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Cultivando relaciones saludables y piadosas  

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¿Qué sería de nuestra existencia sin esas personas que Dios coloca en nuestro sendero?  
A pesar de los desafíos inherentes que a menudo presentan, las relaciones humanas constituyen un pilar fundamental de nuestro propósito en Cristo. 

Aunque a veces resultan un reto, las relaciones forman parte esencial del plan de Dios para nuestras vidas. Desde nuestra creación, hemos sido forjados como seres intrínsecamente relacionales, diseñados para entrelazar nuestras vidas con las de otros: ya sean familiares, amigos, compañeros sentimentales, vecinos, colegas y, de un modo particularmente significativo, nuestros hermanos en la fe. Así pues, las relaciones son, en esencia, tanto una preciada dádiva celestial como una profunda e ineludible necesidad de nuestro ser. 

Ejemplos bíblicos que inspiran  

En las Escrituras encontramos vínculos profundos que trascienden el tiempo: Rut y Noemí, David y Jonatán, Pablo y Timoteo. En cada caso vemos lealtad, apoyo mutuo y perseverancia en medio de pruebas que pudieron separarlos. Estas historias nos animan a cultivar lazos que reflejen la fidelidad y el amor de Dios.  

El valor de las relaciones sólidas  

Las relaciones auténticas son un refugio en medio de la vida. Nos alegran en los tiempos buenos y nos fortalecen en las adversidades. Tal como enseña la Palabra:  

«Mejor son dos que uno, porque obtienen más fruto de su esfuerzo.  

 Si caen, el uno levanta al otro. ¡Ay del que cae y no tiene quien lo levante!  

 Si dos se acuestan juntos, entrarán en calor; uno solo ¿cómo va a calentarse?  

 Uno solo puede ser vencido, pero dos pueden resistir.  

 ¡La cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente!» (Eclesiastés 4:9-12, NVI). 

El desafío en un mundo quebrantado  

No obstante, mantener relaciones sanas en un mundo caído no es sencillo. Hoy vemos con frecuencia cómo el egoísmo y el individualismo enfrían el afecto natural. La Biblia ya lo anticipaba:  

«…debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos peligrosos.  Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno» (2 Timoteo 3:1-3, RVR1960). 

Amar al estilo de Cristo  

Construir relaciones piadosas siempre exigirá sacrificio: estar presentes, perdonar, consolar, escuchar y aconsejar aun cuando no sea fácil. Pero es precisamente ahí donde se nos da la oportunidad de amar como Cristo nos amó: con humildad y entrega.  

«Nada hagáis por egoísmo o por vanagloria; antes bien, con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; […] Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús» (Filipenses 2:3,5, RVR1960). 

Cristo como fundamento  

Las relaciones son como una carretera de doble vía: requieren respeto, comunicación, servicio y límites sanos de ambas partes. Pero lo indispensable es que Cristo sea el centro. Solo Él nos da la capacidad de reconciliarnos y de amar más allá de nuestras fuerzas:  

«Porque Él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación» (Efesios 2:14, RVR1960). 

Consejos prácticos para cultivar relaciones piadosas 

  • Escucha más de lo que hablas. Haz espacio para comprender al otro.  
  • Expresa gratitud. Reconoce a quienes Dios ha puesto a tu lado.  
  • Sé intencional. Busca momentos para compartir y edificar.  
  • Ora por tus relaciones. Presenta a tu familia, amigos y hermanos en la fe delante del Señor.  
  • Aprende a perdonar. Que las heridas sin sanar no te roben la oportunidad de mantener relaciones que son de bien para tu vida.  
  • Confronta con verdad y gracia. Pero mantén tu corazón humilde para recibir la confrontación cuando sea necesaria. 

Conclusión y llamado a la acción  

La forma más efectiva de construir relaciones sanas y llenas de amor genuino es manteniendo a Dios en el centro del corazón: amándolo por encima de todo, y luego amando al prójimo como a nosotros mismos. 

Hoy puedes dar un paso concreto: piensa en tres personas con las que desees fortalecer tu relación esta semana. Ora por ellas y busca una forma práctica de demostrarles el amor de Cristo.  

Ora con fervor y confía en que Dios puede proveer relaciones comprometidas y dispuestas a hacer por ti lo que sea necesario para llevarte a los pies de Cristo cuando no puedas llegar solo, así como lo hicieron los cuatro amigos del paralítico al introducirlo por el techo (Marcos 2:3-5); y que, de igual modo, tú seas esa clase de apoyo para otros.