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Las Cinco Solas para la Iglesia de hoy: Sola Gratia

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«Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia ustedes han sido salvados), y con Él nos resucitó y con Él nos sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús, a fin de poder mostrar en los siglos venideros las sobreabundantes riquezas de Su gracia por Su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia ustedes han sido salvados por medio de la fe, y esto no procede de ustedes, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe» (Efesios 2:4-9).

El cristianismo se diferencia del resto de las religiones en todos y cada uno de los puntos cardinales de la fe cristiana. Si bien es cierto que existen algunas creencias similares en algunas de las religiones del mundo, no es menos cierto que hay una creencia que diferencia al cristianismo protestante de todas las demás religiones, incluido el catolicismo, el mormonismo, el islam y todas las demás religiones o creencias. Nos referimos a la idea de que la salvación del hombre es solo por gracia (Sola Gratia) sin ninguna contribución por parte de las obras. La necesidad de hacer buenas obras para alcanzar la salvación es una parte integral de todas religiones del mundo con excepción del cristianismo bíblico.

La calidad de nuestras obras

Muchas personas cuentan con ir a la presencia de Dios basándose en sus buenas obras. Muchos son los que consideran que por no haber matado a nadie o por no haber robado o sido infiel, sus “buenas obras” pesarán más que sus malas obras y que bajo ese criterio, Dios Padre terminará perdonando sus pecados y concediéndoles la vida eterna. La pregunta es qué ha revelado Dios en Su Palabra con respecto a nuestra salvación. En la epístola a los Romanos, el apóstol Pablo nos instruye sobre cuál es la condición del ser humano después de la caída de Adán y Eva:

«Como está escrito: “No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se han desviado, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta, engañan de continuo con su lengua. Veneno de serpientes hay bajo sus labios; llena está su boca de maldición y amargura. Sus pies son veloces para derramar sangre. Destrucción y miseria hay en sus caminos, y la senda de paz no han conocido. No hay temor de Dios delante de sus ojos”» (Romanos 3:10-18).

Todas las facultades del hombre están teñidas por el pecado; su mente, su corazón, sus emociones y su voluntad. Por eso todas las obras de los hombres están teñidas por la maldad en el interior de sus corazones. La mente quedó entenebrecida (2 Corintios 4:4); el corazón se volvió de piedra (Ezequiel 36:26); y la voluntad quedó esclavizada al pecado (2 Timoteo 2:25-26). A esto se le ha llamado depravación total1.

La gracia y la justicia de Dios frente a las obras de los hombres

La gracia de Dios es ese atributo a través del cual Dios nos concede lo que no merecemos. En cuanto a la salvación, necesitamos entender que es un regalo de Dios. En Efesios 2:8, Pablo explica que «por gracia ustedes han sido salvados por medio de la fe, y esto no procede de ustedes, sino que es don de Dios». La salvación es un don; un regalo otorgado por gracia. La gracia excluye la posibilidad de que las obras de los hombres puedan contribuir a su salvación2. Creo que ningún otro texto de la Biblia puede ser tan claro como Romanos 11:6, que dice: «Pero si es por gracia, ya no es a base de obras, de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra».

Solo por gracia (Sola Gratia)

La persona que mejor elaboró la doctrina de la salvación por gracia es el apóstol Pablo; el teólogo por excelencia de las cartas del Nuevo Testamento. Unos veinticinco años después de su salvación, Pablo escribió su magnum opus (obra maestra), la carta a los Romanos, y en ella describió con lujo de detalles la salvación solo por gracia. Echemos un vistazo a una porción del capítulo 9 de Romanos:

«Porque la palabra de promesa es esta: “Por este tiempo volveré, y Sara tendrá un hijo”. Y no solo esto, sino que también Rebeca concibió mellizos de uno, nuestro padre Isaac. Porque cuando aún los mellizos no habían nacido, y no habían hecho nada, ni bueno ni malo, para que el propósito de Dios conforme a Su elección permaneciera, no por las obras, sino por Aquel que llama, se le dijo a Rebeca: “El mayor servirá al menor”. Tal como está escrito: “A Jacob amé, pero a Esaú aborrecí”. ¿Qué diremos entonces? ¿Qué hay injusticia en Dios? ¡De ningún modo! Porque Él dice a Moisés: “Tendré misericordia del que Yo tenga misericordia, y tendré compasión del que Yo tenga compasión”. Así que no depende del que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. Porque la Escritura dice a Faraón: “Para esto mismo te he levantado, para demostrar Mi poder en ti, y para que Mi nombre sea proclamado por toda la tierra”. Así que Dios tiene misericordia, del que quiere y al que quiere endurece» (Romanos 9:9-18).

