Cumplir sesenta años se parece mucho a llegar a la cima de una montaña: el cuerpo quiere descansar, pero la mente todavía sueña con correr maratones. A esta altura del camino, uno necesita más luz para leer, más tiempo para encontrar las llaves y más gracia para reírse de uno mismo.
Pero también se gana algo invaluable: más gratitud, más sabiduría y, sobre todo, una mayor conciencia de la fidelidad inquebrantable de Dios.
Con el corazón lleno de memorias y esperanza, quiero compartir las sesenta lecciones que he aprendido en estos sesenta años. No son fórmulas ni recetas, sino destellos de verdad descubiertos en medio de risas, lágrimas, fracasos, oraciones y, sobre todo, del asombro constante ante la gracia de Dios.
Lo que el tiempo y la historia revelan
Mirando hacia atrás, me asombra no solo lo vivido en lo personal, sino también lo que ha ocurrido en el mundo durante estas décadas.
Cuando nací, el hombre aún no había pisado la luna. Hoy existen vuelos comerciales al espacio. Internet no existía, y ahora ni siquiera me pierdo gracias a Google Maps. Pasamos de escribir cartas a mano a enviar audios, emojis y memes. La Biblia de mi abuela pesaba casi un kilo; hoy la llevo en el celular junto a la lista del supermercado.
He visto caer muros que dividían naciones, y también muros más profundos: los que dividían corazones, derribados por el evangelio. Vivimos una pandemia global y aprendimos que la comunión no se cancela, aunque se cierren los templos. La redefinición del matrimonio en las leyes humanas contrastó con la reafirmación del diseño de Dios en hogares restaurados.
He visto dictadores levantarse y caer, imperios cambiar… y a Cristo seguir sentado en Su trono. Nacieron las redes sociales, pero descubrí que ninguna red reemplaza una conversación de corazón a corazón. Y lo más hermoso: he visto a muchos venir a los pies de Cristo, tanto en persona como en línea, tanto en libertad como en persecución.
El mundo ha cambiado drásticamente, pero Dios no. Su Palabra sigue siendo verdad, Su evangelio sigue transformando vidas y Su gracia sigue sosteniendo a los que en Él confían.
Sesenta verdades que marcaron mi caminar
Aquí comparto algunas de las lecciones que más han moldeado mi corazón:
- Dios es siempre fiel, incluso cuando yo no lo he sido.
- La Palabra de Dios siempre tiene razón.
- La oración cambia más mi corazón que mis circunstancias.
- El matrimonio no fue diseñado para hacerme feliz, sino santo.
- Ser padre es una escuela constante de humildad.
- Escuchar es más sabio que hablar.
- Amar es más difícil, pero también más poderoso que tener la razón.
- El orgullo es el peor enemigo del crecimiento.
- La obediencia trae paz, aunque no traiga aplausos.
- Las lágrimas ante Dios no son pérdida, son siembra.
- Uno nunca se jubila de servir al Señor.
- Las pruebas no destruyen, moldean.
- Perdonar no cambia el pasado, pero transforma el futuro.
- La gratitud es medicina para el alma.
- Los errores enseñan, si el corazón es humilde.
- El tiempo es un recurso no renovable; úsalo con propósito.
- Reír en familia es una forma de adoración.
- Los nietos son la segunda oportunidad para ser mejores padres.
- La gente recordará más cómo los hiciste sentir que lo que dijiste.
- La crítica no siempre es enemiga; puede ser una aliada disfrazada.
- El ministerio comienza en casa.
- Nunca es tarde para pedir perdón.
- La mejor inversión es el tiempo con tus hijos.
- La obediencia parcial es desobediencia.
- La tentación no se debate; se huye de ella.
- Tener hijos adultos es una bendición: más que hijos, hoy son mis amigos.
- Llevo 37 años casado con la misma mujer, y me volvería a casar con ella sin dudarlo. El amor maduro es un milagro diario de gracia.
- No se necesitan grandes eventos para crear grandes recuerdos. La grandeza está en los pequeños momentos bien vividos.
- El cuerpo envejece, pero el alma puede rejuvenecer.
- Los amigos verdaderos se cuentan con una sola mano.
- La paciencia es una muestra de madurez espiritual.
- El carácter se revela cuando nadie aplaude.
- El silencio puede ser más poderoso que un sermón.
- El Espíritu Santo no solo guía, también consuela.
- La fe no consiste en entenderlo todo, sino en confiar en Dios a pesar de todo.
- Menos es más cuando lo que tienes es eterno.
- El dinero revela prioridades, no las determina.
- Ser pastor es un privilegio, no un título.
- La Biblia es un mapa, no un adorno.
- Dios nunca llega tarde, aunque rara vez llegue temprano.
- El liderazgo comienza con el servicio.
- Un «te amo» sincero puede salvar un matrimonio.
- La santidad no se improvisa.
- La disciplina sin amor hiere; el amor sin disciplina debilita.
- Hay más bendición en dar que en recibir… incluso cuando se trata de consejos.
- La vida cristiana no es cómoda, pero es gloriosa.
- Las promesas de Dios no caducan.
- Cada cicatriz tiene un propósito eterno.
- Hay milagros escondidos en lo ordinario.
- Envejecer con gracia es una virtud espiritual.
- Un corazón agradecido es un corazón joven.
- El mundo necesita más ejemplos que opiniones.
- La adoración no depende del ánimo, sino del estado del alma.
- Los nietos enseñan más sobre el amor que muchos libros.
- Las estaciones de la vida cambian, pero Dios no.
- En la debilidad se experimenta el poder de Cristo.
- No hay error que Dios no pueda redimir.
- La humildad abre puertas que el talento no puede forzar.
- El propósito de Dios no tiene fecha de expiración.
- Lo mejor de la vida no es lo que logré, sino a quién conocí: a Cristo.
Contando los días con sabiduría
Después de 60 vueltas alrededor del sol, puedo decir con convicción que Jesucristo es suficiente.
Y aunque aún me faltan muchas lecciones por aprender, oro que lo que me reste de vida sea para amar más profundamente, servir más humildemente, predicar más claramente y esperar con más gozo Su gloriosa venida.
«Enséñanos a contar de tal modo nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría» (Salmo 90:12, NBLA).