Por qué el sistema de calificaciones de películas no es suficiente para los cristianos
La Junta de Clasificación de Películas de la Asociación Cinematográfica de América desveló públicamente los criterios por los cuales una película recibe su calificación. 1 En su nueva guía para padres, la junta especifica que una película PG-13 puede incluir violencia donde «la lesión es usualmente evidente, tal como heridas de bala, puñaladas y cortes de cuchillo o espada», y que «el uso infrecuente de marihuana» es aceptable en este nivel de calificación. También admite que «sonidos de fondo breve» durante escenas de contenido sexual son tolerables. Incluso reveló que una película puede contener «posiblemente uno o más» usos de palabras obscenas y seguir siendo clasificada PG-13.
Estas revelaciones generan una pregunta inquietante: ¿es la clasificación de películas una referencia confiable? La junta afirma estar haciendo lo correcto, pero la acumulación de estas concesiones —sangre, drogas y lenguaje explícito— sugiere más bien un deslizamiento gradual en los estándares morales. Tal como lo expresó C. S. Lewis: «El camino más seguro al infierno es el gradual: la pendiente suave, blanda bajo los pies, sin giros bruscos, sin hitos, sin señales». 2 En otras palabras, lo que hoy se permite de manera infrecuente mañana será considerado normal.
Una palabra de advertencia
Los cristianos deben reconocer que detrás de los criterios de clasificación de las películas se esconde una realidad más profunda. No se trata simplemente de determinar qué contenido es «apropiado», sino de discernir cómo el entretenimiento moldea nuestras almas mientras el enemigo procura mantenernos espiritualmente adormecidos.
John Piper nos recuerda que el mundo nos ofrece «píldoras para dormir y tranquilizantes para relajarnos». Esta somnolencia espiritual no ocurre de forma accidental ni repentina; es un proceso sistemático. Incluso aquellas películas y series catalogadas como «seguras» pueden colaborar con esta anestesia cultural. Cada escena donde la violencia se normaliza, cada broma sexual presentada como infrecuente, inocente o jocosa, y cada mención despreocupada de drogas contribuye a un efecto narcotizante. No genera alarma; produce una resignación silenciosa.
Pablo aborda este peligro en su carta a los Romanos, donde exhorta a los creyentes a «despertar del sueño» porque «la noche está avanzada y se acerca el día». Nos llama a reconocer el momento espiritual en que vivimos: a sacudirnos el adormecimiento, desechar las obras de las tinieblas y vestirnos las armas de la luz (Ro. 13:11–12). Es una advertencia clara de que el alma puede adormecerse gradualmente en un mundo que normaliza lo que Dios llama oscuridad.
Dios nos llama a vivir atentos, no adormecidos; a distinguir la luz de la oscuridad; a evitar aquello que, aun pareciendo inofensivo, contribuye al sueño del alma. El entretenimiento moderno, con su sutileza y constancia, puede convertirse precisamente en ese agente de somnolencia si no permanecemos alertas.
La pasividad peligrosa del pensamiento
El entretenimiento posee un poder particular: captura nuestra mente y baja nuestras defensas. Rara vez entramos al cine con un espíritu vigilante respecto a lo que veremos y escucharemos. Más bien, vamos dispuestos a relajarnos, a «desconectarnos», a disfrutar sin evaluar. Esto es lo que Abigail Dodds señala cuando afirma que «la mayoría del pensamiento es pasivo, no activo». Durante una película o serie, nuestro guardián interior se queda en segundo plano. Las ideas —verdaderas o falsas— entran sin ser desafiadas y comienzan a instalarse con comodidad, como si estuvieran «colgando cortinas» en nuestro interior.3
Dodds explica que al exponernos al entretenimiento «hemos contratado tutores para instruirnos». Estos tutores nos presentan hechos, valores y cosmovisiones. El contenido que el sistema de clasificación define como «seguro» no es necesariamente inofensivo; simplemente es lo suficientemente sutil como para no activar nuestra resistencia consciente.
Cuando permitimos que películas PG-13 con violencia normalizada o lenguaje explícito se vuelvan parte rutinaria de nuestro consumo, entregamos nuestra mente —y la de nuestras familias— a estos «tutores». Sin darnos cuenta, terminamos aprendiendo que tales elementos forman parte del mundo normal y aceptable. El daño no ocurre en un momento de escándalo moral, sino en la lenta adaptación a lo que antes habría sido inaceptable.
Tres consejos prácticos
Entonces, ¿qué debemos tomar en cuenta al decidir qué película o serie veremos?
Primero, recordemos que una calificación PG-13 o cualquier otra categoría no equivale a un sello de aprobación cristiano. El sistema de clasificación responde a sensibilidades culturales promedio, no a la santidad que Dios demanda. Un contenido puede ser considerado «seguro» por los estándares del mundo y aun así resultar perjudicial para nuestra alma. La pregunta no es si es permitido, sino si es provechoso (1 Co. 10:23).
Segundo, seamos intencionales sobre quién nos está formando. Tanto los adultos como los niños somos discípulos de aquello a lo que dedicamos nuestra atención. Si el entretenimiento ocupa más espacio en nuestra vida que la Escritura, la oración y la comunión con la familia de la fe, nuestras convicciones y afectos serán moldeados más por Hollywood que por el evangelio. Esto es cierto para una familia con hijos, para una pareja joven o para un creyente soltero.
Tercero, desarrollemos un discernimiento bíblico activo. No dejemos que las películas y series queden en la categoría de «solo para entretenerme». No existe tal cosa como «simple entretenimiento». Todo —absolutamente todo— te moldea, para bien o para mal. Por eso, llevemos lo que vemos a la luz de la Palabra. Preguntémonos:
- ¿Qué visión del mundo está promoviendo esto?
- ¿Qué deseos está cultivando en mí?
- ¿Me acerca a Cristo o empieza a adormecer mi sensibilidad espiritual?
Estas preguntas nos ayudan tanto a filtrar lo que vemos como a procesarlo de manera consciente.
Finalmente, procuremos llenar nuestras mentes con los pensamientos de Dios mediante la lectura regular y reflexiva de la Biblia. Que la Escritura sea la influencia dominante que moldee nuestra imaginación, nuestros afectos y nuestras decisiones. Un corazón saturado de la Palabra discierne mejor qué contenidos debe recibir… y cuáles debe rechazar.
- Julia Jacobs, «How Much Sex, Drugs and Violence Can Be in a PG-13 Movie? The Movie Ratings Board Has Pulled Back the Curtain on How It Approaches Hot-Button Topics, Including Nudity, Marijuana and Guns», The New York Times, 18 de noviembre de 2025, https://www.nytimes.com/2025/11/18/movies/movie-ratings-sex-violence-drugs.html. ↩︎
- C. S. Lewis, Cartas del diablo a su sobrino (New York: HarperOne, 2014), edición Kindle. ↩︎
- Abigail Dodds, «We Become What We Watch: What Entertainment Does to Our Minds», Desiring God, 6 de octubre de 2019, https://www.desiringgod.org/articles/we-become-what-we-watch. ↩︎





