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Dones del espíritu – 1era parte

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Dones espirituales es una palabra que viene del griego que es JARISMATA, y es derivado de otra palabra que es JARIZESTHAI que significa mostrar favor o dar libremente. JARIS significa gracia. A la luz de lo que la Palabra de Dios dice y de este significado en el original, podemos decir que un don espiritual es la habilidad sobrenatural dada por Cristo al creyente por medio del Espíritu Santo en el momento de su salvación o después, para el servicio del cuerpo de Cristo.

La doctrina de los dones del Espíritu Santo es casi exclusivamente paulina. El único otro autor que habla acerca de estos dones es Pedro en su primera carta capítulo 4, versículo 10. La primera pregunta que tenemos que hacernos con relación a los dones es; ¿quién da los dones del Espíritu? Cuando nosotros leemos 1 de Corintios 12 y Efesios 4 , nos damos cuenta que los dones son dados a través del Espíritu Santo, pero los recibimos en nombre y por autoridad de la persona de Jesús.

1 de Corintios 12:7 dice «Pero a cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común».Esto implica que el ejercicio de todo don espiritual debe tener como meta el que todo el cuerpo de Cristo sea edificado. Ningún don es dado o debe ser ejercido de manera egoísta o personal, para la edificación de esa sola persona que tiene el don.

Es bueno distinguir entre lo que son dones espirituales y lo que son talentos naturales. Los talentos naturales son dados por Dios, pero llegan a nosotros a través de nuestros padres, a través de nuestros genes. Son parte de la herencia biológica que recibimos de ellos. Sin embargo, los dones espirituales son dados por Dios independientemente de los padres. Esto quiere decir, que no es algo que yo recibo por herencia sino que es algo que yo recibo por gracia en el momento de mi conversión o después. No hay ningún versículo bíblico que establezca claramente cuándo son recibidos los dones; si en el momento de creer o después. Estos talentos naturales que están presentes en nuestro nacimiento pueden desarrollarse y quedar al servicio de todo hombre, creyente o no creyente. Sin embargo los dones del Espíritu  Dios los da primordialmente para beneficio de su iglesia, el cuerpo de Cristo, como vemos en 1 de Corintios 12, 14 y Efesios 4 .

En la Palabra de Dios hay 4 listas de dones. Estas listas no necesariamente son exhaustivas y por tanto ninguna de estas listas está completa por sí misma. Las mismas aparecen en 1 de Corintios 12:8-10; 1 de Corintios 12:28-30; Romanos 12:6-8 y Efesios 4:11 .

Para continuar con nuestra explicación acerca de los dones, quizás valga la pena hacernos la pregunta: ¿Quiénes reciben los dones? Una vez más, 1 de Pedro 4:10 dice «Según cada uno ha recibido un don especial, úselo sirviéndoos los unos a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios». Esto implica que cada creyente recibe por lo menos un don; algunos han recibido más de uno, pero por lo menos un don es recibido por cada creyente, de acuerdo a lo que dice esta cita, «según cada uno ha recibido un don especial».

El apóstol Pablo en 1 de Corintio 7:7 dice: «Sin embargo, yo desearía que todos los hombres fueran como yo. No obstante, cada cual ha recibido de Dios su propio don, uno de esta manera y otro de aquélla». Aquí el apóstol Pablo está haciendo referencia al don de continencia. Pero él, dentro de ese contexto, dice que cada cual ha recibido de Dios su propio don. Lo que una vez más nos afirma que por lo menos un don es dado a cada creyente. Por otro lado, es bueno recordar que ningún creyente tiene todos los dones. 1 de Corintios 12:29-30 dice lo siguiente:«¿Acaso son todos apóstoles? ¿Acaso son todos profetas? ¿Acaso son todos maestros? ¿Acaso son todos obradores de milagros? ¿Acaso tienen todos dones de sanidad? ¿Acaso hablan todos en lenguas? ¿Acaso interpretan todos?. La respuesta es obvia, nadie tiene todos los dones.

Con relación a quién decide qué don yo recibo, necesitamos recordar que los dones son dados por el Espíritu de Dios de una forma soberana conforme al llamado que Él nos haya hecho. Los dones no me son dados por el grado de santificación que yo adquiera, sino que Dios nos equipa con sus dones conforme al llamado que Él nos haya hecho, para que podamos realizar el propósito para el cual Él nos creó y nos llamó.

1 de Corintios 12:11: «Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, distribuyendo individualmente a cada uno según la voluntad de El». ¿La voluntad de quién? La voluntad del Espíritu que hace la distribución de los dones. De manera que debiéramos no necesariamente pedirle a Dios que nos de el don que queremos, sino pedirle a Dios que nos de el don necesario para nosotros llevar a cabo el propósito para el cual Él nos salvó.

