Este domingo el pastor Miguel Núñez continuó con la serie “Hasta los confines de la tierra” predicando el sermón “De rebelde a predicador”. El texto, Hechos 9:1-19, narra la historia de la conversión más importante de los últimos 2000 años de la historia cristiana: la de Saulo de Tarso quien conocemos como el apóstol Pablo. No hay lugar a dudas de que estos cambios en el mundo los hizo Dios a través de Pablo.
A través del libro de Hechos se ve que Saulo era un judío que respiraba amenazas y muerte contra los discípulos del Señor. Como otros perseguidores de los hijos de Dios, Saulo creía estar sirviendo a Dios, mientras que daba muerte a aquellos que eran siervos de Dios. Saulo, específicamente, era extremadamente religioso (Filipenses 3: 5-6); creía en Jehová, pero tenía su confianza depositada en su habilidad de complacer a Dios cumpliendo la ley. Por eso es que Pablo dice que el pecado lo engañó y lo mató (Romanos 7:11) lo cual es la expresión extrema de la rebelión que existe en el corazón de cada ser humano.
Si la rebelión es la inclinación natural del corazón humano, la misericordia es la inclinación natural del corazón de Dios. Mientras el corazón rebelde de Pablo salió a perseguir a los creyentes, el corazón misericordioso de Jesús salió a perseguir a Pablo. Jesús interceptó a Pablo cuando este iba camino a Damasco en búsqueda de más cristianos. Como fruto de este encuentro con Cristo, Saulo quedó ciego temporalmente; aun así, Cristo lo instruyó a que continúe su camino hacia Damasco. Ahí se encontró con un discípulo de Jesús a quien Dios había preparado para ese día: Ananías.
Ananías tenía dudas acerca de Saulo por lo que había oído de él y le expresa esa duda al Señor. Como respuesta, el Señor no se enojó con Ananías, sino que le explica Su propósito a Saulo (v. 15-16). La elección soberana de sus instrumentos siempre ha sido la manera natural De Dios llevar a cabo la evangelización del mundo. De aquí en adelante Saulo fue el principal instrumento de Dios para llevar el Evangelio ante lo gentiles, Reyes y aún ante los hijos de Israel.
Alguien pudiera objetar y decir, ¿Cómo es posible que Dios llame a un hombre a trabajar en aras del reino y al mismo día que lo llama, le informa que el llamado es doble: uno a ser instrumento en las manos de Dios y el otro a sufrir como instrumento del mismo Dios? Cuando sufrimos por causa de Cristo, nuestro sufrimiento se convierte en un mensaje poderoso a favor de la gracia de Dios.
Ananías fue instruido que para que fuera a la calle llamada Derecha y que entrara a la casa de Judas donde se estaba quedando Saulo. Él está allí orando y mientras oraba vio “en una visión a un hombre llamado Ananías, que entra y pone las manos sobre él para que recobre la vista.” Saulo recobró la vista, fue llenado por el Espíritu, bautizado y en seguida se puso a predicar a favor de Cristo. En un solo día, Saulo pasó de rebelde a predicador y de un hombre perdido a un hombre salvo.