Estos son los hechos presentados por Pablo:

  • Hubo una elección de parte de Dios del menor sobre el mayor, contrario a lo que era costumbre en el pueblo hebreo. El mayor serviría al menor (vv. 12-13).
  • La elección se hizo antes de que los hermanos hubieran hecho algo bueno o malo (v. 11a).
  • La elección se hizo para que se cumpliera el propósito de Dios en la elección (v. 11b).
  • La elección no se hizo en función de sus obras, sino que fue una elección por pura gracia (v. 11c).

La razón de nuestra salvación

Según Efesios 2, la razón por la que Dios decidió salvarnos no radica en nosotros, sino exclusivamente en la benevolencia de Su ser. El texto de Efesios 2 que citamos al inicio revela con claridad las motivaciones de nuestra salvación: las riquezas de la misericordia de Dios; el amor incondicional de Dios; y Su gracia infinita. Todo esto lo motivó a darnos salvación cuando estábamos muertos en delitos. Así lo expresó Pablo en Efesios 2:4-5:

«Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia ustedes han sido salvados)».

Aquí hay tres palabras claves: misericordia, amor y gracia3. Es muy difícil definir estas tres palabras, pero al mismo tiempo podríamos decir que estas tres palabras están íntimamente relacionadas, especialmente en lo que respecta a nuestra salvación. Algunos han definido la gracia como recibir lo que no merecemos. No merecemos el cielo, pero por gracia Dios nos da entrada a Su presencia. Por otro lado, la misericordia ha sido definida de forma práctica como no recibir lo que merecemos. Merecemos la condenación, pero Dios en Su compasión no nos ha enviado allí a los que hemos recibido salvación. Todas las criaturas han sido receptoras de la gracia de Dios desde el momento de su creación. Nada ni nadie obligaba a Dios a crearnos, pero Él quiso compartir Su amor con nosotros. Los ángeles de Dios que no han caído han sido receptores de Su gracia, pero como no han pecado, no han tenido la necesidad de ser perdonados de su transgresión a la manera del hombre y por tanto no han sido receptores de misericordia. En ese sentido, podemos señalar que el hombre ha sido receptor tanto de gracia como de misericordia, ya que Dios nos ha perdonado el pecado que nos condenaba, si hemos recibido salvación.

En Efesios 2:4, Pablo nos dice cuál es la razón por la que Dios es misericordioso con nosotros: por el gran amor con que nos amó.

Las características de la gracia de Dios

Podemos caracterizar la gracia de Dios de diferentes maneras. Por un lado, la gracia de Dios es inmerecida.La Palabra de Dios declara en más de un pasaje que la salvación es por gracia (Efesios 2:1-10; Romanos 9; 11:1-8). No hemos hecho nada para que seamos considerados merecedores de la gracia impartida sobre nosotros, los seres humanos. Nótese que mencionamos a los seres humanos en vez de referirnos exclusivamente a los hijos de Dios. Y es que todos los seres humanos se han beneficiado de Su gracia. En teología hablamos de la gracia común de Dios recibida por todos los seres humanos y la gracia especial recibida por un grupo selecto que recibe salvación.

Por otro lado, la gracia de Dios es soberana4. Esto es algo que Dios reveló a Moisés temprano en la historia redentora cuando dijo: «Tendré misericordia del que tendré misericordia, y tendré compasión de quien tendré compasión» (Éxodo 33:19). Sin embargo, el hombre se irrita cuando ve la soberanía de la gracia de Dios en acción. El ser humano, en su orgullo, no tolera que la gracia de Dios sea soberana por una sola razón y es que la criatura quiere tener la misma autonomía que su creador, lo cual es imposible.

Hemos sido justificados solo por la fe, pero poseer esa fe es una obra de gracia de parte de Dios. Cuanto mejor entendemos Su gracia, más entendemos que todo lo que poseemos y todo lo que hemos llegado a ser no es otra cosa que el fruto de esa gracia soberana e inmerecida.


*Para más información sobre este tema, recomendamos leer Enseñanzas que transformaron el mundopor Miguel Núñez.

1 James Montgomery Boice, Romans, Vol. 1 (Grand Rapids: Baker Book House, 1991), 289-96.

2 Charles Hodge, Ephesians, Alister Mc Grath y J.I.Packer, editores (Wheaton: Crossway Books,1994), 77-78.

3 John MacArthur, Ephesians (Chicago: Moody Press, 1986), 58-59.

4 R. C. Sproul, Chosen by God (Carol Stream, IL: Tyndale House Publishers, 1986), 125.