En Juan 17:15-16, Cristo ora al Padre diciendo, “No te ruego que los saques del mundo, sino que los guardes del maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.” Aquí vemos a Cristo rogándole al Padre no que nos sacara de este mundo, pero que nos deje aquí, pero, a la misma vez, enfatizando que no somos de este mundo. En otras palabras, Cristo declaraba que Sus hijos debemos estar en el mundo sin ser del mundo.
La manera de estar en el mundo es simplemente viviendo. El hecho de que estamos viviendo en este lado de la gloria significa que estamos en el mundo. Es aquí donde trabajamos, ponemos a nuestros hijos en el colegio, pagamos la luz, teléfono, y agua. Es en el mundo donde desarrollamos ciertas actividades que componen nuestro día a día. Entonces, la pregunta no es si estamos en el mundo, pero, ¿Cómo puedo estar ahí sin ser de ahí? La única manera de hacer eso aparte de leer y escudriñar la Palabra, orar, y tener una vida de comunidad que nos ayude vivir nuestras vidas cristianas es desarrollando una cosmovisión bíblica y desarrollando un compromiso con la misma.
Una gran cantidad de creyentes no viven en santidad porque no tienen una cosmovisión bíblica, y, si la tienen, realmente la tienen cerebralmente pero no la han abrazado como una convicción. Es necesario vivir con esta cosmovisión verdaderamente bíblica, donde la orientación de nuestras vidas es vertical y no horizontal; donde a lo que llamamos éxito—ser fiel a Dios, ser obediente a Su palabra, tener una vida interior y de familia organizada—no es lo que el mundo llama éxito—números, salarios, promoción, el trabajo y todo lo demás. Entonces, cuando uno tiene esas definiciones y valores claros, podemos estar en el mundo sin ser del mundo.
El mundo ya está; si vives aquí, vives en el mundo. Pero debemos vivir de una forma que no nos permitamos contaminarnos de la forma de pensar y actuar del mundo. La única manera de hacer eso es continuamente, una vez más, revisando y examinando tu vida y tu caminar a la luz de la Palabra de Dios. Debes tener, también, una exposición a los medios de gracia como la predicación, enseñanza y estudio de la Palabra, al igual que una comunidad de cristianos con quienes tú conversas—en ese ir y venir con el pueblo de Dios también ellos contribuyen a tu santificación.
En conclusión, para no contaminarnos de los valores y el pensar del mundo, es aplicando Filipenses 4:8: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto meditad.” Meditemos y reflexionemos acerca de las cosas que tienen que ver con los valores del reino de Dios; no nos fascinemos y seduzcamos con los colores y el brillo de todo lo que el mundo tiene que ofrecernos para no desviarnos de vivir el reino de Dios.
*Tomado del podcast “No es tan simple como parece”, episodio “¿Cómo podemos estar en el mundo sin ser del mundo?, ¿De qué manera explica esto la Palabra de Dios?«.