Podemos llegar a pensar que el plan de Dios para nuestra vida es parecido al collage que tenemos o hemos tenido colgado en esa pared o puerta de nuestros hogares que refleja nuestras prioridades, sueños y metas personales. No es pecado tener metas, proyectos, aspiraciones, objetivos terrenales y que sean legítimos, el problema podríamos encontrarlo cuando no filtramos estos a la luz del verdadero plan de Dios para cada una (Efesios 2:10) y pecamos queriendo controlar nuestra vida bajo nuestros términos egocéntricos.
“Porque somos hechura Suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas.”
Dios nos ha capacitado con una habilidad espectacular para planear, analizar, determinar, comprender, monitorizar, aplicar, alcanzar, realizar, lograr plazos, ideas, eventos, objetivos, acciones, necesidades, elementos, barreras, etc. Y también, aunque parezca irónico nos capacita con incapacidades que encajan en Su plan. Nuestra confianza depositada en nuestras habilidades y planes es arena movediza a diferencia de la confianza que podemos depositar en el perfecto plan de Dios que es eterno, sin variación y con una dirección celestial.
Cuando vemos las esperanzas truncadas y metas sin realizar, podemos experimentar frustración. No puedo dejar de pensar en el testimonio de un pastor de Ucrania que dijo que el Seminario no le enseñó a cómo lidiar con estos tiempos de guerra o en nuestros hermanos ucranianos y rusos que se han tenido que enfrentar a una pandemia y una guerra al mismo tiempo. También existen muchas circunstancias que todas experimentamos en diferentes grados y momentos. Conocemos que confiar en Dios no depende de nuestros sentimientos, sino que es un asunto de voluntad acompañado del fruto de la fe. Dios es digno de nuestra confianza por lo que Él es y no por la resolución de nuestros problemas, circunstancias o alivios. Es más fácil controlar que confiar, pero honramos a Dios confiando en Él, aunque no entendamos.
Existe una meta que este mundo caído no puede destruir y es la promesa asegurada mediante la fe en Jesucristo. Una promesa llena de esperanza. Nuestra mejor vida nunca podrá ser experimentada en este mundo actual. En cualquier etapa que te encuentres ¡Confía! porque Dios es coherente, fiel y amoroso, a medida que avanzamos en obediencia Él nos guía. Su fidelidad no depende de nosotras sino de sus promesas y su carácter.
Jerry Bridges dijo en su libro Confiando en Dios, aunque la vida duela: “Es solo por aplicar las Escrituras a nuestros corazones con la ayuda del Espíritu Santo que recibimos la gracia de confiar en Dios en todo tiempo.”
Te dejo algunos versículos para memorizar:
Proverbios 3:5-6
“Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus sendas.”
Proverbios 16:9
“La mente del hombre planea su camino, pero el Señor dirige sus pasos.”
Proverbios 19:21
“Muchos son los planes en el corazón del hombre, más el consejo del Señor permanecerá.”
Proverbios 27:1
“No te jactes del día de mañana; Porque no sabes qué dará de sí el día.”
Jeremias 9:24
“Mas el que se gloríe, gloríese de esto: de que me entiende y me conoce, pues yo soy el Señor que hago misericordia, derecho y justicia en la tierra, porque en estas cosas me complazco —declara el Señor.”
Salmos 37:5
“Encomienda al SEÑOR tu camino, confía en El, que El actuará;”
Salmos 86: 11
“Enséñame, oh, Señor, tu camino; andaré en tu verdad; unifica mi corazón para que tema tu nombre.”
Salmos 143:8
“Por la mañana hazme oír tu misericordia, porque en ti confío; enséñame el camino por el que debo andar, pues a ti elevo mi alma.”