanto nosotros como los que vivían allí le rogábamos que no subiera a Jerusalén. Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis, llorando y quebrantándome el corazón? Porque listo estoy no sólo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús. Como no se dejaba persuadir, nos callamos, diciéndonos: Que se haga la voluntad del Señor”.
Aquí aparece el profeta Agabo, profetizando que Pablo iría a Jerusalén y que sería atado en cadenas y en respuesta a eso él, junto con la comunidad, le pide a Pablo que no vaya a Jerusalén. Pablo en su calidad de Apóstol le pide que paren de hacer esa petición porque lo único que estaban haciendo era entristeciendo su espíritu y que él tenía que ir a Jerusalén por designio de Dios. En este caso usted tiene al profeta con una opinión contraria a la del apóstol y esto nunca hubiese pasado en el Antiguo Testamento, donde el creyente tenía que obedecer la voz infalible del profeta. Note como al final terminaron diciendo: “que se haga la voluntad de Dios”. Si Agabo hubiese sido un profeta al estilo del AT, esa frase no tendría cabida porque lo que Agabo reveló hubiese sido la voluntad de Dios, y ya no habría que preguntarse acerca de cuál sería la voluntad del Señor. El verdadero profeta del A.T siempre era infalible según revela el texto de Deuteronomio 18 que citamos más arriba.
1 de Corintios 14:29-30 dice: “Y que dos o tres profetas hablen, y los demás juzguen”. Pero si a otro que está sentado le es revelado algo, el primero calle”. La idea aquí es que lo que un profeta diga sea com- probado por otros que estén en la congregación o por la misma congregación. De ahí que dice que si dos o tres profetas hablan que los demás juzguen; en otras palabras, disciernan lo revelado. La revelación del profeta del Antiguo Testamento no estaba sujeta al escrutinio de dos o tres profetas o de la congregación o comunidad donde él estaba profetizando, lo que él decía era incuestionable porque era Palabra de Dios. Como esta infalibilidad profética no existía en el Nuevo Testamento, obviamente cuando se traía alguna revelación tenía que ser juzgada por los demás. De ahí una vez más la expresión “que los demás juzguen”.
Todo lo anterior es para hacer la aclaración, primero, de cuál es el significado primario de la palabra profetizar y segundo, para aclarar que el don de profetizar de que habla el Nuevo Testamento no es equivalente al oficio de profeta del Antiguo Testamento.
Sobre el don de lenguas
Este es otro don que ha causado una gran controversia. Hay un grupo que entiende que este don, al igual que otros dones sobrenaturales, ya pasaron y que estuvieron presentes hasta que murió el último de los apóstoles. En el otro extremo, otros creen que estos dones están presentes, pero lo usan de una manera completamente antibíblica, violando parámetros que Pablo establece en 1 de Corintios 14. Otros como nosotros, estamos en una posición intermedia donde creemos que los dones están presentes hoy, pero que su ejercicio necesita ser regulado por la Palabra de Dios.
La primera manifestación del don de lenguas aparece en el libro de Los Hechos, en 2:4-8«4Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba habilidad para expresarse. 5Y había judíos que moraban en Jerusalén, hombres piadosos, procedentes de todas las naciones bajo el cielo. 6Y al ocurrir este estruendo, la multitud se juntó; y estaban desconcertados porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. 7Y estaban asombrados y se maravillaban, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que están hablando? 8¿Cómo es que cada uno de nosotros les oímos hablar en nuestra lengua en la que hemos nacido?».
Esta experiencia en el libro de los Hechos obviamente fue una experiencia usada por Dios, donde Él permitió que individuos que hablaban diferentes lenguas humanas, pudieran oír el mensaje que Pedro estaba predicando en sus propios idiomas. Este don así expresado, no requirió de ningún intérprete porque cada cual oyó el mensaje en su propia lengua, y fue usado de una manera evangelística, para la predicación del mensaje.
Este don de lenguas es diferente, a nuestro entendimiento, del que aparece descrito en 1 de Corintios 14 y que es precedido por un verso introductorio en 1 Corintios 13 . 1 Corintios 13:1dice: «Si yo hablara lenguas humanas y angélicas, pero no tengo amor, he llegado a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe». Notemos cómo el apóstol Pablo dice «Si yo hablara lenguas humanas y angélicas», como tratando de hacer una diferenciación entre lo que son las lenguas humanas y las lenguas angélicas. Creemos que este don de lenguas que está más claramente descrito en el próximo capítulo 14 de Primera de Corintios, se refiere a lenguas angelicales y no a lenguas humanas por varias razones. En primer lugar, este don descrito en la carta a los corintios, requiere de un intérprete, y que ese intérprete tenga el don de la interpretación. Eso no fue requerido en el don de lenguas manifestado en el libro de Los Hechos, capítulo dos. En segundo lugar, en el libro de Los Hechos se nos describe el ejercicio del don de lenguas y este sirvió para evangelizar; pero el propósito del don de lenguas descrito en 1 Corintios 14 no tiene nunca el propósito de la evangelización, sino que su propósito es el alabar y glorificar a Dios como vamos a ver más adelante. En tercer lugar, de este don descrito en 1 Corintos 14 se nos dice que el que ha bla en lenguas no habla a los hombres sino a Dios, y obviamente si no le habla a los hombres pues no debe ser el don de hablar lenguas humanas.
Habiendo dicho eso como introducción al don de lenguas, veamos algunas de las cosas que Pablo nos dice en 1 Corintios 14 en los primeros versículos de este capítulo:
1 Corintios 14:2 «Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios, pues nadie lo entiende…».
Si no le habla a los hombres entendemos entonces que esta no es una lengua humana. Si solamente le habla a Dios, creemos que esta es una lengua angelical que solamente puede ser entendida por Dios.
1 Corintios 14:4 dice que «El que habla en lenguas, a sí mismo se edifica, pero el que profetiza edifica a la iglesia».
Pablo nos está estableciendo la diferencia entre lo que es el don de lenguas y lo que es el don de profecía. Cuando se profetiza, se profetiza para edificar la iglesia; cuando se habla en lenguas muchas veces la edificación primera la recibe aquel que ejerce el don, pero los dones se nos dan primordialmente para la edificación del cuerpo de Cristo.
1 Corintios 14:5 no dice que «el que profetiza es superior al que habla en lenguas». Y eso es importante recordarlo, simplemente porque muchos son los que han elevado el don de lenguas a una categoría que no tiene, haciendo esta experiencia muy superior a cualquier otra experiencia, sólo por lo llamativa y atractiva que es.
Notemos cómo el apóstol Pablo dice que si hablo en lenguas y no se lo que dije hablo al aire (v.9). De manera que la experiencia del don de lenguas sin el entendimiento del mismo no tiene ningún sentido, sería el equivalente al hablar al aire, y ya sabemos lo poco productivo que es hablarle al aire. Pablo amplía esto más en 1 Corintios 14:14-17 «14Porque si yo oro en lenguas, mi espíritu ora, pero mi entendimiento queda sin fruto. 15Entonces ¿qué? Oraré con el espíritu, pero también oraré con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero también cantaré con el entendimiento. 16De otra manera, si bendices sólo en el espíritu, ¿cómo dirá el Amén a tu acción de gracias el que ocupa el lugar del que no tiene ese don, puesto que no sabe lo que dices? 17Porque tú das gracias bien, pero el otro no es edificado».
Aquí el apóstol nos está diciendo que él no quiere simplemente orar con el espíritu, que sería el orar en lenguas, sino que el quiere orar también con su entendimiento, porque sino, su entendimiento quedaría sin edificar.