Este domingo, el pastor Miguel Núñez concluyó la serie “Llamados, justificados, preservados y glorificados” predicando el sermón “Un fiscal y un juez a favor tuyo” basado en Romanos 8:31-39.
En el mensaje anterior vimos que aquellos que Dios de antemano conoció, a esos Él llamó, predestinó, justificó y glorificó (Romanos 8:28-30). Inmediatamente después, en los versículos 31-39, el apóstol Pablo, hace siete preguntas en vista de las grandes acciones de Dios a favor nuestro.
1. ¿Qué diremos a esto?
Con esta primera pregunta, Pablo está ayudándonos a reflexionar sobre las increíbles verdades de Romanos 8:28-30. Lo que Pablo quiso decir con esta primera pregunta era, ¿Como responderemos a esta enorme gracia de parte de nuestro Dios? En cierta manera lo que sigue es parte de la respuesta: para Pablo es inconcebible que Dios nos haya conocido, predestinado, llamado, justificado y glorificado y que nosotros no respondamos de manera apropiada a lo que Dios ya hizo por personas mortales y pecadoras, que, en un principio, eran enemigas de Dios.
2. Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros?
Si el creador del universo, Señor de toda la creación, soberano sobre todo lo creado en el mundo material y espiritual y la persona en control de todas las cosas que existen y se mueven está a favor de nosotros los que hemos creído, ¿quien podría estar contra nosotros?
Pudiéramos decir que Satanás y el mundo está contra nosotros… hasta nuestra propia carne está contra nosotros. Entonces, la pregunta no es, ¿quien podrá estar contra nosotros? Sino, si el mayor poder y autoridad que existe en toda la creación está a favor nuestro, ¿Quién podría vencernos? No hay fuerza opositora que pueda competir o compararse con el Dios que es nuestro defensor.
De Satanás y sus seguidores, la palabra establece que Cristo desarmó los poderes de las tinieblas; del mundo, Jesús, dijo: “…confiad en mi, pues yo he vencido el mundo” (Juan 16:33); y la carne fue vencida en la cruz cuando Cristo logró morir sin pecado. Pablo está tratando de establecer el hecho de que el que está en Cristo no tiene nada que temer porque nada lo puede vencer.
3. El que no negó ni a Su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también junto con Él todas las cosas?
Pablo tiene una tercera pregunta; pero antes de hacer la pregunta él establece un hecho: Dios Padre nos dio a Su propio Hijo. No creo que nosotros hemos considerado lo suficiente el hecho de que Dios Padre entregó a Su unigénito, sin pecado, para ser maltratado para que hombres que han maltratado Su ley puedan recibir el trato de hijos de parte de Dios. Lo que Pablo está tratando de hacer, es remover de nuestra mente toda duda de que Dios pueda estar ausente en nuestros momentos de dificultad.
Después que Dios ha hecho eso, ¿qué es lo que Dios no estaría dispuesto a hacer por los suyos. De ahí la tercera pregunta: Si nos dio al Hijo, ¿como no nos va a dar todas las cosas?
4. ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.
En una corte judicial, la persona que trae la acusación contra los acusados es el fiscal. Pablo está haciendo la pregunta, ¿cuál es el fiscal acusador que se levantará contra los elegidos de Dios? Satanás es el acusador por excelencia, pero Satanás no tiene derecho a hacer tal cosa. El derecho para acusar o el derecho para actuar como fiscal solo lo tiene Cristo porque como Él mismo declaró, “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra…”
Pero resulta que El Fiscal Celestial no traería una acusación contra nosotros porque nosotros somos los elegidos de Dios y Dios es quien justifica. En la corte celestial, el único posible fiscal es Cristo y Él está a favor de nosotros porque Él murió en nuestro lugar justamente para poder actuar como nuestro abogado defensor.
5. ¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió, sí, más aún, el que resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.
