Inicio Artículos Jesús es la vid verdadera

Jesús es la vid verdadera

1377
0

“Permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo,
si no permanece en la vid, así tampoco vosotros,
si no permanecéis en mí.”
Juan 15:4

 Permanecer y/o perseverar. Es necesario en todo y para todo. Implica esfuerzo y disposición. Son palabras que nos pueden hacer sentir agotadas sólo con pronunciarla. Pero ¿cómo permanecer cuando sentimos que no hay más fuerzas para hacerlo? ¿Cuándo sentimos que hemos llegado al límite del colapso emocional y físico?

 La permanencia demanda intencionalidad y disposición, y éstas son imprescindibles. La palabra que Cristo ha hablado nos habilita para permanecer en Él y llevar una vida llena de frutos que lo glorifiquen. Y sabemos que ÉL no nos manda estas cosas ni las dice como alguien que no sufrió debilidad en su paso por la tierra. Cristo se compadece de nosotras y nos manda a permanecer en Él justamente porque Él vino, hizo y cumplió.

 En Su Palabra nos dejó ejemplos que nos recuerdan que podemos depender de esa gracia que Él ha prometido:

  • Esdras, fue un sacerdote sin templo, quien no olvidó que su misión iba más allá de un edificio, y que se trataba de mucho más que un sistema sacrificial o de su propia posición en una sociedad judía, pero se encontraba en el exilio tratando de animar a un pueblo que no había conocido ni el templo, ni a Dios, ni la gloria de Israel como lo habían hecho generaciones anteriores. Esdras permaneció en Dios y como consecuencia pudo, de esa fuente, dar a otros.
  • Jonatán fortaleció a David en el Señor, para poder enfrentar las circunstancias difíciles y de persecución que atravesaba (1 Samuel 23:15-16).
  • David se fortaleció en el Señor para poder perseverar en medio de circunstancias desesperanzadoras y el secuestro de toda su familia y la de las personas a su servicio (1 Samuel 30:6). Pero él perseveró porque conocía muy bien quién era Dios.

 La iglesia necesita este recordatorio hoy día más que nunca. Los creyentes necesitamos recordar que permanecer, nunca es circunstancial. Y nosotras, las mujeres, debemos recordar que la permanencia o perseverancia viene de un corazón que ha sido fortalecido previo al cambio de las circunstancias o en medio de las circunstancias.

Te haces más fuerte por lo que ya has pasado, y a través de lo que estás pasando. Esa fortaleza que necesitamos está en una persona: Cristo. Y ¿En qué consiste la victoria? En perseverar con fe, estudiando y practicando la ley del Señor, tal y como vemos en el ejemplo de Esdras … “porque Esdras había dedicado su corazón a estudiar la ley del Señor, y a practicarla, y a enseñar Sus estatutos y ordenanzas en Israel (Esdras 7:10).”  

 Es en esa disciplina de escudriñar y meditar en la Palabra, en TODA la palabra que encontramos fortaleza y que somos hechas “completos para permanecer” (2 Timoteo 3:15-16). Por eso cada día que permanecemos en Cristo es una victoria.

Juan 15:4  “Permanezcan en Mí, y Yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí   mismo si no permanece en la vid, así tampoco ustedes si no permanecen en Mí.

El permanecer es en una persona: Cristo. ¿Cómo hacemos para permanecer en alguien? Es cuestión de cercanía, tiempo y enfoque. La cercanía implica buscar entender y alinear mis afectos a como piensa, que agrada y desagrada a esa persona, todo o una gran parte del tiempo.

 Yo estoy recién casada, y siempre estoy pensando en cómo agradar a mi esposo. Lo amo, y en medio de esta cuarentena a pesar de que ambos estamos trabajando mayormente desde la casa, pienso en él todo el tiempo. Eso es permanecer en alguien. Y mi oración es que mi afecto por Cristo (y el suyo) sea siempre mayor que el afecto y mi permanencia en mi esposo o cualquier otra persona sobre esta tierra.

