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Arroyos en el desierto: Encontrar esperanza en las estaciones secas.

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No cargues ni una sola preocupación, una es ya demasiado para tí; 
El trabajo es Mío, y solo Mío, tu labor—reposar en Mí.1 

Lo primero que viene a mi mente cuando pienso en un desierto es un lugar vacío y seco. Un espacio de tierra poco fértil y temperaturas extremas. Un lugar poco atractivo, a menos que se trate de una breve visita con propósitos turísticos. Es muy probable que a lo largo de nuestra vida atravesamos por temporadas que se sienten de esta misma manera. Son estaciones de emociones intensas, donde lo único que aflora es un sentido de soledad y vacío. El panorama se ve gris, la desesperanza es palpable y las verdades que conocemos se sienten lejanas. Puede que no cuestionemos a Dios audiblemente, pero sí lo sentimos distante.  

Quizás sea un corazón herido, relaciones quebrantadas, anhelos insatisfechos, inestabilidad económica, una reputación lacerada o una enfermedad inesperada. Cualquiera que sea el escenario, hay una verdad que transforma el desierto en estanque de aguas, y la tierra seca en manantiales (Salmo 107:35): Dios sigue siendo el mismo.  

UN DIOS QUE NO CAMBIA  

Es muy fácil caer en la trampa de percibir a Dios y al mundo en función de nuestras circunstancias. Cuando nos convertimos en el punto de partida para ver y entender nuestra condición, caemos en un hoyo negro que se vuelve más profundo a medida que trasladamos el enfoque de Él a nosotros. Para poder encontrar esperanza en medio de nuestros desiertos, es necesario que comencemos corrigiendo el fundamento y creyendo verdaderamente que nuestras circunstancias no definen quien es Dios. John Piper lo dice de la siguiente manera:  

Mis sentimientos no son Dios, Dios es Dios. Mis sentimientos no definen lo verdadero, la Palabra de Dios define lo que es verdad.  

Esta es una verdad maravillosa y multiforme. Cuando creemos esto, podemos dejar de vivir por lo que vemos, y empezar a esperar en las promesas que aguardamos. Nos llena de esperanza al saber que Dios es bueno y fiel (Salmo 100:5), y que siempre lo será (Hebreos 13:8). Cuando no podemos ver Su mano, podemos confiar en Su corazón2. Esta verdad también nos llena de paz al saber que Dios no puede negarse a si mismo (2 Timoteo 2:13). Jamás podremos apelar a nuestros propios méritos, pero nada puede alterar lo que Cristo ha hecho por nosotros y las promesas que estás seguras en Él, promesas que son vigentes hasta el fin porque Él permanece fiel. La inmutabilidad de Dios también nos da libertad. Libertad al saber que no se trata de nosotras. Somos parte una gran historia de la cual no somos protagonistas. Cuando le pertenecemos a Él, todo lo que vivimos puede ser un medio a través del cual Él se glorifique. Incluyendo nuestros desiertos.  

  • 1 Frase de autor desconocido 2 Frase de autor desconocido  

En la paradoja “El Valle de la Visión” Arthur Bennet nos ayuda a ver y desear los arroyos que pueden esconderse en nuestras estaciones secas, si logramos creer y esperar en el Dios que camina con nosotros a través de cada una de ellas.  

¡Señor, santo y excelso, manso y humilde! 

Tú me trajiste para el valle de la visión, 
en cuyas profundidades habito, 
más te veo a Ti en las alturas. 
Cercado de montañas de pecado contemplo yo Tu gloria. 

Déjame aprender por la paradoja de 
que el camino hacia abajo es el camino a lo alto, que ser rebajado es ser exaltado, 
que el corazón roto es el corazón sanado, 
que el espíritu contrito es el espíritu alegre, 
que el alma arrepentida es el alma victoriosa, que no tener nada es poseer todo, 
que cargar la cruz es llevar la corona, 
que dar es recibir, que el valle es el lugar de la visión.  

