La palabra enfocar se describe cómo dirigir la atención hacia un aspecto o perspectiva particular a un tema u objeto. Según la RAE, estar enfocado significa tener metas y objetivos claros, y por consiguiente trabajar con dedicación para alcanzar esas metas y objetivos.
En el ámbito secular se nos plantea que la falta de enfoque y concentración puede conducirnos a un estado de ansiedad, angustia y cansancio, produciendo en nosotras una sensación de frustración, estancamiento, sintiendo que no avanzamos y provocando un gran agotamiento en nuestro estado físico y emocional. En estos tiempos que vivimos es muy fácil dirigir la mente y nuestros sentidos a lo que nos rodea. Los afanes de este mundo, los medio de comunicación, las redes sociales, muchas veces acaparan nuestra atención y nuestro tiempo dejándonos con poco espacio en nuestro diario vivir para enfocarnos en lo que realmente merece toda nuestra atención, dando esto lugar a un pensamiento frívolo y en ocasiones con poca profundidad, manteniéndonos vulnerables ante cualquier situación difícil que requiera de nosotras una respuesta adecuada centrada en el conocimiento que podamos tener acerca de Dios y su palabra.
La palabra de Dios en el libro de Santiago 1:25 nos dice: “Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace”.
Hay varios aspectos a considerar en este versículo de Santiago:
- Mirar atentamente, lo cual implica estar completamente enfocados.
- En la perfecta ley de Dios, Su Palabra, que nos liberta y nos libra de toda angustia y temor, siendo esta ley y su hacedor el mejor objeto de nuestro enfoque.
- Perseverando en ella, sin olvidarla nunca, haciendo parte de nosotras y nuestra cotidianidad el vivir siempre bien enfocadas en lo que vale la pena cada día de nuestra existencia.
- Seremos bienaventurados (Felices) en todo lo que hacemos, si vivimos enfocadas en estas verdades.
En el Evangelio de Juan 16:33 leemos: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; Pero confiad, yo he vencido al mundo”. Los sufrimientos y aflicciones son partes de nuestra vida, pero también son reales las promesas que leemos en la palabra de Dios de que nunca estaremos solos en medio de ellas: Salmos 23:4: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.”
Alguien pudiera preguntarse por qué confiar en que todo estará bien aun cuando estoy atravesando dificultades, y porque creer en las promesas escritas en la palabra de Dios, y la respuesta a estas preguntas las encontramos en su palabra revelada: leemos en Números 23:19, “Dios no es hombre para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta”. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no le ejecutara? También leemos en Salmos 33:11, “El consejo de Jehová permanecerá para siempre; Los pensamientos de su corazón por todas las generaciones”.
Dios es inmutable, NO cambia, y podemos descansar confiadamente en Él, aun cuando nuestros ojos estén contemplando un panorama sombrío, y estemos atravesando cualquier valle aflictivo en este momento de nuestra vida.
Debemos traer a la memoria su palabra, y enfocar nuestra mirada en Él, y al igual que Moisés ejercitar nuestra Fe, siendo sostenidas como viendo al invisible, (Hebreos 11:27), Recordando también su misericordia es eterna (Salmos 138:8), que Jehová es refugio para el tiempo de angustia y que en el confiar los que conocen su nombre, por cuanto El no desampara a los que le buscan (Salmos 9:10).
Por tanto: “Acerquémonos confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16). Esta gracia infinita está disponible siempre, vayamos confiadas a este trono, abierto para nosotras por la sangre de nuestro Señor Jesucristo derramada en la Cruz del Calvario. Llevemos toda nuestra carga y descansemos en el poder de Dios, en su amor inagotable, y en su promesa escrita en Isaías 26:3, “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado”.
Ayúdanos Dios a recordar estas promesas, a estar enfocadas en ti, en tu Palabra, con nuestros ojos puestos en lo eterno, no en lo temporal, y que podamos glorificar tu nombre en cualquier circunstancia de nuestra vida. Sabiendo que: “el que comenzó en nosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6).