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Encontrando fortaleza en las pruebas

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Cuando el apóstol Pedro escribió su primera carta, la audiencia original eran los expatriados, dispersados en diferentes lugares (Galacia, Asia, etc.).  Estos eran perseguidos de manera injusta, viviendo como extranjeros, esparcidos en una tierra ajena.  Como todos nosotros, los creyentes eran ciudadanos del reino celestial, nuestra ciudad eterna, por la elección de Dios y la muerte y resurrección de Cristo, a favor nuestro (1 Pedro 1:2-3).   Siendo esto una realidad a la que debemos apuntar mientras estemos en este peregrinar, porque nuestra fe será sometida a prueba (1 Pedro 1:7). Cuando esto suceda, debemos tener sumo gozo, porque estas pruebas producirán en nosotros paciencia y un carácter probado (Santiago 1:2-4) que será usado por el Señor para glorificar Su nombre mientras estemos en esta tierra. 

Cada día es un recuerdo de que seremos probados y afligidos (Juan 16:33, 1 Pedro 1:6-7). Pero también, un recordatorio de que el Señor renueva cada mañana Su misericordia sobre nosotros (Lamentaciones 3:22-23), y que nunca estaremos solos en medio del fuego de la prueba, porque en ese valle de aflicción y de sombra de muerte su vara y su cayado nos infundirán aliento (Sal. 23:4). 

Entonces puedo preguntarme: ¿Cómo encuentro fortaleza en las pruebas? Y la respuesta a esa pregunta es, confiando en Jehová, porque Su palabra dice que los que en Él confían son como el monte de Sion, que no se mueve, sino, que permanece para siempre (Sal. 125:1) y que al igual que Jerusalén que está rodeada de montes, así Jehová está alrededor de Su pueblo desde ahora y para siempre (Sal. 125:5). 

En el Salmo 18, leemos: Te amo; Oh Jehová, fortaleza mía, Jehová, roca mía y castillo mío y mi libertador. Dios mío, fortaleza mía, en Él confiaré; Mi escudo y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio (Salmo 18:1-2). 

Dios es nuestra fortaleza, nuestro amparo, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones (Salmo 46:16). No encontraré fortaleza en mi interior, ni en las palabras ¨positivas¨ que a veces leemos o alguien nos dice. Tampoco en otro ser humano, que, aunque quiera y tenga la intención de ayudarnos, también está sujeto a temores y angustias al igual que yo. 

No seré fortalecido si no entiendo que las pruebas tienen un propósito bueno para mi vida y son usadas por Dios para purificarnos y hacernos cada vez más como Cristo (Isaías 1:25) (Zacarías 13:9) (Malaquías 3:3) (Éxodo 20:20) y para recordarnos que Su gracia es suficiente y debe bastarnos (2 Corintios 12:7-9) que su poder se perfecciona en nuestra debilidad. 

Las pruebas nos acercan cada vez más a Dios, nos recuerdan nuestra vulnerabilidad, y nos enseñan a depender de Él. Es en medio del dolor que reconozco mi necesidad de Dios, y mi corazón es humillado para que aprenda Sus estatutos (Sal. 119:7). 

En ocasiones las pruebas son parte de la disciplina del Señor para reprendernos cuando hemos pecado contra Él, y como Sus Hijos, somos azotados por Él (Hebreos 12:4-6), pero, aunque esta prueba primero nos entristece, luego dará fruto apacible de justicia (Hebreos 12:11).  

Dios nos ayude a no desmayar en medio de la prueba, que podamos correr a Él, refugiarnos en Sus brazos y encontrar fortaleza cuando nos acerquemos confiadamente al trono de la Gracia para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro (Hebreos 4:16). 

El Señor es mi fortaleza, en Él confiaré; Es mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio (Salmos 18:2) 

Que estas promesas y verdades encuentren arraigo en nuestros corazones, para que podamos salir victoriosos de cada prueba por las que atravesaremos en este peregrinar. En el nombre de Jesús lo pedimos.