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Celebremos el amor de Dios

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El nuevo año a penas comenzaba cuando las tiendas desconectaron sus luces navideñas y se vistieron rápidamente de corazones rojos. Toda la euforia y expectativa por el nuevo año se trasladó al próximo evento socialmente más esperado: San Valentín.  

Globalmente, el 14 de Febrero es reconocido como un día especial en el que en muchos países se intercambian flores, chocolates y palabras de afirmación en honor al amor y a la amistad. Las semanas previas a la celebración, es imposible entrar a un local comercial y no recordar la ocasión, transportando nuestra mente y corazón a pensar en nuestro deseo de amar y ser amados.  

Así como las decoraciones navideñas desaparecen en un abrir y cerrar de ojos, de la misma manera los corazones rojos se esfuman rápidamente de los establecimientos, y con ellos muchas veces las demostraciones de afecto y palabras expresadas —o jamás dichas— ese día, dejando así profunda decepción e insatisfacción. Sin embargo, existe un amor que no conoce calendarios ni distinciones. Un amor que no se desvanece con el tiempo ni tiene fecha de expiración. Un amor que da sacrificial e incondicionalmente, que cumple sus promesas y excede cualquier expectativa. Es un amor digno de ser celebrado todos los días, el cual es la esencia misma del amor y nos capacita para extenderlo a otros. Estamos hablando del amor de Dios. 

Celebremos el Amor de Dios  

El amor de Dios no es un concepto abstracto. Él lo ha hecho visible y tangible en nuestras vidas de innumerables formas que pasan desapercibidas en el día a día.  

  • En cada respiro que nos recuerda el regalo de estar vivos (Génesis 2:7) 
  • En las dádivas y las retenciones que nos llevan a cumplir Su propósito (Job 1:21-22)  
  • En las alegrías que nos recuerdan Su gracia sin fin (Salmo 28:7) 
  • Las lágrimas que nos acercan a Él. (Salmo 119:71) 
  • Su amor es visible en Su atención y cercanía (Salmo 145:18) 
  • En Su intercesión constante, aún en medio de nuestros silencios. (Romanos 8:26) 
  • En Su búsqueda de cada uno de los suyos (Lucas 15:4-7) 
  • En Su fidelidad que envuelve todo lo que hace. (Salmo 33:4) 
  • Su amor se desborda en Sus promesas que son nuestra esperanza (Salmo 119:49-50)  
  • En la misericordia que amortigua nuestra deuda (Lamentaciones 3:22, Romanos 6:23)  
  • En la Cruz que nos otorga perdón y vida (Efesios 1:7) 
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Podríamos abundar extensamente en cada una de estas manifestaciones de Su amor, pero detengámonos por un momento en la última evidencia en nuestra lista: LA CRUZ. Probablemente hemos escuchado tantas veces acerca del amor de Dios mostrado a través de Cristo que nuestra mente ya no se maravilla ante este misterio. Frecuentemente somos distraídos buscando encontrar el amor alrededor de nosotros, dejando a un lado el único amor que da lo que nuestro corazón anhela y que ningún otro puede otorgar. Si somos sinceros, muchos hemos olvidado lo que implica ser amados por Dios, ¿Qué quiere decir realmente esto? 

  • Significa que ya hemos sido escogidos por Él. (Efesios 1:5; 4:14)  
  • Que hemos sido sellados (Efesios 1:13) 
  • Que somos amados primero (1 Juan 4:19) 
  • Que somos amigos ( Efesios 2:16)  
  • Que somos perdonados (Efesios 1:7; 1 Juan 4:10)  
  • Que somos rescatados (1 Juan 3:16) 
  • Que somos protegidos (Salmo 121) 
  • Significa que tenemos paz (Efesios 2:14-15)  
  • Que tenemos familia (1 Juan 3:1) 
  • Que tenemos acceso al Padre (Efesios 2:18)  
  • Que tenemos propósito (Efesios 1:4,6)  
  • Que tenemos herencia (Efesios 1:11) 
  • Que tenemos libertad (Juan 8:36)  

¿No son estas las cosas que tanto deseamos? El error está en que las buscamos en cisternas vacías, menospreciando el inmensurable valor de la Fuente que brota sin fin (Juan 4:14).  

Celebremos el Amor a la Manera de Dios  

Conocer el amor de Dios nos capacita para amar a otros. Amar a los demás no es solo un mandato, es también una evidencia de la presencia de Dios en nosotros (Gálatas 5:22-23). En realidad, conocer el amor de Dios no nos deja ninguna otra opción. Así como Dios nos amó debemos también amarnos unos a otros (1 Juan 4:7-8, 11, 16, 19-21). Pero no nos dejemos engañar, es solo experimentando Su amor que podemos ser capaces de amar bien a los demás. ¿Cómo se ve amar a los demás a la manera de Dios? Siguiendo el ejemplo de Jesús.  

Los mandatos específicos que encontramos en el Nuevo Testamento acerca de cómo debe ser el trato unos a otros se resumen en el ejemplo de Jesús, un amor caracterizado por dar y darse a otros hasta el fin (Juan 15:12-13; Juan 13:1). Para celebrar el amor a la manera de Dios, es necesario que intercambiemos la necesidad de recibir por el deseo de dar, y gozarnos en la felicidad del otro. Jesús lavó los pies de sus discípulos, el mayor sirvió al menor (Juan 13:1-10). Luego de esto los retó para que hagan lo mismo (Juan 13:12-16), y poco después les dio el mandato de amarse unos a otros (Juan 13:34-35). La relación entre amar y servir es un modelo, no una casualidad.  

En estas fechas en que somos bombardeados por tantas formas distorsionadas de lo que es amor, escojamos dar en lugar de recibir, servir en vez de ser servidos, dando a otros de lo que ya hemos recibido en Él. Su amor es la única constante que podemos otorgar sin importar nuestra edad, estado civil, o la forma en que celebremos —o no— el día de “San Valentín.” Con gran sentido de urgencia, estemos atentos a la profunda necesidad  

de ser amados que existe a nuestro alrededor, y escojamos extender a otros el verdadero amor, siguiendo el mismo ejemplo que Jesús nos dejó.  

Pero el fin de todas las cosas se acerca. Sean pues ustedes prudentes y de espíritu sobrio para la oración. Sobre todo, sean fervientes en su amor los unos por los otros, pues el amor cubre multitud de pecados. (1 Pedro 4:7-8) 

 Amemos a Dios  

Es imposible celebrar o practicar el amor de Dios sin antes conocerlo y amarlo a Él. Parece una declaración obvia, pero es sorprendente lo fácil que puede ser saber algo sin creerlo realmente, o creer algo sin experimentarlo profundamente. Sabernos amados por Dios es un regalo incomparable; amar a Dios es la clave del gozo y la plenitud en esta vida y por la eternidad. Mientras más lo conocemos, más lo amamos. Mientras más lo amamos, más podemos llevar Su amor a otros, y rebosar deleitados infinitamente en ese amor.  

John Piper lo describe de esta forma: “Si vives deleitado en hacer a otros felices en Dios, tu vida será dura, tus riesgos serán altos y tu gozo será pleno.” Él lo vale. Su amor nos capacita. La recompensa es segura.  

Celebremos el amor de Dios conociendo a Dios, amando a Dios, y amando a los demás.  

Espero que con esto sean alentados sus corazones, y unidos en amor, alcancen todas las riquezas que proceden de una plena seguridad de comprensión, resultando en un verdadero conocimiento del misterio de Dios, es decir, de Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. (Colosenses 2:2-3)