“El ladrón solo viene para robar, matar y destruir.
Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.”
(Juan 10:10)
Cristo es el buen pastor, no es el ladrón, “El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir”. Los que vienen a robar, a privarnos de Cristo y de Sus pastos, vienen a matar y a destruir espiritualmente. Hay impostores religiosos que no son más que asesinos de almas. El objetivo del Buen Pastor es, “dar vida”. Jesús vino a poner vida en el rebaño, que parecía un valle de huesos secos (Ezequiel 37), más bien que personas vivas rodeadas de pastos alimenticios. La palabra “vida” aquí, incluye toda clase de bienes espirituales. Vemos que además Jesús añade “y para que la tengan en abundancia”; Él nos provee mayor abundancia de lo que podríamos pedir o imaginar (Efesios 3:20).
La abundancia, en el hebreo es “perisso”, significa superabundancia, excesivo, rebosante, exceso, más que suficiente, profuso, extraordinario, mucho más de lo necesario; es un Shalom (Strong #4053). Y “shalom” es un estado de bienestar, salud, reposo. Es estar completo (cuerpo, mente, emociones, relaciones). Este es el descanso que Dios quiere para nosotras.
Desde el comienzo mismo de los tiempos, las Escrituras nos muestran a Dios queriendo que seamos bienaventurados, felices, dichosos, prósperos. En Génesis se nos revela a Dios creando todas las cosas y declarando que todo era bueno. Luego dio esta tierra bella y abundante a Adán y a Eva, les mandó a que ejercieran dominio sobre todo lo creado (Génesis 1:28); pero, por supuesto, sabemos lo que pasó, lo acontecido en Génesis 3; la desobediencia destruyó la vida abundante, ya no más bienaventurado, se terminó el reposo y desaparece esa prosperidad que Dios había prometido en su pacto con el hombre.
La buena noticia es que Cristo vino a la tierra en defensa de la vida; en el verso de Juan 10:10 Jesús declara Su intención de recobrar y restaurar lo que el Padre ofreció al hombre en el principio. Cristo vino en defensa de la vida, vino a liberarnos del pecado y de la muerte. Mediante su muerte y resurrección ha abierto una nueva dimensión de vida para todas nosotras, para que todas las cosas sean hechas nuevas (2 Corintios 5:17). Y de hecho sabemos y debemos estar consciente de esto: “Ustedes saben que no fueron redimidos de su vana manera de vivir heredada de sus padres con cosas perecederas como oro o plata, sino con sangre preciosa, como de un cordero sin tacha y sin mancha: la sangre de Cristo.” (1 Pedro 1:18-19)
El SEÑOR, nuestro Dios, es verdaderamente bueno y se interesa por nuestro bienestar, desea que descansemos en Él, no solo espiritualmente, sino físicamente también. Dios nos da períodos de descanso y no lo tomamos; y cuando no entramos en el reposo, es desobediencia, porque el descanso es un precepto o mandamiento que Dios ha establecido, lo podemos ver en las Escrituras desde el principio (Génesis 2:2; Levítico 23:3; Deuteronomio 5:14). Ese reposo es un descanso para dedicarlo al SEÑOR; cuando tenemos intimidad con Él, nuestro espíritu, cuerpo y todo nuestro ser descansa verdaderamente.
En una ocasión, hace un buen tiempo, Dios me dio un descanso, era una buena oportunidad, pero ¿saben lo que hice? Seguí afanándome y compitiendo, principalmente conmigo misma, quería lucir bien; hasta que un día en la madrugada me despertó la alarma con estos versos:
“Por tanto, temamos, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en Su reposo, alguno de ustedes parezca no haberlo alcanzado. Porque en verdad, a nosotros se nos ha anunciado las buenas nuevas, como también a ellos. Pero la palabra que ellos oyeron no les aprovechó por no ir acompañada por la fe en los que la oyeron” (Hebreos 4:1-2).
“Por tanto, esforcémonos por entrar en ese reposo, no sea que alguien caiga siguiendo el mismo ejemplo de desobediencia” (Hebreos 4:11).
La verdad es que no entendía, pero sí estuve meditando en ello todo el día, hasta que un consejero me explicó que Dios me había enviado a ese lugar a descansar, a tener un encuentro cercano con Él, no a seguir haciendo lo que rutinariamente hacía, ¡era un tiempo de descanso!
Cristo es el buen Pastor, la fe en Él como Mesías y el Hijo de Dios, es el único camino para ser salvo del pecado y del infierno; para recibir la vida eterna, solo Jesucristo es la verdadera fuente del conocimiento de Dios y la única base para obtener seguridad espiritual y descanso. Cristo es siempre algo más y algo mejor, pues es vida y vida eterna.
Cuando Jesús estaba en la tierra mandaba a sus discípulos a lugares tranquilos para descansar:
“Los apóstoles se reunieron* con Jesús, y le informaron sobre todo lo que habían hecho y enseñado. Y Él les dijo*: «Vengan, apártense de los demás a un lugar solitario y descansen un poco». Porque había muchos que iban y venían, y ellos no tenían tiempo ni siquiera para comer. Y se fueron en la barca a un lugar solitario, apartado” (Marcos 6:30-32).
Lo podemos ver, ¿verdad? A Dios le interesa que tengamos reposo. Usemos nuestro tiempo libre para acercarnos en intimidad con nuestro SEÑOR, porque es a nosotras, a quienes verdaderamente nos vendrá bien y seremos dichosas.
¡Dios les bendiga!