“El hombre de muchos amigos se arruina, pero hay un amigo que es más que un hermano.
Proverbios 18:24
El mundo está lleno de personas que se sienten solas. Toda mi vida estuve rodeada de personas que parecían querer estar conmigo, pero sin importar con cuantas personas estaba, siempre terminaba sintiéndome sola. Ahora que soy cristiana y veo todo desde otra perspectiva, dudo que yo fuera la única que se sentía así. Ninguna de mis relaciones con los demás me hacía sentir que tenía a alguien completamente de mi lado y ahora sé la razón: todos los pecadores… pecan.
Ninguna de las relaciones que tenemos en este mundo caído pueden satisfacer nuestra necesidad de cercanía. No es hasta que conocemos verdaderamente a Dios que tenemos una relación que llena el vacío que sentimos; ese vacío que tiene el tamaño de nuestro Creador y que solo puede ser llenado por Él.
Sin embargo, en la lucha con nuestra carne y las tentaciones de este mundo caído, necesitamos a los demás. Dios orquestó en Su plan para nuestra santificación que luego de ser salvas, crezcamos en comunidad. Una comunidad en la que debemos servir y ser servidos. Lo que pareciera ser simplemente más trabajo, más esfuerzo, es una bendición oculta. Las amistades que podemos cultivar dentro del cuerpo de Cristo terminan tejiendo una red de apoyo en la cual podemos ser enseñados, acompañados y cuidados. Pero ¿qué pasa si todavía dentro de la iglesia te sigues sintiendo sola? ¿Cómo llego a tener esas relaciones que Dios quiere que tenga con mis hermanos?
Creo que Proverbios 18:24 puede ayudarnos a entender cuál es la causa de este sentimiento de soledad a pesar de tener compañía y cómo podemos cultivar las relaciones que Dios quiere que tengamos y podamos apreciarlas por el regalo que son.
Dado a que por naturaleza los proverbios son consejos aislados de sabiduría, quise buscar dentro de la Palabra cuál es la razón por la cual debe importarnos cultivar estás relaciones. Lo primero es que, Dios mismo es un Dios de comunidad. La naturaleza de Su deidad es una comunión entre tres personas. Dios mismo nunca ha estado solo. En uno de los momentos más importantes de nuestra historia, la Última Cena, Jesús se toma un tiempo para decirles a Sus discípulos que esto le importa:
“Un mandamiento nuevo les doy: “que se amen los unos a los otros”; que como Yo los he amado, así también se amen los unos a los otros. En esto conocerán todos que son Mis discípulos, si se tienen amor los unos a los otros».” – (Juan 13:34-35)
Amarnos no es solo un mandato, sino que es tal vez una de las muestras visibles que mejor testimonio darán a los que nos rodean de nuestra fe. Francis Chan dice que: “Si los demás pueden ver que el Evangelio es real en tu vida, entonces creerán que puede ser real en la de ellos.” De esto se trata adornar el evangelio y si ponemos las relaciones en este cuadro entonces entenderemos por qué es TAN importante. Nuestras amistades no solo son algo en lo que Dios se complace, sino que son prueba de que somos Suyos. Amar a nuestros hermanos es una prueba de que verdaderamente amamos a Dios. En 1 Juan 4:8, Dios nos dice que si no amamos no le conocemos. Así de blanco y negro es como lo ve Dios.
