En un área de Bogotá donde hay una alta concentración de “ollas” (centro de expendio y consumo de drogas), en medio de los zombis que pululan con escasa dentadura, mal olor, desnutridos. Ahí donde da la impresión de que el gobierno de Dios no llega, es ahí, en medio de dos (2) ollas, donde la luz de nuestro Señor brilla, y usa a siervos suyos para demostrar que Él sigue siendo el Soberano del universo y continúa llamando a salvación, a ser ciudadanos de su Reino, pues ¡ahí existe una iglesia!
Un humilde plantador inmigrante, desconocido, con escasos recursos y apoyo, formado en seminarios e iglesias de Venezuela, sale de su país huyendo de la crisis social y económica, llega a Colombia, es bien recibido, pero no se preocupa tan solo de su bienestar. Él es cristiano y sabe que debe ser sal y luz donde quiera que esté, ese es el motivo por el cual nuestro Señor nos ha dejado en este mundo, a él, a ti, a mí (Mateo 5:13-16, Juan 20:21, Mateo 28:18-20). En medio de persecuciones, huyendo, en grandes dificultades y peligros, los discípulos de Cristo desde el inicio siempre han hecho lo mismo (Hechos 8:4), multiplicarse, ser sal y luz.
Mis recuerdos van a una reunión varios años atrás con el Encargado de Misiones de una reconocida y popular denominación de Venezuela. Él testificaba que cuando empezó la ola de migración, esta denominación reforzó de manera acelerada los entrenamientos a los miembros de sus iglesias en evangelismo y discipulado; de esta forma estarían enviando a miles de “misioneros” por los diferentes sitios por donde pasaran. He visto a muchos con este perfil predicando, enseñando y discipulando en Ecuador y Panamá. Incluso se habla de un avivamiento dentro de los inmigrantes venezolanos en Colombia.
Al pasar el recuerdo vuelvo a la realidad presente. Un hermano en Cristo, siendo usado por Dios para hacer lo que debe hacer. Predicando a los que viven en condiciones de hacinamiento, con delincuentes, trabajadoras sexuales, en uno de los sectores más peligrosos de Bogotá, llevando la Buena Nueva y la Esperanza a los “desechados”. En este lugar, un hermano anónimo simplemente hace lo que tiene que hacer, imita a su Maestro. Allí Dios lo usa, allí surge una iglesia, a un metro de la boca del infierno.
El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; Y a los asentados en región de sombra de muerte, Luz les resplandeció. Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.
(Mateo 4:16-17)
El Espíritu Santo sigue escribiendo el libro de Hechos ¿Cuál será la historia que añadiremos?