Una vez más, quisiéramos enfatizar cuál es el propósito de los dones y quisiéramos hacer esto basados en Efesios 4:11-13 : «Y El dio a algunos el ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros, a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo». Ese es el propósito del don: «Edificar el cuerpo de Cristo», hasta que todos lleguemos a la condición de un hombre maduro. Esto es algo que nosotros lo podemos ver de otra manera cuando Pablo hace referencia al don de hablar en lenguas en 1 de Corintios 14:19, donde él dice: «sin embargo, en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para instruir también a otros, antes que diez mil palabras en lenguas». El énfasis de Pablo está en que la preferencia debe estar en que otros en- tiendan y sean edificados. Por eso él habla de que prefiere hablar cinco palabras con entendimiento antes que diez mil palabras en lenguas. Pablo está sumamente preocupado por el hecho de que el ejercicio de un don pudiera resultar en el no entendimiento de los demás.

El creyente que ha recibido un don pudiera ser negligente con su don, como vemos en las palabras de Pablo para Timoteo:

1 de Timoteo 4:14 «No descuides el don espiritual que está en ti, que te fue conferido por medio de la profecía con la imposición de manos del presbiterio».

2 Timoteo 1:6 «Por lo cual te recuerdo que avives el fuego del don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos».

Parece ser que el apóstol Pablo estaba tratando de estimular a Timoteo en un momento en que Timoteo quizás no estaba siendo fiel al ejercicio de su don. Él le está diciendo que «avive el fuego del don de Dios» y  recordándole también que no descuide el don espiritual que ya está en él; quizás esto era algo que estaba ocurriendo en Timoteo.

Entre los dones del espíritu quizás los más controversiales sean el don de profecía, el don de lenguas, el don de sanidad y demás. Creemos que se hace necesario hacer la salvedad nuevamente, de que los dones no son dados por la santidad de una persona o la santidad de una iglesia. El mejor ejemplo de esto es la iglesia de Corinto, que era una iglesia altamente pecaminosa donde Pablo nos informa en 1 de Corintios 3 que habían divisiones, chismes, que incluso cuando se celebraba la cena del Señor algunos se emborrachaban con vino y otros comían más de la cuenta y no dejaban comida para otros (Capítulo 11). Había un caso incluso de una persona que estaba viviendo con la mujer de su padre (su madrastra) (1 Co. 5). Sin embargo, esta es la iglesia en donde abundaban los dones espirituales. Esto nos da una idea de que los dones no nos son dados por nuestro grado de santidad.

Lo que si estaba ocurriendo en Corinto es que era una comunidad altamente pagana y los nuevos convertidos venían precisamente de ese trasfondo pagano y pecaminoso. Era una ciudad que tenía un templo con mil prostitutas y por consiguiente esta ciudad estaba inmersa en el poder del mundo de las tinieblas. La población estaba acostumbrada a ver grandes manifestaciones sobrenaturales de parte del poder de las tinieblas. En ese contexto, Dios entendió que fue necesario que Él se manifestara sobrenaturalmente precisamente para demostrar que Él como Dios era mucho más grande, mucho más poderoso que los dioses a quienes ellos servían.

Entendemos que el Dios que hizo eso ayer, lo hace hoy y lo hará mañana cada vez que Él entienda que sea necesario la autentificación de su mensaje o su mensajero. Es bueno recordar que el contexto de la iglesia de Corinto se da en ocasiones en la iglesia de hoy en día, en lugares donde el poder de las tinieblas tiene mucho lugar por el número de personas que practican lo oculto en ciertas comunidades. En estos casos, la lucha que se da alrededor de la iglesia es una lucha de poder, donde hay individuos que han vivido grandes experiencias bajo el poder de las tinieblas y que están acostumbrados a ver esas grandes manifestaciones. Esas personas con frecuencia desafían el mensaje de Dios o al mensajero de Dios, haciendo demostración de su poder y casi retando al mensajero de Dios a que demuestre que verdaderamente el Dios de la Biblia es más poderoso que el dios a quien ellos sirven. Este desafío a veces es abierto y otras veces es mas callado. Algo similar quizás pueda verse en la confrontación que tuvo Elías con los 450 profetas de Baal, donde Elías, para demostrar precisamente la supremacía de Dios, los retó a ir al monte Carmelo y a tener un duelo, por así decirlo, con esos “dioses”.  Allí quedó demostrado con manifestaciones sobrenaturales quién era Dios verdaderamente. De esa misma manera, creemos que Dios sigue hoy manifestándose sobrenaturalmente cuando Él entiende que así debe hacerlo.

Como una nota interesante queremos recordar que en el mundo occidental, que corresponde a lo que es América y Europa, y en partes del resto del mundo donde la educación ha ido avanzando, la gran lucha no es tanto una lucha de poder, como se vio en Corinto y como se ve en algunos lugares, sino que la lucha usualmente es una lucha por la verdad que se da en los centros académicos o en las universidades,. En lugares donde la verdad de Dios es retada, donde la gente enseña que no hay absolutos y donde con frecuencia se pone en entredicho lo que la Palabra dice. En medio de esa lucha por la verdad, Dios levanta grandes expositores, defensores y maestros de Su Palabra, que son los que están llevando a cabo su defensa. Y llevan a cabo esa defensa a través del mismo Espíritu que en otras localidades y en otros momentos hace manifestaciones sobrenaturales para la confirmación del mismo mensaje o mensajero.

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