Inicio Artículos Dando gracias a Dios en toda circunstancia

Dando gracias a Dios en toda circunstancia

2161
0

“Sean agradecidos en toda circunstancia, pues esta es la voluntad de Dios para ustedes, los que pertenecen a Cristo Jesús”. (1 Tesalonicenses 5:18) 

Este pasaje es una invitación perfecta a poner en práctica nuestra fe, mostrando al mundo que hemos arraigado nuestras almas en un Dios Todopoderoso, que gobierna todas las cosas, sin descansar ni desmayarse jamás y que cuida de nuestras almas con atención minuciosa, sin pasar por alto ningún detalle. 

Y Dios, consciente de nuestras debilidades, a lo largo de las Escrituras, nos recuerda constantemente la importancia de ser agradecidas en todo tiempo, pues conoce nuestras debilidades. Él sabe que es sencillo para nosotros estar agradecidos cuando las circunstancias son favorables desde nuestra perspectiva. Sin embargo, cuando nuestras fuerzas físicas y emocionales disminuyen, y la vida nos somete a pruebas que nos llenan de fragilidad, nuestra fe tiende a debilitarse y vacilar. Es en esos momentos cruciales donde debemos recordar quién está en control y quién permite las pruebas. 

Recordemos cómo los discípulos se llenaron de pánico en el mar de Galilea cuando las mareas altas y los vientos contrarios agitaron su barca. Esta ansiedad es similar a la que experimentamos tú y yo cuando se tambalea lo que valoramos profundamente en la vida. Es cuando las mareas y los vientos de la adversidad nos resultan desfavorables, que debemos clamar a Cristo, tal como lo hizo Pedro cuando caminó sobre el agua y luego se llenó de temor al apartar la mirada de su Señor, gritando: «¡Señor, sálvame!».  

Si bien se reconoce una actitud impulsiva en Pedro, debemos reconocer que nosotras tenemos muchísimo que aprender de esta circunstancia cuando las tormentas llegan a nuestras vidas. En especial para mantener la mirada puesta en Jesús:   

  1. En ocasiones es necesario dar pasos de fe, sin importar que la marea esté alta.  Este paso inicial de Pedro fue admirable, pues mostró su voluntad de seguir a Jesús aún en medio de la tormenta.  
  1. Que la duda y el miedo no nos paralice.  Por el contrario, que sean éstas las que nos impulsen a fortalecer y exhibir nuestra fe para la gloria de aquel en quién hemos creído.  
  1. Cuando lleguen los momentos de incertidumbre, ansiedad y/o temor, estemos resueltas a clamar, implorar e invocar en oración a aquel que está dispuesto a responder y ayudarnos, para quien nada es imposible.  
  1. Así como Pedro regresó a la barca, de la mano de Jesús, mantengamos esa cercanía y vínculo en toda circunstancia con nuestro Salvador y Redentor.  

Como sabemos, Cristo no solo rescató a Pedro de hundirse, sino que también calmó la tormenta. Nuestro Dios bondadoso e inmutable no tarda en extender su mano y, al igual que con Pedro, nos anima a cobrar ánimo, reconociendo que solo Él tiene el control. Por esta razón, no hay motivo para temer, sino para agradecer en todo momento que no importa la circunstancia, El ha prometido estar con nosotros, todos los días, hasta el fin del mundo. 

Dios comprende nuestra tendencia natural a dudar de lo que, en nuestras mentes finitas, parece humanamente imposible. Sin embargo, todos los días nos desafía a vivir por fe y no por lo que podemos percibir. Él es el mismo a quien los discípulos se preguntaron: «¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?» (Mateo 8:27). En Su poder, «nada es imposible» (Lucas 1:37) y «lo que es imposible para los hombres es posible para Dios» (Lucas 18:27). 

En última instancia, hermanas amadas, estamos llamadas a no distraernos ni a dispersar nuestras mentes cuando enfrentamos las tormentas de la vida. Al contrario, debemos mantener nuestra mirada fija en aquel que ama nuestras almas y tiene el poder de rescatarnos incluso en medio del «valle de sombra de muerte». Charles Spurgeon lo expresó de manera elocuente al decir que «en un verdadero creyente, los problemas graves aflojan las raíces de su alma en la tierra y fortalecen el anclaje de su corazón en el cielo«. 

Y aunque suene repetitivo, podemos concluir diciendo que la gratitud a Dios en toda circunstancia se convierte en una respuesta natural cuando mantenemos nuestra mirada en Él, reconociendo que todas las cosas cooperan para el bien de aquellos que son llamados según Su propósito (Romanos 8:28) y que, incluso cuando experimentemos afrentas y aflicciones por amor a Su nombre, podemos confiar en Su soberanía y en Su perfecta voluntad (Hechos 5:41-42, 1 Pedro 1:6-9). 

Es mi oración: 

  • Que Dios nos conceda a ti y a mi reflejarlo de una manera más profunda en toda circunstancia; que nuestra fe y confianza en El sean fortalecidas expresando gratitud, con la mirada siempre puesta en El.  
  • Que reconozcamos cada día que todo lo que poseemos y somos es gracias a su bondad, amor e infinita misericordia y que una actitud agradecida nos coloca en el lugar correcto.  
  • Que Dios nos conceda vivir en gratitud constante, por lo cotidiano, desde el pan que llega cada día a nuestras mesas, la vida misma con todo lo que ella trae.  
  • Que en toda circunstancia seamos agradecidas mostrando así nuestra dependencia y confianza en la soberanía y bondad de nuestro Dios.