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 ¿Qué aprendemos de Josué y Caleb?

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Una fe que persevera a pesar de las circunstancias. 

No me considero una persona deportista, pero me gustan algunos deportes y admiro lo que hay en la historia detrás de cada atleta. Esto es así porque la gloria que consiguen en un triunfo obtenido en minutos o segundos implica toda una vida de trabajo, determinación, renuncia, perseverancia y por supuesto muchas gotas de sudor. Ninguno de ellos ha obtenido un trofeo que no le haya costado nada. A pesar de que ese esfuerzo sea para algo pasajero, que luego se olvida o se sustituye por otro deportista más joven, debiera ser un ejemplo para los creyentes de vivir esta vida cristiana con la misma entrega y pasión, sabiendo que la meta y la recompensa no es pasajera sino eterna.  

Hebreos 12:1-2 usa el ejemplo de las competencias atléticas como una analogía de la vida cristiana “…corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” 

Puede ser que tú misma no te identifiques como atleta o como soldado.  Es probable sólo te veas como una mamá tratando de sobrevivir un día a la vez, o una esposa tratando de cumplir su rol de la mejor forma posible o una joven que lucha por tener un espacio en su trabajo.  Hoy te recuerdo que si eres creyente, estás en medio de una batalla, en medio de una carrera que no termina hasta que estemos con el Señor en su gloria, y en la cual hay muchos obstáculos que vencer.  Es necesario que seamos perseverantes a pesar de las circunstancias que nos rodeen, de los otros y de nosotras mismas. 

La vida del creyente es una lucha constante entre la realidad de un mundo espiritual y un mundo natural. Lamentablemente muchas veces nuestra fe es movida de acuerdo con las circunstancias que vemos y no por lo que creemos.  

En la historia hay hombres y mujeres que creyeron a Dios y sus promesas aunque eso implicó que tuvieran que recorrer un camino solitario, más difícil o incluso más largo, pero sin duda el mejor.  Ellos decidieron creer y esto debe animarnos a ver las circunstancias actuales con la certeza que el mismo Dios de poder que obró en ellos, obrará en nuestras vidas. Tal vez no veamos un mar abrirse frente a nuestros ojos, pero ¡cuántas veces el Señor abrió caminos y oportunidades imposibles de alcanzar en nuestras fuerzas! ¡Cuántas veces su provisión llegó de forma milagrosa y oportuna! ¡O la respuesta a través de una llamada inesperada! todo eso es sólo un recordatorio que la mano de Dios sigue sobre sus hijos y su presencia no los abandona. 

Josué y Caleb son un ejemplo de creyentes que se mantuvieron firmes en el llamado y las promesas de Dios a pesar de la opinión de la mayoría basada en el miedo y en sus fuerzas más que en el Señor. Fueron parte de un grupo de 12 líderes enviados por Moisés con instrucciones muy precisas para explorar la tierra que Dios les había prometido que les daría por heredad. Después de 40 días el grupo regresó y lo que se entendía sería un reporte de esperanza y de gozo, se convirtió en un reporte de miedo y de inseguridad. ¿Cómo entender que, si todos hicieron el mismo recorrido, estuvieron en los mismos lugares y vieron lo mismo pudieron llegar a conclusiones tan diferentes? ¿Por qué sólo dos pudieron afirmar con fe que Dios iba a darles la victoria mientras los otros diez dieron palabras de desánimo? 

Esto nos lleva a ver algunos puntos que pueden ser de aliento a nuestras vidas: 

  • La fe no se basa en lo que se ve, sino en lo que dice Dios. Hebreos 11:1 nos dice: “Ahora bien, la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”.  Josué y Caleb creyeron las palabras de Dios, pero los otros fueron convencidos por lo que vieron sus ojos naturales. La fe nos da esa convicción de que lo que Dios dice es verdad y que sus promesas se cumplirán. No depende de nosotros, pero a nosotras nos corresponde creer y si estás dudando del poder de Dios, puedes pedir al Señor de la misma forma que lo hizo el padre del muchacho endemoniado: “Creo, ayúdame en mi incredulidad” (Marcos 9:24). El Señor no solo quiere que crezcamos en un conocimiento intelectual de su palabra, sino que ésta pueda transformar cada acción, decisión o pensamiento y así poder reflejar a nuestro Señor. El creyente que vive en una constante comunión con Dios puede vivir una vida de fe que impacte cada aspecto de su vida. 
  • La fe no es un asunto de mayoría sino de quien da las promesas. Ezequiel 12:28 “Ninguna de mis palabras se demorará más. Toda palabra que diga se cumplirá”. La vida nos resultaría más fácil de vivirla si recordáramos que El Señor está en control y tiene su tiempo y su momento para evidenciar aquello que ha prometido. Nuestra falta de paciencia nos impide que vivamos esperando al Señor obrar. A veces eso que anhelamos puede tomar más tiempo del que queríamos, pero el Señor es perfecto, nos dará las fuerzas, los recursos y la salida para soportar y crecer en medio de la espera.  
  • Necesitamos una actitud diferente. Números 14:24 “Sin embargo, mi servidor Caleb tiene una actitud diferente a los demás. Se ha mantenido fiel a mí, por lo tanto, yo lo llevaré a la tierra que él exploró” (NTV). Ellos tenían un espíritu diferente que les permitió perseverar y esperar esos 40 años sin apartarse, sin enfriarse, sin olvidarse de las promesas. Si esto es motivo de asombro, recuerda que tenemos el Espíritu Santo que nos guía a toda verdad (Juan 16:13), su palabra que alumbra nuestro camino (Salmos 119:105) y la comunión de los hermanos que nos alienta. 

El Señor conoce las circunstancias y la etapa de la vida en la que te encuentres y sólo Él puede darte la perspectiva y la actitud correcta para cada día. Él es quien nos ayuda a vencer los obstáculos. ¿Estás viviendo con esa esperanza? Reflexiona cómo estás corriendo. ¿Estás siendo una cristiana esforzada y valiente que persevera con la mirada en el Señor o por el contrario estás siendo descuidada y negligente? Si es así, clama a Dios que te dé ese espíritu diferente para mantenerte fiel y con los ojos puestos en Jesús todos los días de tu vida.