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Afirmadas en la fidelidad de Dios

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“Pues tantas como sean las promesas de Dios, en Él todas son sí;
por eso también por medio de Él, Amén, para la gloria de Dios por medio de nosotros.”

(2 Corintios 1:20)

Cada vez que un piloto despega un avión del suelo lo hace confiando en varias leyes de física. Él sigue un procedimiento basado en la fidelidad de estas leyes porque siempre se cumplen. Él puede estar firme y confiado en que se cumplirán y sabe muy bien que aun si el avión se cayera no lo haría porque alguna de estas leyes fallara, sino por otras causas. Esta verdad del mundo físico nos revela una realidad espiritual y es la fidelidad de Dios.

Dios se ha revelado a nosotras sus criaturas en la creación misma. De ella podemos deducir su gran inteligencia, su creatividad, su orden y su fidelidad a las propias leyes que Él mismo ha establecido. Pero además Él se ha revelado de forma especial en Su Palabra. En ella Él nos deja ver su carácter, atributos, forma de pensar y maneras de actuar. Uno de sus atributos es su inmutabilidad, que significa que Él no cambia (Malaquías 3:6). Podemos contar con que Él es el mismo siempre. Y como un derivado de este atributo, tenemos Su fidelidad; Él es fiel, a sus promesas, sus pactos y sus designios. No solo lo deducimos, sino que también Dios mismo lo ha dicho de sí (Números 23:19). Él dice que lo que Él promete, lo cumple.

Nuestro Padre hizo todo perfecto. Desde antes de la creación, Él previó nuestra caída en pecado y planeó nuestra redención. Por esto, en el mismo momento en que Adán y Eva pecaron, Él les prometió un Salvador. A partir de ese instante y a través de la Historia de su pueblo escogido, Dios estuvo dándonos profecías y promesas en torno a este Redentor. Se cuentan más de 100 profecías mesiánicas. El propósito de estas promesas era principalmente que pudiéramos identificar, sin lugar a duda, a este Mesías y validarlo como el Enviado por Dios, porque solo Dios podría controlar el futuro y orquestar que sucedieran en la persona de Jesús; pero también que conociéramos este precioso atributo de Su fidelidad al cumplirlas. Jesús es el cumplimiento de las promesas de Dios.

Nosotros ya hemos visto como nuestro Dios cumplió estas promesas en Cristo Jesús. Cumplió una por una, cada una de ellas y nos mostró Su fidelidad. Las probabilidades matemáticas acerca del cumplimiento de estas profecías afirman que no pudo ser obra del azar, era imposible que se cumplieran en una sola persona sin la intervención divina. En otras palabras, es un extraordinario milagro el que estas profecías se cumplieran en Jesús. Nos muestran claramente que se trata del Mesías prometido, Dios hecho hombre. Y nos garantizan la fidelidad de nuestro Dios.

Ahora, Él no sólo nos prometió y nos dio un Salvador, sino que vemos en las páginas del Antiguo Testamento como continuamente hizo varias promesas que cumplió al pie de la letra. Por ejemplo, a Abraham le prometió un hijo y se lo dio. A su pueblo le prometió darles la tierra de Canaán y se la dio. Les prometió bendiciones y maldiciones dependiendo de su obediencia y las cumplió. Les prometió victorias en batallas y vez tras vez fue fiel a cada promesa suya orquestando su cumplimiento. Dios siempre ha cumplido cada profecía, cada promesa, cada enunciado suyo.

También Cristo nos prometió que nos enviaría al Consolador y así lo hizo. Él nos ha dado preciosas y maravillosas promesas. Por ejemplo, su presencia continua y la llenura del Espíritu Santo son dos de estas promesas. Algunas son para disfrute futuro como nuestra resurrección (1 Tesalonicenses 4:16), pero otras son para nuestra vida aquí y ahora como la ayuda en momentos de tentación (1 Corintios 10:13). Son muchas promesas, pero solo y únicamente tienen su cumplimiento en Cristo. Solo podemos tenerlas por medio de Cristo. Al confiar en Cristo como nuestro Salvador y Señor, decimos amén a estas promesas. En y por medio de Él nos apropiamos de ellas y las tomamos por fe. Decimos -Si, Señor, yo confío en Ti- así le damos nuestro amén. Más adelante, en otro artículo estaremos viendo las promesas de Dios para nosotras. Mientras tanto en este nos centramos solo en la fidelidad de Dios.

Amadas hermanas, si Dios ha sido fiel a sus leyes naturales, ha sido fiel a sus muchísimas promesas en Cristo Jesús, ha sido fiel a Su palabra, ha sido fiel a sus pactos, ha sido fiel a Su pueblo a través de la historia, ha sido fiel a Su iglesia; ¿Cómo podríamos dudar de que será fiel a nosotras?

Aun cuando nosotras pudiéramos ser infieles, Él sigue siendo fiel porque no puede negarse a Sí mismo. La fidelidad es parte de su propia naturaleza. Es imposible que Dios fuese infiel ni por un segundo. Podemos anclar nuestros corazones a Su Palabra. Él mismo ha dicho que el cielo y la tierra pasarán, pero Sus palabras no pasarán. Así que, amadas, en este 2021 dediquemos tiempo a conocer las promesas que Dios nos ha hecho, a conocer lo que Él ha dicho, a profundizar en su Palabra y confiemos. Si, con todo nuestro corazón confiemos en Él. Depositemos toda nuestra esperanza en Su fidelidad. Él es digno de confianza; afirmémonos en Su fidelidad.

Estamos viviendo tiempos muy turbulentos. Hay mucha incertidumbre, mucha desconfianza. El Covid tiene al mundo de patas arriba, pero como cristianas podemos estar firmes en el Señor, sabiendo que Él nos será fiel. Podemos decir como Pablo: ‘Yo se en quién he creído’. Nosotras sabemos en Quién hemos creído y sabemos que es fiel y poderoso para guardarnos sin caída y llevarnos a salvo a casa. Él prometió estar con nosotras todos los días hasta el fin del mundo. Confía en Él. Recuerda que sin fe es imposible agradar a Dios, pero con fe es imposible no verlo obrar. Él está a tu lado en tus alegrías, ilusiones, luchas, tentaciones, desilusiones, miedos y lágrimas. Él no te dejará, puedes estar segura. Él te sostiene, te ama, te fortalece. Solo confía, mantente firme, déjalo actuar y comprobarás una y otra vez Su fidelidad. Es mi oración que mientras caminamos por estos tiempos inciertos, tu corazón y el mío se afirmen, en la fidelidad de Dios y podamos mirar al futuro con esperanza porque sabemos que nuestro sabio y fiel Padre va con nosotras, nos ama, nos cuida y nos guía seguras a casa tal como lo ha prometido.