La semana pasada el pastor Héctor Salcedo Llibre expuso un mensaje sobre el peligro de la auto-justicia, basado en la parábola de las oraciones del fariseo y el publicano narrada en el capítulo 18 del Evangelio de Lucas. Esta semana el pastor Salcedo completa su mensaje, y su prédica la fundamenta en el Salmos 32, versos del 1 al 5, cuyo texto trata sobre la bienaventuranza del perdonado, por lo que titula su mensaje: Celebrando Mi Justificación.
El rey David es el autor de la mayoría de los Salmos, y aunque algunos fueron escritos por otros autores, se reconoce que todos fueron inspirados por el Espíritu Santo, y que cada uno apunta directamente a Cristo, a su persona, su carácter o puede dirigir hacia Él los pensamientos del creyente. A través del lenguaje de este libro divino se han elevado al trono de la gracia las oraciones y las alabanzas de la iglesia cada siglo. Por eso se dice que los Salmos son el lenguaje del corazón del creyente, ya que expresan los sentimientos con que comúnmente luchamos y con lo que se construyen oraciones, sea de lamentación por el pecado, que estén cargados de aflicción, luchen con la tentación o triunfen en la esperanza o gozo de la liberación y justificación.
Precisamente, en los versos del 1 al 5 de este Salmos 32, el salmista expresa la felicidad que siente el pecador perdonado. El pecado es la causa de nuestra desgracia; pero las transgresiones del creyente verdadero son todas perdonadas, puesto que están cubiertas por la expiación. Cristo llevó los pecados de todos, en consecuencia, no se nos imputan. Debido a que se nos imputa la justicia de Cristo, y por haber sido hechos justicia de Dios en Él, no se nos imputa nuestra iniquidad, porque Dios cargó sobre Él el pecado de todos nosotros. No imputar el pecado es un acto soberano de Dios, porque Él es el juez. Dios es el que justifica.
Debemos fijarnos en el carácter de aquel cuyos pecados son perdonados; es sincero y busca la santificación por el poder del Espíritu Santo. No profesa arrepentirse con la intención de continuar pecando con gusto, porque el Señor esté listo para perdonar. No abusa de la doctrina de la libre gracia. Y al hombre cuya iniquidad es perdonada, se le promete toda clase de bendiciones.
El pastor inició su mensaje con una ilustración personal sobre un viaje que hizo la esposa para atender asuntos de salud de su madre; y cuando llegó, uno de los hijos le preguntó sobre los regalos que le trajo, pero al no recibir nada el niño se puso triste, no se alegró por la llegada de ella. En la vida cristiana muchas veces es similar. Muchas veces le damos más importancia a las bendiciones materiales que a tener a Cristo en nuestro corazón. Así es nuestra distorsión de la perspectiva, no le damos importancia a lo importante, lo material está por encima del sentimiento saberse perdonado y justificado ante Dios. Igualmente el niño, en ese momento prefería los regalos a la presencia de su madre.
En reflexión ante el conocimiento de ser perdonado y justificado, cuál debería ser la respuesta del cristiano por el regalo de la salvación y reconciliación con Dios? La justificación es el regalo de Dios por un corazón lleno de fe la justicia de Cristo.
En el Salmos 32, versículos del 1 al 5, tiene la respuesta a esta pregunta. Se observa la alegría y gratitud por el perdón recibido. Es un estado de felicidad y gozo porque alguien superior perdonó sus transgresiones. La emoción apropiada ante el regalo de Dios es la alegría, gozo, agradecimiento. Por eso se títuló este mensaje Celebrando Mi Justificación.
Es importante que reconozcamos que Dios nos ama personalmente porque hemos venido a Él en arrepentimiento sincero. Hay gozo en el cielo porque se ha salvado un alma. Debemos entender nuestra salvación, lo profundo del perdón.
No hemos apreciado bien su perdón. Nos sentimos no merecedor del perdón de Dios. Pero realmente nos debemos sentir no merecedor, porque el perdón es un regalo que Dios da al pecador arrepentido. El gozo es el sentimiento de reconocer que ha sido perdonado sin merecerlo, por gracia, y agradece a Dios este regalo.
Hemos venido al Señor en arrepentimiento, habiendo confesado nuestros pecados. Y esto es suficiente para el Señor perdonar nuestros pecados para siempre y declararnos justos ante Sus ojos, para darnos salvación y vida eterna. Entonces debemos sentirnos felices y gozosos por este regalo.
Padre celestial, fortalece nuestra fe. Te damos gracias por el regalo del perdón de nuestros pecados y la salvación. Ayúdanos a desechar lo que Tu desechas y reconocer y agradecer lo bueno que viene de Ti. Celebremos nuestra justificación. Bendiciones.