Juan 15:9 “Como el Padre me ha amado, así también Yo los he amado; permanezcan en Mi amor.”

 El amor de Cristo nos constriñe. Esto no sólo nos capacita y mueve a la acción para amar a otros. Esto es lo que nos hace saber que realmente somos amados y no necesitamos nada más.

En momentos de limitaciones (como el confinamiento), escasez y pérdida (libertades, trabajo), cargas aumentadas (escuela en casa, niños tirando todo el día, un esposo estresado, frustrado y airado por la falta de trabajo), en medio del temor a la incertidumbre económica, relacional, política y nacional, podemos encontrar un lugar de refugio, descanso y permanencia: el amor de Cristo.

 Permanecer en Él es recordar a nuestra alma, la VERDAD. Aún cuando nuestras emociones nos gritan que debemos temer, que debemos huir, que no deberíamos dormir tranquilas, que necesitamos tener más control y preocupación disfrazada de diligencia ansiosa, en todo esto, necesitamos la VERDAD del amor de Cristo. En todos estos tiempos y circunstancias: ERES AMADA. Puedes permanecer en ÉL porque Él siempre ha permanecido fiel y su naturaleza no le permite cambiar.

Gálatas 5:1 “Para libertad fue que Cristo nos hizo libres. Por tanto, permanezcan firmes, y no se sometan otra vez al yugo de esclavitud”.

 Si Dios te ha liberado en el pasado, permanece. Si aún estás luchando con tu pecado y hábitos pecaminosos, ¡permanece! No te rindas, no te muevas, continúa. El Espíritu Santo está contigo y te ha sido dado para caminar a tu lado llenándote de gracia para cada día, momento y circunstancia. ¿Cómo? Meditando y “rumiando” en la Palabra de Dios. Orando sin cesar hasta que Cristo venga, por cualquier situación que estés viviendo. Espera y permanece. No vuelvas atrás. No vayas al mundo en buscando soluciones, corre a la cruz de Cristo. Él te espera.

Hebreos 12:27  “Y esta expresión: Aún, una vez más, indica la remoción de las cosas movibles, como las cosas creadas, a fin de que permanezcan las cosas que son inconmovibles.”

 Permanece invirtiendo y sirviendo en lo eterno. Sin buscar reconocimiento, fama, prominencia o posición. Estas cosas sutilmente nos tientan a todas. Algunas lo reconocemos más que otras. Pero necesitamos permanecer en la verdad de que somos para Cristo. Lo que hacemos es nuestra asignación, pero no definen nuestra identidad. Eres hija del Rey Eterno, comprada con la sangre preciosa, santificada por el Espíritu Santo y te espera una herencia incorruptible. Fija tu vista en la eternidad. Esas son las cosas inconmovibles que nadie podrá arrebatar de ti.

1 Juan 2:28 Y ahora, hijos, permanezcan en Él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza y no nos apartemos de Él avergonzados en Su venida.”

Nada más que agregar ¡CRISTO VIENE! No esperamos sin esperanza. Esperamos con SEGURIDAD. Sin duda de que Él volverá y estaremos con Él y todo sufrimiento acabará. Tengamos confianza y si permanecemos no seremos nunca avergonzados por haber esperado en Él.

Artículo anteriorTeología palabra x palabra: TEOLOGÍA SISTEMÁTICA
Artículo siguienteEl Dios que firmó la Ley
Es misionera y apasionada por hacer discípulos de Cristo, de todas las naciones, a través de la enseñanza bíblica. Tiene una Maestría en Artes en Estudios Teológicos y Liderazgo Intercultural por el Seminario Bautista del Sur (SBTS) y especialista en Ingeniería Sanitaria y Ambiental. Sirvió como misionera transcultural, con enfoque en enseñanza bíblica, entrenamiento misionero y discipulado, en el Sur y el Este de Asia por casi 9 años. Es enviada por la Iglesia Bautista Internacional (IBI), en la República Dominicana. Le gusta cocinar, la música y conocer personas de distintas culturas, apreciando la multiforme gracia. De vez en cuando recuerda detenerse y oler las flores.