Señor, durante el día las estrellas se pueden ver en los pozos más profundos, y cuando más profundo los pozos, más brillantes Tus estrellas resplandecen; Concédeme encontrar Tu luz en mi oscuridad, Tu vida en mi muerte, 
Tu alegría en mi tristeza, Tu Gracia en mi pecado, Tus riquezas en mi pobreza, Tu gloria en mi valle.  

NO DEJES DE BUSCARLO  

Es muy común que en momentos de desierto en nuestra vida seamos tentadas a rendirnos. No me refiero a la rendición llena de sumisión y confianza, sino a aquella llena de incredulidad, resignación y desesperanza. Luchar en contra del desánimo cuando no tenemos fuerzas se siente como misión imposible. Pero, algo que he estado aprendiendo y que deseo aplicar en mi vida es poder distinguir entre mis emociones y mis convicciones. Proverbios 3 nos instruye en esta dirección, confia en el Señor con todo tu corazón y no te apoyes en tu propio entendimiento. Si pudiera sugerir una sola cosa en medio de cualquier desierto, sería esta: no permitas que tu relación con Dios y la búsqueda de Él estén sujetas a tus emociones. Búscalo por convicción, no por emoción. Búscalo porque le crees, aunque no lo sientas. Búscalo cuando menos lo deseas, porque sabes que lo necesitas. Acércate a Él cuando tu entendimiento y engañoso corazón te sugieran otra cosa. Acércate a Él cuando no lo deseas. No permitas que circunstancias temporales te alejen de una realidad eterna.  

Recuerda siempre que los ojos del Señor están sobre los justos, Y sus oídos atentos a su clamor (Salmo 34). Ve a Dios. Créele a tu Padre, Creador y Salvador, aún cuando no sea evidente. Acércate con corazón sincero, y espera en Él.  

Escucha, oh Señor, mi voz cuando clamo; 
Ten piedad de mí, y respóndeme. 
Cuando dijiste: «Busquen Mi rostro», mi corazón te respondió: «Tu rostro, Señor, buscaré». 
No escondas Tu rostro de mí; 
No rechaces con ira a Tu siervo; 
Tú has sido mi ayuda. 
No me abandones ni me desampares, 
Oh Dios de mi salvación. 
(Salmo 27:7-9)  

ARROYOS EN LA VIDA DE HUDSON TAYLOR  

Después de más de 15 años de fiel servicio como misionero en China, Hudson Taylor experimentó un desierto en su vida que lo llevó a profunda agonía por más de 8 meses. En uno de sus momentos de crisis más fuerte, Taylor recibió una carta escrita por el misionero John McCarthy, donde una breve frase abrió sus ojos a verdades que no había podido disfrutar hasta ese momento:  

Pero, ¿Cómo se puede lograr fortalecer la fe? No esforzándonos por alcanzarla, sino descansando en Aquel que es Fiel.  

La promesa que Jesús estaría con él hasta el fin finalmente hizo nido en el corazón de Taylor. No se trataba de su desempeño, esfuerzo o circunstancias, sino de lo que ya Dios había dicho, hecho y prometido. Luego de reflexionar en la verdad que marcó un antes y después en su caminar de fe, Hudson utilizó las palabras de Harriet Beecher en ¿Cómo vivir en cristo? para explicar las implicaciones de esta nueva realización.  

¿Cómo da fruto la rama? No con el esfuerzo constante del el sol y el aire; ni con luchas vanas de fertilizantes químicos que dan belleza a la flor y verdor a la hoja. Simplemente permanece en la vid, en silenciosa e inquebrantable unión, y el florecimiento y fruto aparecen como un crecimiento espontáneo.  

Ahí está la clave. Permanecer en Él. Si estamos en Cristo, nuestras estaciones secas pueden ser terrenos muy fructiferos. Cualquiera que sea el desierto en el que estemos hoy, o el tiempo que tengamos en el, mi deseo es que siempre mantengamos firme la profesión de nuestra esperanza, sin titubear, porque fiel es el que prometió (Hebreos 10:23)