Si hay algo que todos tenemos en común en esta vida de este lado de la gloria son las lágrimas, los problemas, las pérdidas, cada persona tiene su historia y le tocará atravesar su valle de lágrimas.
Pero lo hermoso de nuestra historia es que los que estamos en Cristo, pasamos por esos valles y salimos más fortalecidos.
“¡Qué alegría para los que reciben su fuerza del Señor,
los que se proponen caminar hasta Jerusalén!
Cuando anden por el Valle del Llanto,
se convertirá en un lugar de manantiales refrescantes;
las lluvias de otoño lo cubrirán de bendiciones.
Ellos se harán cada vez más fuertes,
y cada uno se presentará delante de Dios en Jerusalén”.
(Salmo 84:5-7 NTV)
Nuestro buen y sabio Dios, quien nos ama con un amor que excede todo entendimiento, nos permite pasar por estos tiempos de dolor, pero no nos deja solos. El nos consuela, llegando a lo profundo de nuestra alma, donde nos duele. Esos tiempos de pérdida, no los hubiera escogido nunca, pero fueron tiempos de íntima comunión con mi Señor, allí a sus pies, pude encontrar la fortaleza para vivir un día a la vez, y más aún en ocasiones una hora a la vez, confiando en que El me guiaba en medio de la oscuridad y tristeza que me rodeaba.
No se la situación que estés atravesando o te tocará atravesar, pero si quisiera que te quedaras con 5 cosas serían estas:
1) “No dudes en la oscuridad de tus días, lo que Dios te reveló en la luz».
Él es bueno, Él te ama, Él quiere lo mejor para ti, Él es sabio y sabe lo que hace. En estos tiempos de dolor no podemos pensar en Dios en base a lo que sentimos o percibimos. Lo que sabemos y hemos conocido de Dios en nuestro tiempo de luz, de felicidad, es quien Dios es también, en el tiempo de dolor. Dios es bueno no importa las circunstancias.
“Tú eres bueno y haces únicamente el bien;
enséñame tus decretos”.
(Salmo 119:68)
2) Se vale llorar, no es pecado el sentirnos tristes.
No procures pensar que nada pasó, y tapar con una venda ese dolor, porque la herida se infecta y explota, debes tratarlo, sacarlo, sanar, derramar tu corazón delante de Dios, este es el ejemplo que vemos en los salmos.
“Estoy tirado en el polvo;
revíveme con tu palabra”.
(Salmo 119:25)
“Lloro con tristeza;
aliéntame con tu palabra.”
(Salmo 119:28)
3) No te aísles en tu dolor, busca el soporte y la oración de tu familia de la fe.
Dios me regaló un soporte en oración de hermanos que sintieron mi dolor y me apoyaban en oración, con palabras de ánimo, con comidas en días donde lo menos que quería era cocinar. Así que, sé humilde y vulnerable, déjate servir y amar.
“Es mejor ser dos que uno, porque ambos pueden ayudarse mutuamente a lograr el éxito. Si uno cae, el otro puede darle la mano y ayudarle; pero el que cae y está solo, ese sí que está en problemas. Del mismo modo, si dos personas se recuestan juntas, pueden brindarse calor mutuamente; pero ¿cómo hace uno solo para entrar en calor? Alguien que está solo puede ser atacado y vencido, pero si son dos, se ponen de espalda con espalda y vencen; mejor todavía si son tres, porque una cuerda triple no se corta fácilmente” (Eclesiastés 4:9-12)
4) Aférrate con uñas y dientes de la Palabra de Dios, que ella sea tu sostén y sus promesas el ancla que te sostenga.
Recuerdo tan claro, como la Palabra de Dios era mi medicina, sustento en esos tiempos de dolor, sentía que moría, si no buscaba a Dios en Su Palabra y en oración, pegué versos de la Biblia en tantos lugares de la casa como me era posible, y la Palabra de Dios me daba otra perspectiva desde la cual mirar mi problema.
“Tu promesa renueva mis fuerzas;
me consuela en todas mis dificultades”.
(Salmo 119:50)
“Si tus enseñanzas no me hubieran sostenido con alegría,
ya habría muerto en mi sufrimiento.
Jamás olvidaré tus mandamientos,
pues por medio de ellos me diste vida”
(Salmo 119:92-93)
5) Recuerda que esta vida no se trata de ti, se trata de Dios y su reino.
En muchas ocasiones he vivido en mi mundo, absorta por mis problemas, afanes, hasta que llega un tiempo orquestado por Dios de pérdidas y lágrimas, y caigo en cuenta, que el mundo no gira alrededor de mí, que no soy tan importante como pensaba, que de principio a final todo se trata de Él y todo es para Él.
Hay una realidad espiritual que me sobrepasa y que no puedo entender, Dios está en su trono y lo gobierna todo, y al final, nuestras vidas se tratan de darle gloria a Él, así que: Bendito sea el nombre del Señor en tiempo de abundancia, escasez o pérdida.
“Aunque las higueras no florezcan
y no haya uvas en las vides,
aunque se pierda la cosecha de oliva
y los campos queden vacíos y no den fruto,
aunque los rebaños mueran en los campos
y los establos estén vacíos,
¡aun así me alegraré en el Señor!
¡Me gozaré en el Dios de mi salvación!
¡El Señor Soberano es mi fuerza!
Él me da pie firme como al venado,
capaz de pisar sobre las alturas».
(Habacuc 3:17)