En una corte judicial, no solamente hay un acusado y un fiscal sino que también hay un Juez. En el Antiguo Testamento vemos a Dios Padre actuando como como juez todo el tiempo, pero luego, al llegar al Nuevo Testamento, nos encontramos en Juan 5:22 con lo siguiente, “El Padre a nadie juzga, sino que ha dado todo juicio al Hijo.”
De manera que ante la pregunta: ¿Quién es el que condena? Pablo, responde que Cristo no lo hará porque Él fue quien murió por nosotros, por nuestros pecados, en sustitución nuestra. Él es también quien resucitó lo cual hizo también a favor nuestro porque con Su resurrección conquistó la muerte que reinaba desde el tiempo de Adán.
Romanos 8:34 termina recordándonos que Cristo está a la derecha del Padre desde donde intercede por nosotros. Desde aquí en la tierra, el Espíritu intercede por nosotros con gemidos indecibles, y en los cielos, el Hijo intercede por nosotros ante el padre como abogado defensor. En la corte celestial el Hijo está en control de todo el proceso judicial y eso es bueno para nosotros. Porque como se nos dice en 2 Corintios 5:10, todos compareceremos ante el tribunal de Cristo para rendir cuentas de todo cuanto hayamos hecho sea bueno o sea malo. Pero en el tribunal de Cristo, el fiscal, el juez y la persona que intercede por nosotros es la misma… CRISTO.
6. ¿Quién nos separará del amor de Cristo?
Esta pregunta obedece al hecho, de la inseguridad que muchos experimentan, pensando ¿y que si cuando yo llegue al reino de los cielos resulta que yo no llené el estándar para pasar el escrutinio de la justicia de Dios y al final soy condenado? Si Dios, desde la eternidad pasada, te conoció, te llamó, te predestinó, te justificó y te glorificó… ¿quién podría separarte del amor de Padre en Cristo? Esta pregunta es innecesaria considerando el hecho de que Dios no tiene rival.
Antes de contestar la pregunta, Pablo hace su pregunta final en términos de cosas que él ha considerado en su mente que pudieran separarnos del amor de Cristo.
7. ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
Pablo considera siete circunstancias que pudieran actuar como enemigos nuestros para separarnos de Dios.
- ¿Tribulación? ¿Pudiera el creyente pasar por una tribulación tan grande qué pueda vencer su fe y terminar apartándolo de Dios? Imposible, porque Pablo nos dice en 2 Corintios 1:3-4 que Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo es quien nos consuela en toda tribulación nuestra para enseñarnos a consolar a otros con el mismo consuelo que hemos recibido.
- ¿Angustia? No va a ocurrir. Dios me dice qué hacer en la angustia en el salmo 50:15, “Invoca Mi nombre en el día de la angustia; Yo te libraré, y tú me honrarás.” En la angustia, Dios dice “cuenta conmigo, llámame y yo te libraré.”
- ¿Persecución? ¿Podría desatarse un persecución tal en el futuro que un hijo de Dios pudiera perderse? ¡NO! Pablo nos dice que somos perseguidos, pero no abandonados.
- ¿Hambre? Ya Dios nos enseñó que no solo de pan vive el hombre. El apóstol Pablo también nos enseñó que él aprendió a estar contento en la abundancia y a la escasez (Filipenses 4:12).
- ¿Desnudez? Una vez tú has sido vestido con la rectitud de Cristo, la desnudez física te importa poco.
- ¿Peligro? Estas calamidades se parecen a los peligros de Pablo descrito en 2 Corintios 11:26-27. En toda circunstancia, Dios le dijo a Pablo, “mi gracia te será suficiente.”
- ¿Espada? Esta última es similar a las persecuciones de las cuales ya hablamos.
Ante todas esas circunstancias tenemos un Sumo Sacerdote ante el Padre que es capaz de compadecerse por nosotros porque Él fue tentado en todo. El que nos llamó nos da el poder para pasar por las mismas vicisitudes que el pasó cuando se encarnó y fue perseguido por los hombres… ¡Por eso vencemos!