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Descansando en Su fidelidad para la conversión de un ser amado

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Soy hija de un matrimonio de personas grandiosas, trabajadoras y de fuertes valores… Madre cristiana y Padre inconverso. Ella abnegada, entregada a sus hijos y esposo; él, hombre esforzado, abogado de ejercicio, con muchos logros personales, entre títulos y posiciones.

Mi corazón fue confrontado a través del Espíritu por la Palabra del Evangelio hace más de 20 años, dándome vida y esperanza.

¡Cuánto gozo me trae el compartir la verdad de que tenemos un abogado ante el Padre y ver personas ser libres por el poder del evangelio!; pero confieso que un sentimiento de pesar me invade a veces al pensar en mi padre: ¿llegará a disfrutar de esa plenitud que sólo Dios da?… ¿Podrá su corazón sabio en su propia opinión entender las verdades de su andar caído y la necesidad de un Salvador?… Más de 20 años orando por ver ese día, pero lo que me hace persistir en intercesión y guardar esperanza, son las preciosas citas que demuestran el poder del Dios a quien adoramos a lo largo de Las Escrituras:

El capítulo 4 de Daniel me hace recordar que no existe ese corazón tan soberbio, tan necio, tan cargado, tan oscuro que el Poder del Dios vivo no cambie. El Rey Nabucodonosor, hombre de grandes laudes,  fue advertido por el profeta Daniel de lo que pasaría: perdería su razón, y se mezclaría con las bestias del campo. ¡Qué proceso atravesó!, pasar de su elevada posición entre los hombres, a ser hecho menor que uno de ellos. Pero no es en esa parte de la historia que quiero que enfoquemos el reflector, sino en el milagro hermoso que se produjo al ser destruida la soberbia de Nabucodonosor por El Único y Sabio Dios: Un corazón humilde y entendido, capaz de expresar estas palabras:

Pues esto es lo que decretaron los mensajeros; es lo que ordenan los santos, para que todos sepan que el Altísimo gobierna los reinos del mundo y los entrega a cualquiera que él elija, incluso a las personas más humildes’. “Cuando se cumplió el tiempo, yo, Nabucodonosor, levanté los ojos al cielo. Recuperé la razón, alabé y adoré al Altísimo y di honra a aquel que vive para siempre. Su dominio es perpetuo, y eterno es su reino. Todos los hombres de la tierra no son nada comparados con él. Él hace lo que quiere entre los ángeles del cielo y entre la gente de la tierra. Nadie puede detenerlo ni decirle: “¿Por qué haces estas cosas?” (Daniel 4:17, 34-35 NTV)

Preciosa hermana, no sé si como yo tienes a esa persona que amas sin Cristo, un hijo o hija, un hermano o hermana, una madre o un padre, una gran amiga, tu amado esposo… Quiero que hoy recibas la paz de saber que al Dios a quien servimos y adoramos, es todopoderoso para cambiar sus corazones y que opera en su soberanía para honra de Su Nombre; mientras, ¿qué podemos hacer en el tiempo de espera? :

  1. Continúa orando sin importar el tiempo transcurrido. Dios es el dueño del tiempo.
    “Sin embargo, queridos amigos, hay algo que no deben olvidar: para el Señor, un día es como mil años y mil años son como un día. En realidad, no es que el Señor sea lento para cumplir su promesa, como algunos piensan. Al contrario, es paciente por amor a ustedes. No quiere que nadie sea destruido; quiere que todos se arrepientan”. Nuestro corazón limitado anhelan que las cosas sucedan pronto, más nuestro Dios es paciente. (2 Pedro 3:8-9 NTV)
  2. Modela a Cristo en todo.
    De la misma manera, ustedes esposas, tienen que aceptar la autoridad de sus esposos. Entonces, aun cuando alguno de ellos se niegue a obedecer la Buena Noticia, la vida recta de ustedes les hablará sin palabras. Ellos serán ganados.  (1 Pedro 3:1 NTV)
    Y aún no sea a un esposo, recuerda sé ejemplo de los creyentes:
    “No permitas que nadie te subestime por ser joven. Sé un ejemplo para todos los creyentes en lo que dices, en la forma en que vives, en tu amor, tu fe y tu pureza”. ( 1 Timoteo 4:12-14)
  3. Alimenta tu fe y esperanza con Las Escrituras.
    “La fe demuestra la realidad de lo que esperamos; es la evidencia de las cosas que no podemos ver” (Hebreos 11:1 NTV)
    Día a día, alimentar tu corazón con los designios de Dios, con sus promesas cumplidas y las pendientes por cumplir, dará oxígeno a tu alma para saber esperar la acción soberana de Dios sobre ese ser que amas y tener paz y esperanza en el proceso.

Mi padre ha pasado en estas dos décadas, de ser irreverente, a ser agradecido por las cosas que Dios le ha dado; de enojarse por mi madre y yo ir a la iglesia, a acompañarnos uno que otro domingo. Así que, ¡manteniendo mis ojos en Cristo, puedo descansar en su fidelidad para la conversión de mi ser amado; tú también puedes descansar!