Esto responde el por qué debe importarnos cultivar relaciones con nuestros hermanos, pero como en cada uno de los mandatos de Dios, hay mucha bendición al obedecerlos. Ahora quiero mostrarte lo que dice la Biblia del propósito detrás. Para mí, descubrir este propósito fue como leer una carta de amor de nuestro Dios al ver hasta dónde llega Su cuidado y amor por mí. Estos son unos pasajes que pueden esclarecer lo que Dios nos regala en las amistades:
- Compañía y apoyo en el sufrimiento: Debemos estar ahí para nuestros amigos, pero en especial, es nuestro llamado estar juntos en la aflicción. (Proverbios 17:17)
- Fortaleza en la unidad: Somos más fuertes cuando estamos unidos. Estamos para levantarnos los unos a los otros cuando caemos. (Eclesiastés 4:10)
- Gracia para crecer: Aunque nos amemos, nos vamos a fallar, pero nuestro trato continúo nos hace crecer en santidad. (Proverbios 27:17)
- Amor: Siendo amigos ponemos en práctica el evangelio y al hacerlo cultivamos más amor los unos por los otros. (Proverbios 17:9)
- Servicio: Nuestras necesidades son llenadas. Estamos para servirnos y nadie demostró esto mejor que nuestro Salvador, Jesús. Por quién ahora somos llamados Sus amigos. (Juan 15:13)
- Apoyo: Debemos tener suficiente amor por nuestros hermanos de forma que podamos no solo orar por y con aquellos están en la escasez, sino que estemos dispuestos a apoyarles para que puedan salir de ella. (Santiago 2)
Estas cosas deberían llenarnos de gratitud por cada una de las personas que Dios ha puesto en nuestra vida. Pero entonces, ¿por qué en Proverbios 18:24 dice que el hombre de muchos amigos se arruina? Mientras más amigos hago, más personas apoyándome tengo, o ¿no?
Sí, pero… no.
Fíjate en el énfasis que hace la Palabra al decir que muchos son amigos, pero uno es hermano. La diferencia es que: cantidad no es igual a calidad. Cuando tenemos “muchos amigos” realmente no nos entregamos igual con todos. Es simplemente imposible tener 100 relaciones profundas y transparentes. La amistad “más cercana que un hermano” se refiere a una relación en la que puedo ser yo mismo, sin temor.
Estas amistades profundas no se hacen de la noche a la mañana. Debemos quedarnos lo suficiente en la vida de nuestros hermanos para cosechar lo que juntos hemos cultivado. Cada desahogo, cada oración, cada lágrima nos acerca más y más. La Palabra dice que el hermano nace para el tiempo de angustia. Dios diseñó las amistades para que las cultivemos cuando el mar este en calma y podamos sostenernos de ellas cuando no lo esté. Agradécele a Dios por esas amistades que sostendrán tu mano cuando sientas desfallecer y te levantarán cuando caigas, pues ellas son el medio de gracia por el cuál Dios te sostiene y levanta. En mis peores momentos, mi mejor amiga ha sido el medio de gracia que Dios ha utilizado para consolarme y empujarme a seguir confiando en Él cuando no puedo ver más allá de mi dolor. Dios nos ha permitido aprender a consolar mientras nos apoyamos en la aflicción. Cuando caigo, ella está ahí para levantarme y cuando ella cae, yo estoy ahí para ella. Sabemos que no hay nada que temer al admitir una falta. No hay porque escondernos aun cuando nuestros pensamientos no son frases lindas y santas como para poner en Twitter. Podemos confrontarnos sin temor a perder nuestra amistad. Con el tiempo hemos construido una relación que nos ha hecho más santas porque hemos pecado, admitido nuestro pecado, arrepentido, pedido perdón y perdonado. Hemos orado por nuestras necesidades y anhelos, hemos llorado juntas cuando no han sido satisfechos y también hemos dado gracias a Dios cuando si lo han sido. Hemos caminado juntas, tropezado y levantado… pero más importante que nada, hemos decidido seguir caminando juntas.
Todos nos hemos sentido solos, no te dejes engañar. Todas deseamos tener a alguien en quién confiar. Nadie sabe cuál de tus hermanas está orando por una amiga como la que tú puedes ser. El mundo está lleno de personas esperando que otro del primer paso. ¡Dalo tú! Sé esa amiga que está dispuesta y disponible. Sé esa persona que busca servir antes que ser servido. Ama a tus hermanas a pesar de sus defectos. Acompáñalas y déjate acompañar. Confronta y déjate confrontar. Pídanse perdón cuando deban hacerlo y ríndanse cuentas. No escondan su pecado de la otra, permitiéndose ser cuidadas y amadas de esta forma. Traigan Verdad a sus conversaciones. Anímense continuamente y disfruten de las cosas pequeñas. Llévense más cerca de Cristo. Disfruten de verse crecer juntas y quédense en la vida de la otra lo suficiente para cosechar el hermoso regalo de una amistad más cercana que la de un hermano. Ora al Señor y dile que tú quieres ser esa “amiga más que una hermana” de una hija suya.