“El justo por su fe vivirá”
Habacuc 2:4
Durante este último año y medio en el cual el mundo se ha visto arropado por la realidad de una pandemia, en ocasiones medito en la forma como un diminuto pero mortal virus ha evidenciado nuestra fragilidad. Así como también en el poco control que tenemos sobre los eventos que acontecen, tanto en nuestras vidas como en nuestro entorno.
Como cristianas, no deberíamos dar por sentado la bendición que representa tener un Dios en quien confiar y del cual depender; quien no solo nos creó, sino que lo hizo desde el amor y que tiene propósitos para Su creación, aún en medio del dolor. Ese Dios que se agrada cuando le creemos y nos recompensa cuando nos determinamos a vivir por fe.
Para poder hablar de fe, se hace necesario entender con la mayor claridad posible su definición, pues solo así abrazaremos el reto de convertirnos en mujeres que vivan plenamente confiadas, principalmente en tiempos tan convulsos e inciertos como los que estamos viviendo. Movida por esa necesidad, decidí revisar la definición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española para la palabra fe y dice así:
- Conjunto de creencias de una persona, grupo o religión.
- Confianza que se tiene de alguien o de algo.
- Creencia que se da a algo por la autoridad de quien lo dice o por la fama pública.
- Promesa que se hace a alguien con cierta solemnidad.
- Seguridad, aseveración de que algo es cierto.
Dentro de esta vasta definición nos encontramos con palabras y frases que son claves para el tema que estamos tratando, tales como: creencias, confianza que se tiene de alguien, autoridad, solemnidad, promesa, seguridad de que algo es cierto.
Luego tomé la Palabra de Dios para buscar la definición que aparece en Hebreos 11:1. Dice así, “Ahora bien, la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” En este texto, las palabras claves son: certeza (convencimiento, seguridad), convicción (evidencia, creencia) y esperar sin ver.
Si unimos las definiciones, podemos determinar que la fe es tener la seguridad de que el Dios que es digno de confianza y que tiene toda autoridad para cumplir lo que ha prometido, obrará conforme a lo establecido. Es decir que la fe va más allá de solo creer en Dios. También encierra el creerle a ese Dios sin importar lo que esté aconteciendo, o el tiempo que pase antes de poder ver su mano obrar en aquello por lo cual hemos orado.
Tomando todo lo anterior como referencia, podríamos decir que una mujer de fe en medio del Covid-19 es aquella que, en medio de la pandemia, ha decidido o reafirmado su decisión de hacer de Dios su razón de vivir y su fuente de plenitud, sin importar la incertidumbre o el caos que haya a su alrededor. En primer lugar,
- Es una mujer que reconoce su debilidad para afrontar la crisis y asume depender de Dios en cada momento de su vida.
- Es una mujer que aparta tiempo a solas con Dios con la mayor frecuencia posible en medio de su realidad de vida porque sabe que solo en ese lugar puede encontrar el verdadero refugio que la llene de paz.
- Es una mujer que reconoce que la Palabra de Dios está viva. La lee, medita y memoriza, pues está consciente de que sólo en ella encontrará luz suficiente para la oscuridad en medio de este trayecto, sabiduría para las decisiones complejas, y el mayor consuelo cuando la realidad del Covid duela, si le toca directamente a su puerta enfermando algún ser querido.
- Es una mujer que busca refrescar su esperanza leyendo o escuchando testimonios de otros cristianos que supieron vivir en victoria los tiempos más críticos que enfrentaron.
- Es una mujer que se atreve a CREERLE A DIOS, confiar en Sus promesas y descansar en su soberanía y amor inagotable, un día a la vez. Que abraza el reto de creer solo por hoy, pues sabe que mañana Dios proveerá nuevas bondades para poder avanzar.
- Es una mujer que se deleita en agradar a Dios, no solo creyéndole, sino también siendo apoyo tangible al necesitado que está a su lado. Comparte, apoya, consuela y alienta, dejando su carga a un lado porque sabe muy bien en quien ha confiado.
Sé que todo lo anterior es más fácil de leer que de practicar y podría llegar a parecernos imposible de lograr; te aseguro que humanamente lo es. La buena noticia es que Dios no espera que logremos perseverar en nuestras fuerzas, sino a través de la fe.Con la misma fe, tantos otros se hicieron fuertes en su mayor debilidad mientras eran perseguidos, vieron cerrarse boca de leones, pasaron en medio del mar como por tierra seca. Otros vieron cumplirse promesas de descendencia cuando ya había pasado el tiempo y muchos vieron caer muros solo con marchar, hacer sonar las trompetas y dar un grito unánime de victoria. Esa misma fe que hasta de las garras de la muerte a algunos libró.
Hermana amada, es por esa fe que tú y yo podemos convertirnos en mujeres seguras y confiadas. Mujeres firmes y fructíferas. Mujeres esperanzadas y gozosas aún en medio de esta pandemia.
En una ocasión el pastor John Piper dijo lo siguiente, “En ocasiones, los mayores regalos de Dios vienen envueltos en papel de aflicción.” Lo traigo a colación porque estoy convencida de que, en medio de todo lo malo que la pandemia nos ha acarreado, los cristianos estamos recibiendo un gran regalo el cual consiste en la oportunidad de atrevernos a vivir verdaderamente por la fe, al disponernos a conocer mejor al Dios que servimos y su Santa Palabra, la cual nos refresca Sus promesas y nos afirma el llamado a vivir sin temor como peregrinos y extranjeros que transitan por esta tierra con la mirada puesta en lo eterno.
“Si no podemos creerle a Dios cuando las
circunstancias parecen estar en contra de nosotros,
no le creemos en absoluto.”
Charles Spurgeon