“Bueno es el Señor, Una fortaleza en el día de la angustia, Y conoce a los que en Él se refugian” (Nahum 1:7)
La bondad es bien subestimada, la mayoría de las personas la piensan como ser agradable o complaciente, algo placentero; también, se considera la bondad como de alguien que sonríe y que siempre se lleve bien con los demás. Mirándola de ese modo es una virtud muy mundana. “Muchos hombres proclaman cada uno su propia bondad, Pero hombre de verdad, ¿quién lo hallará?” (Proverbios 20:6)
La Biblia presenta un retrato muy diferente y convincente de la bondad. La bondad es sobrenatural, es un rasgo del carácter de Dios; en esa bondad El refleja Su compasión, misericordia y piedad para con todos aquellos que buscamos refugio en El.
La verdadera bondad, en el creyente, es producto del Espíritu (Gálatas 5:22). Es una orientación espiritual generosa de nuestros corazones hacia nuestro prójimo, incluso cuando ellos no lo merecen, pero es menester seguir el mandato de Jesús en Lucas 6:35 “Amar a sus enemigos y hacer bien…” Esa es la forma como Dios ama; nadie es merecedor de Su amor, de ese amor tan incomprensible que lo llevo a entregar a Su Hijo unigénito para que pagara el precio de nuestra iniquidad (Juan 3:16). Esa es la razón por la que debemos amarnos unos a otros, el mandato es: “Sean más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándose unos a otros, así como también Dios los perdono en Cristo” (Efesios 4:32).
El versículo de Nahúm 1:7, a la verdad es un contraste del verso anterior (6), porque en el verso 7 se suaviza toda la furia de la ira de Dios en contra de los que se le oponen. Pero el Señor es compasivo para con aquellos que ponen su esperanza en El. Dios es bondadoso y a la vez es severo (Romanos 11:22). La severidad de Dios no es como la de los seres humanos, porque la “copa” de Su ira, la cual entendemos es sumamente honda, para dar suficiente tiempo y oportunidad para que vengamos al arrepentimiento (Romanos 2:4; 2 Pedro 3:9). Su bondad es tal, que, si venimos arrepentidos ante El, no nos echa fuera, y esto gracias a nuestro Señor y Salvador Jesucristo (Juan 6:37b)
Así como, en este verso Nahúm 1:7, se anticipaba la vindicación de Judá, asimismo hoy día Dios nos ofrece vindicación y refugio cuando estamos en dificultades; cuida fielmente a quienes confiamos en El. Y lo mejor de todo es que, nos ha dejado Su Palabra para que aprendamos de los que nos precedieron y clamemos a Él en nuestras diferentes necesidades y pruebas (Salmo 25:1,7); por Su bondad provee al pobre y cubre nuestras necesidades (Salmo 68:10; Filipenses 4:19); por Su bondad somos guardados, nos protege (Salmo 31:19; 34:7) y gracias a esa bondad, cuando nos encontremos en dificultades podemos proclamar y traer a memoria Su inmensa bondad (Salmo 145:7). Podemos proclamar: Porque ¡cuánta es su bondad, y cuánta su hermosura! (Zacarías 9: 17ª).
La Palabra de Dios me ha dado seguridad desde que le conozco, puedo estar en aflicción y titubear por un algún rato, ¿A quién no le pasa? Pero una vez que me detengo y vuelvo a las promesas que me ha dado en Su Palabra, créanme, el panorama de inmediato se torna distinto.
Cuando meditamos en la Palabra de Dios y entendemos que Él tiene el control y que por más que nos afanemos no vamos a añadir un minuto más a nuestras vidas (Mateo 6:27), que Dios es quien da alimentos a las aves, que viste los campos con flores en combinaciones de colores y estilos que no podemos ni imaginar (Mateo 6:26, 28-29). Cuando nos concientizamos que Dios es fiel a Su Palabra, que siempre cumple Sus promesas, el panorama cambia, las nubes amenazantes y oscuras se disipan y vemos la luz de Jesús a través del Espíritu Santo, quien mora y está en los que hemos creído.
A todas nosotras nos toca creerle a Él e intencionalmente hacer lo que Jesús nos dice: Pero busquen primero Su reino y Su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas. Por tanto, no se preocupen por el día de mañana; porque el día de mañana se cuidará de sí mismo. Bástenle a cada día sus propios problemas. (Mateo 6:33-34). Y más aún, no deberíamos afanarnos por nada sino solo llevar todas nuestras preocupaciones y afanes ante el trono de la gracia (Filipenses 4:6-7; Hebreos 4:16)
Su Palabra está en un presente continuo, así que Dios siempre nos está diciendo, hablándonos, por esta razón debemos consumir, aprender, meditar, atesorar, hablar Su Palabra, ella es la brújula, el timón que nos guía para que, mediante la fe, veamos las sobreabundantes riquezas de Su gracia por Su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. (Efesios 2:7); Porque el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad. (Efesios 5:9).
Amadas hermanas, amigas, confiemos en que Dios es bueno, nos ofrece refugio cuando estamos en dificultades; Dios cuida fielmente a quien en El confían. Debemos creer que Su Palabra es fiel y verdadera, Él tiene el poder de salvarnos de cualquier cautiverio en que nos encontremos y de cualquier cosa que nos amenace, conforme a Su soberanía, detendrá cualquier ataque que nos dirija el enemigo.
Creamos en las buenas de Salvación que nos han llegado a través de Jesucristo frente al enemigo de nuestras almas. “Y el Dios de paz aplastará pronto a Satanás debajo de los pies de ustedes. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con ustedes”. (Romanos 16:20)
¿No cree que sea factible confiar en la seguridad que Dios nos da a través de Su Palabra? Las invito a pensar en esto. ¡Dios las bendiga!