Este domingo, el pastor Luis Méndez predicó el sermón “Cuando el viento es contrario” basado en Mateo 14:22-33.
En Mateo 14:22-33, encontramos a los discípulos de Cristo atrapados en las garras de una feroz tormenta después de ser instruidos por el Señor a cruzar el mar de Galilea. Estos 12 hombres obedecieron la voluntad del Señor y, sin embargo, se vieron enfrentados con una gran aflicción. Parecen estar atrapados en una tormenta y no pueden salir. ¡Todos tenemos tiempos así! Puede parecer que la tormenta nunca terminará y que no hay ningún bien posible que pueda surgir de lo que estás enfrentando. Afortunadamente, hay buenas noticias para nosotros de la Palabra de Dios. Si bien las tormentas de la vida nunca son agradables, sí producen ciertos beneficios en nuestras vidas que haríamos bien en aprender. Hebreos 12:11 dice, “Al presente ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza; sin embargo, a los que han sido ejercitados por medio de ella, les da después fruto apacible de justicia.” Estudiemos esta maravillosa historia y veremos que hay una dinámica simultanea que combina la grandeza de un Jesús que reina con poder soberano y la pequeñez de unos discípulos totalmente dependientes de El.
Mateo 14:22 inicia con las palabras “en seguida”, las cuales conectan el versículo con el contexto anterior. Jesús acababa de realizar un milagro extraordinario: alimentó a 5 mil hombres con cinco panes y dos peces. Había sido un día largo y tedioso que llegó a su fin. Inmediatamente después, los discípulos entraron a la barca en un acto de obediencia a Cristo. Esto demuestra que las dificultades que estaban a punto de experimentar en el mar no fueron provocadas por ellos, sino que surgieron del cumplimiento del mandato de Jesús. Las aflicciones son parte natural de nuestras vidas; pueden llegar aún en camino de obediencia. Dios está en el proceso de enseñarnos como confiar en Él; la fe nos guía a cruzar las dificultades y no querer escapar de ellas (Isaías 43:2-3).
Luego de despedirse de la multitud, Jesús se apartó un momento y se fue al monte a orar (Mateo 14:23). Fue un momento de intimidad y calidad con su Padre celestial antes de la tormenta. Mientras Jesús estaba enfocado en su tiempo de oración, los discípulos, en cambio, enfrentaban una gran dificultad (Mateo 14:24-27). Estaban lejos de la costa, en medio del mar, azotados por las olas porque el viento era contrario. Era una situación muy difícil y desesperante; temían por sus vidas. Deseaban avanzar, pero tenían las circunstancias en contra. Entonces, en ese momento de desesperación, Jesús vino a ellos andando sobre el mar. Jesús siempre vendrá a auxiliar a los creyentes en medio de la tormenta y nos redime y nos salva de ella.
Cuando los discípulos ven a Jesús experimentan temor. La tormenta, aunque es peligrosa, es algo familiar para estos hombres; sabían que esperar de una tormenta y que hacer para mantener la barca a flote. Al contrario, nunca habían experimentado el ver un hombre caminar sobre las aguas hacia ellos; tuvieron miedo y pensaron que era un fantasma. Entonces Jesús les habló, haciéndole una triple declaración: “Tened ánimo; soy yo; no temáis”. La primera frase, “tened ánimo” aparece en otras veces de este evangelio: Mateo 9:2 para alentar al paralitico y Mateo 9:22 para alentar a la mujer que sufría del flujo de sangre. La segunda frase, “Yo soy” es el nombre de Dios primero introducido en Éxodo 3:14. Ese es el tema central del evangelio de Mateo: la identidad de Jesús como verdadero Dios. Finalmente, la tercera frase: “no temáis” nos reafirma que, incluso en medio de la persecución, no tenemos por qué temer. Jesús está presente en medio de nosotros; a nosotros nos ofrece la misma seguridad en tiempos de enfermedad, muerte, persecución, o cualquier otro problema. La adversidad no es una señal del disgusto de Dios ni la prosperidad lo es del favor de Dios. Jesús dice que Dios “porque El hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos.” (Mateo 5:45).
Paradójicamente, las tormentas de la vida pueden ser señal de bendición. Cuando las cosas van marchando mal, nuestros corazones están más receptivos a Jesús. Un corazón quebrantado frecuentemente es una puerta a través de la cual Cristo puede entrar. El continúa viniendo a nosotros en medio de nuestros problemas diciendo, “¡Confiad, yo soy, no tengáis miedo!”
En Mateo 14:28-31, vemos la reacción de Pedro al ver a Jesús caminando sobre las aguas del mar. Pedro es un personaje especial con el cual nos relacionamos fácilmente; el representa nuestra realidad humana en los asuntos de la fe. Pedro no era su real nombre; fue un sobrenombre que Jesús le dio que significa “roca”. Su real nombre era Simón. Piensa en el como dos diferentes personas atrapadas en un mismo cuerpo: Pedro y Simón. Primero vemos a Pedro decir con valentía, “Jesús si eres tu, manda que yo vaya a ti sobre las aguas”. Sin embargo, justo en el medio de la situación, se llena de miedo y comenzó́ a hundirse—ese es Simón. Pedro es su cara de la fe y Simón su cara de incredulidad; todos tenemos algo de eso.
Veamos la petición de Pedro mas a profundo. Esta historia es, en parte, sobre un hombre probando a Dios. Al decir “…manda que yo vaya a ti sobre las aguas,” el discípulo le está diciendo al maestro qué hacer. Esto es, en parte, una historia que tiende un puente entre la desesperación de los temerosos discípulos del v.26 y la fe de los discípulos que adoraban de v.32. En su contexto más amplio es la historia de cada cristiano, cuando nos balanceamos entre la duda y la fe, algunas veces viendo la tormenta, y otras viendo a Jesús. Para Pedro, este es un momento tanto de debilidad como de fortaleza; él duda, pero quiere creer. Comienza a caminar, pero se distrae por los fieros vientos y cuando comienza a hundirse grita “¡Señor, sálvame!”, y con ello expresa su fe incluso a pesar de su miedo. El Señor viene en su auxilio y lo amonesta llamándolo “hombre de poca fe.” Nota que Jesús primero lo salva y después lo reprende.
En los últimos versículos, Mateo 14:32-33, vemos a Jesús adorado. El viento se calmó tan pronto Jesús subió a la barca y ellos lo adoraron. Este fue el propósito de toda la situación; todo sucedió́ para llegar aquí. Los discípulos necesitaban tener esta experiencia para conocer más de Jesús.