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Cómo vivir el día a día a la luz de lo ganado por Cristo en la Cruz

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Imagina que recibes una llamada del banco en la que te informan que un anciano multi millonario y sin familia escogió al azar a alguien para dejar su inmensa fortuna y la seleccionada fuiste tú. ¿Eso impactaría tu vida? ¿La cambiaría en algo?

En casi todas las parábolas, nuestro Señor Jesús nos deja ver claro que lo que hemos recibido de Él, debe impactar nuestras vidas; la forma de interpretar las circunstancias, de relacionarnos con Dios y con los demás. Lo vemos por ejemplo en Mateo 18 en la parábola de los dos deudores, como el perdón recibido nos debe mover a perdonar a los demás. En la de las diez vírgenes (Mateo 25), cómo debemos vivir esperando Su venida o nuestro encuentro con Él. Y así por el estilo, en casi todas, vemos el mismo principio, el evangelio debe vivirse en el día a día y por lo tanto producir un cambio en nosotras.

Para lograr esto, lo primero que necesitamos hacer es verificar si entendemos bien qué es el evangelio. La Biblia nos enseña que el evangelio es el regalo del perdón de nuestros pecados y la justicia de Cristo aplicados a nuestro favor por medio de su sacrificio en la cruz. Con ello, se nos ha otorgado la entrada gratuita al Reino de Dios, donde viviremos por siempre en gozo, paz y plenitud en la presencia de Dios. (Efesios 2:7-9)

Necesitamos asegurarnos si creemos esta verdad que enseña la Palabra y luego grabarla en nuestras mentes para que gobierne nuestros pensamientos, metas, intenciones, actitudes y acciones en el diario vivir. Luego vamos a aplicar esta verdad a las grandes áreas de nuestras vidas:

  • Relación con Dios: Estamos en paz con Él, ya no hay condenación para nosotras (Romanos 8:1). Somos profundamente conocidas, amadas y cuidadas por nuestro Padre celestial. No tenemos que ganarnos su favor ni su perdón, ya nos ha sido otorgado por Cristo. Podemos acercarnos a Él con confianza y vivir en comunión y dependencia constante. Reconocemos que tenemos una naturaleza caída y somos pecadoras necesitadas de su gracia cada día para poder vivir en santidad y a la vez sabemos que, aunque fallemos seguimos siendo aceptas en Jesús, porque no es por nuestra santidad sino por la de Cristo, que nuestro Padre nos recibe. Además, ha prometido que, si confesamos nuestros pecados, Él nos perdonará (1 Juan 1:9). Estamos seguras en esta relación de que nunca seremos rechazadas.
  • Relación con los demás:  Podemos estar en paz con los demás. El reconocer que todos somos pecadores y por eso Cristo tuvo que morir por nosotros; nos ayuda a ser más pacientes con los demás, porque el Señor lo es con nosotras; nos ayuda a perdonar a los demás, aunque no sintamos que no se lo merecen, porque el Señor nos ha perdonado a nosotras sin merecerlo; y nos ayuda a tener las expectativas correctas hacia los demás en este mundo caído (Efesios 4:32). Es decir, no esperamos que los otros sean perfectos porque nosotras mismas no lo somos. También queremos servirles como Cristo fue un siervo aquí y nos ha servido, estamos llamadas a seguir su ejemplo (Filipenses 2:5). Y por último y no menos importante, queremos compartir el evangelio con los demás para que puedan conocer y recibir lo mismo que nosotras. (Romanos 10:14)
  • Perspectiva de la vida:  Ahora vemos la vida desde la perspectiva de la eternidad. Sabemos que todo lo que nos acontece aquí es pasajero, por lo que no nos aferramos a nada de lo bueno que disfrutamos, y, por otro lado, soportamos los sufrimientos con los ojos puestos en el gozo que nos espera (Hebreos 12:2). Sabemos que nuestro Dios es soberano y todo lo que permite en nuestra vida, obrará para nuestro bien eterno. Confiamos en que Él nos ama, conoce lo que es mejor y tiene el poder para hacer que eso sea lo que suceda. (Romanos 8:28) Él nos advirtió que nuestra fe tiene que ser probada (1 Pedro 1:7) y que en el mundo tendríamos aflicción; por lo tanto, las pruebas no nos sorprenden, las esperamos y podemos tener paz al pasar por ellas, porque él también nos prometió su presencia. (Mateo 28:20)
  • Identidad, valor y necesidad de amor:   Nuestra identidad como mujeres está en Cristo, en el hecho de que somos hijas amadas, adoptadas, redimidas y protegidas por nuestro Padre. Nuestro valor está en el precio que pagó por nosotras (1 Juan 3:1) Ya no tenemos que angustiarnos, tratando de alcanzar valor a través de nuestros logros, inteligencia, belleza, dinero o a través de la aprobación de los demás. Tampoco a través de la seducción, del deseo que provoquemos en los hombres o de ganar y mantener el amor de un hombre en particular. Nuestro valor está en Cristo, quien nos ama profundamente.
  • Libertad de la esclavitud del pecado:  Nuestras cadenas están rotas, ya el pecado no tiene dominio sobre nosotras (Romanos 6:14) Pero para vivir en esta libertad tenemos que creerlo. Así como la salvación es por medio de la fe, así también la santificación. Necesitamos creer que hemos sido libertadas para vivir en libertad. Hay una parte que nos toca y es crucificar nuestra carne (ir en contra de nuestros deseos pecaminosos) cada día, huir de la tentación, pero ya se nos aseguró la victoria por medio de la oración y del Espíritu Santo que vive en nosotras. Es como cuando el Señor les prometió la tierra de Canaán a los israelitas. Ellos tenían que ir a la guerra a luchar, pero ya Dios les había asegurado la victoria; ellos solo tenían que creer para que el poder de Dios se manifestara.

Entonces mis amadas hermanas, para vivir el día a día a la luz de lo ganado en la cruz, lo que tenemos que hacer es aplicar estos principios de la Palabra, a cada situación que se nos presente, a nuestros pensamientos, a nuestras relaciones, a nuestra perspectiva de la vida, a nuestras reacciones a las pruebas y nuestras luchas contra el pecado. Esto es lo que significa vivir el evangelio. Es mi oración que seamos motivadas y que el Señor nos ayude a vivir de esta forma para Su gloria y nuestro bien.