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Lo que María la madre de Jesús nos enseña sobre la maternidad

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Recuerdo el momento en el que supe que sería madre por primera vez, el lugar donde estaba, las circunstancias que me rodeaban y las diferentes emociones que comenzaron a llenar mi corazón. Me sentía feliz, expectante, pero al mismo tiempo llena de temor. ¿Cómo podría cuidar a un ser humano y ser responsable de su bienestar? Iniciaba una nueva etapa para mi esposo y para mí, llena de momentos hermosos y otros inciertos, ya no seríamos sólo pareja, también seríamos padres. Ya no sería sólo esposa, sino también madre.

Pero la Palabra de Dios es abundante en sabiduría y allí encontramos un hermoso ejemplo de maternidad:  María, la madre de Jesús. ¿Qué puede enseñarnos la mujer que llevó en su vientre a Enmanuel, Dios con nosotros?

La maternidad fue un recorrido que María vivió de la mano de Dios y su esposo José, ambos fueron padres e instrumentos que permitieron a nuestro Salvador vivir como hombre y atravesar las etapas típicas del desarrollo hasta llegar a la adultez y poder cumplir su propósito. En el Evangelio de Lucas encontramos aprendizajes valiosos, aplicables a nuestra maternidad hoy:

1: Ser madre es una bendición no merecida que debemos recibir con humildad.

María recibió la noticia de que sería la madre, no de cualquier hombre, sino del hijo del Altísimo. Sin embargo, no se llenó de orgullo, sino que recibió esta bendición con humildad y mansedumbre. Se vio a sí misma como no merecedora. En Lucas 1:46 vemos el canto de alabanza donde María exalta el nombre de Dios como Todopoderoso. “Mi alma engrandece al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador”

Meditar en este pasaje motiva a la reflexión, ¿Cómo he recibido yo la noticia del milagro de vida en mi interior? ¿He sido como María una receptora humilde que exalta al Dador de la vida? ¿He honrado a Dios en mi vida digital, en la manera en la que comparto la noticia con mis seres queridos y las personas a mi alrededor? ¿Me ha llevado la maternidad más cerca del trono de Dios? ¿Reconozco el valor de la vida desde que es sólo un pequeño soplo en mi vientre?

2: Mi confianza al vivir mi maternidad descansa en el Dios que da la vida, no en mis propios medios o recursos.

Más tarde, cuando llega el momento de dar a luz, vemos a María en un contexto de incomodidad, porque ha seguido a su esposo José a Belén, y somos testigos de un nacimiento sin precedentes, en un lugar poco higiénico, rodeada de animales, sin médicos, ni ropa cómoda, ni familiares o amigos. Pero no encontramos quejas, ni desaliento. Al contrario, podemos percibir confianza en Dios, valentía y sumisión a su esposo. ¿Cómo responderíamos como madres en medio de circunstancias similares? ¿Dónde está nuestra confianza? ¿Cuál es nuestro lugar seguro?

3: Soy madre, pero soy esposa, y continuar siendo la ayuda idónea de mi esposo, su amorosa compañera, no puede quedar de lado mientras cuido de mis hijos.

Con frecuencia, como esposas y madres, batallamos buscando el balance, la manera de llevar a cabo nuestras tareas y roles. La crianza en los primeros años puede ser muy demandante y ocupar nuestras energías y anhelos. En María vemos con frecuencia la vivencia del rol de esposa, siguiendo a José en las exigencias de la Ley, manejándose de manera fiel y diligente. (Lucas 2:41)

4: María nos enseña una maternidad que cuida, alimenta, instruye en sabiduría y suple las necesidades emocionales y físicas de los hijos.

En la Palabra de Dios vemos en Lucas 2:52 “Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres”. ¿Quiénes eran los instrumentos humanos que acompañaban a Jesús en este proceso de crecimiento? Podemos imaginar a María y José dando de comer, enseñando a Jesús, como niño, hábitos de higiene, pasando tiempo de juego juntos. Por tanto, como madres estamos llamadas a ser diligentes en el cuidado de nuestros hijos, observar su carácter, sus necesidades físicas. Para esto debemos estar presentes, involucradas, cerca. Debemos aprender a mirar a nuestros hijos con ternura después de un accidente y con firmeza cuando necesitan ser disciplinados. Apuntarles al Dios que les creó y les formó, al Dios en quien sus padres han puesto su confianza.

5: El ejemplo de María nos enseña a amar desde la humildad y estar enfocadas en la eternidad.

Recuerdo que mi abuela solía decir que sólo existe un hijo hermoso en el mundo y cada madre lo tiene. ¡Qué grato es ver a nuestros hijos triunfar, sacar buenas notas, obtener logros! María pudo ver cómo los pastores adoraban a Jesús, como los magos de Oriente traían regalos costosos, sin embargo, tenía un conocimiento profundo de lo que estaba ocurriendo y las Escrituras nos dicen en Lucas 2:19 “Pero María atesoraba todas estas cosas, reflexionando sobre ellas en su corazón”. ¿Qué aprendemos de esta actitud? ¿Cómo reaccionaría yo si supiera que mis hijos están destinados a grandes cosas?

Sabemos que nuestro Dios otorga dones, talentos, y ha preparado en su amor proyectos para ser ejecutados por nuestros hijos. ¿Cuál debe ser mi rol como madre? Es mi oración que Dios nos conceda la humildad necesaria para verle a través de los éxitos temporales de nuestros hijos, la fortaleza para acompañarlos en el dolor, así como estuvo María a los pies de la cruz, el discernimiento para instruirlos en sabiduría, y de manera especial, la fortaleza para dejarlos vivir el propósito para el que Dios les ha llamado sin importar el costo.