Doy tantas gracias al Señor que me ha permitido conocer mujeres hermosas a los ojos de Él en mi caminar de Fe. De manera especial me regaló estar cerca de una mujer que de manera evidente, me enseñó lo que era ser bella para el Señor. ¿Qué había de especial en ella que el lugar donde llegaba se iluminaba con su hermosa sonrisa?.
En la sociedad actual hay un énfasis dado a la belleza externa de la mujer y este se traduce en un culto a la apariencia física. No olvidemos que el concepto de belleza está moldeado por las normas y valores de cada cultura. Esto es así para el hombre, pero para Dios el estándar es el mismo. La belleza exterior proviene de la belleza interna. Nuestro Dios no ve la apariencia, El ve el corazón. “Dios no ve como el hombre ve, pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el Señor mira el corazón » 1 Samuel 16:7b.
¿Qué nos hace mujeres bellas a los ojos de Dios?
La excelencia de la mujer es su carácter. La verdadera belleza no se limita a lo externo sino que reside en lo profundo del alma y en la comunión de una persona con Dios. En la medida en que nos sometemos a la obra transformadora del Espíritu Santo, El trabaja para conformar nuestro carácter a la imagen de Cristo. Esto implica un proceso de crecimiento espiritual que produce el fruto del Espíritu en nuestras vidas; amor, gozo, paz, paciencia, bondad, benignidad, fe, mansedumbre y dominio propio. Gálatas 5:22-23.
Desarrollar un carácter piadoso, virtuoso y sólido requiere tiempo.
Uno de los pasos en el proceso de producir una hermosa piedra de diamante es el pulido. La piedra no estará lista para salir al mercado hasta que la persona encargada del pulido no vea su rostro reflejado en la preciosa piedra. Su Palabra pule y lustra nuestro carácter. De igual manera nuestro carácter debe reflejar cada vez más el de nuestro Señor y la palabra “proceso” nos habla de tiempo. en la medida que pasamos tiempo a la luz de Su verdad, nuestros pensamientos son renovados.
Necesitamos tiempo para leer, meditar, estudiar y reflexionar la Palabra de Dios, lo cual es fundamental para el crecimiento espiritual. Al dedicar tiempo a estas disciplinas y poder aplicar las enseñanzas bíblicas a nuestras vidas, fortalecemos nuestra fe, desarrollamos una comprensión más profunda de la voluntad de Dios y crecemos en nuestra relación con Él. Necesitamos tiempo para memorizar la Palabra de Dios, ya que esta práctica me da fuerza mental y espiritual para poder alcanzar la clase de belleza espiritual que anhelo.
Además, ¿de que estaremos llenas cuando los dardos de fuego, las mentiras de Satanás, quieran entristecer nuestro alegre rostro? Colosenses 3:16 nos exhorta a que La Palabra de Dios more en nosotras como la espada del espíritu de la cual nos habla el apóstol Pablo en Efesios 6:17b con la que responderemos con verdad al enemigo de nuestras almas, que no quiere vernos llenas del gozo del Señor, ya que él sabe que allí reside nuestra fortaleza, Nehemías 8:10.
Necesitamos tiempo para compartir con otras mujeres para ejercitar las evidencias del fruto que está madurando en nosotras. Amarnos, alentarnos y orar las unas por las otras. Hebreos 10:24, 1ra Tesalonicenses 5:1. Las mujeres que tienen un amor genuino por el Señor estimulan el deseo del corazón de ser una bella mujer a los ojos del Señor.
Esta hermana que iluminaba el lugar donde llegaba, cuando abría su boca lo hacía con sabiduría y compasión, enseñaba con bondad y amor, proverbios 31:26; ella era como el olor del incienso que Cristo ofrece a Dios 2 Corintios 2:15 . Su belleza reflejaba un corazón rendido al más hermoso de los hijos de los hombres, a Jesús, Salmo 45:2.
El espíritu manso y tierno de una mujer no es solo una manifestación de su carácter sino que también lo moldea y lo define.
Pasar tiempo con Jesús nos recuerda Su carácter, manso y humilde, Mateo 11:29 y nos hace anhelar por sobre todas las cosas lo que es precioso a Sus ojos.
No se tu mi amada hermana, pero no me canso de recordar estas verdades ya que son contra mi naturaleza rebelde y orgullosa. Vivamos cada día pidiendo una llenura fresca del Espíritu de Dios que es el que produce el carácter y el espíritu que nos hace hermosas a los ojos de Él.