Este domingo el anciano en entrenamiento, Joan Veloz, predicó el sermón “Vestido de Cristo” basado en 3:1-5.
Zacarías se presenta en el Zacarías 1:1 como hijo de Berequías, hijo de Iddo. El era un profeta de Dios quien vivió en un tiempo cuando el pueblo del Israel estaba en el proceso de retornar de Babilonia a Jerusalén. Dios se le revela a Zacarías y le da ocho visiones relacionadas a la
futura restauración externa de Israel. En las primeras tres visiones, Dios revelo que la gente sería restaurada (Zacarías 1:3), los enemigos serían juzgados (Zacarías 1:21), y la ciudad sería reconstruida (Zacarías 1:16). ¿Pero que iba a pasar con el corazón de ellos? ¿Habían sido restaurados? La realidad es que mientras estaban en Babilonia, no hubo un gran avivamiento, aunque hubo algunos comienzos de avivamiento en ellos. Un grupo regresó y encontró el templo y la ciudad destruida. Había que comenzar el proceso de reconstrucción la cual comienzó con mucha lentitud dado el desánimo de la gente. Aquí, Dios comienza a profetizar a través de Zacarías diciéndole: en palabras mías, animases, vamos ustedes serán restaurados, sus enemigos serán destruidos y la ciudad será nuevamente edificada. Pero ellos conocían acerca del carácter de Dios y se preguntaban como un Dios santo restaurar a un pueblo pecaminoso e incrédulo y ser coherente con su propio carácter justo al mismo tiempo. Y el Señor les respondió con la cuarta visión la cual es la que vemos en el texto de enfoque.
Zacarías tuvo una visión donde vio a Josué, el sumo sacerdote, delante del ángel del Señor, quien era en realidad la pre-encarnación del mismo Jesús. Jesús estaba allí delante de Josué para
recibir la ofrenda por el pecado del pueblo. Siempre que encontramos la referencia al Ángel Del Señor en el Antiguo Testamento, se hace referencia a éste como a la segunda persona de la Trinidad (Génesis 22; Éxodos 3; Josué 5). Dios, desde la eternidad pasada, decidió revelar la segunda persona de la trinidad con el titulo del Ángel Del Señor y ahí estaba Josué ofreciendo sacrificio por el pueblo, y Satanás estaba a su derecha para acusarlo y al igual como lo hizo con Job, el comienza a cuestionar a Dios. Satanás acusa a Josué de estar delante del Señor haciendo su oficio sacerdotal con vestimentas sucias (Zacarías 3:3). Es importante recordar que Josué representa al pueblo de Israel y en sus vestidos el lleva su pecado y el del pueblo. El no era digno de acercarse a Dios, el no debía estar allí vestido así representando al pueblo; Satanás vio esta oportunidad como una de oro para destruir el plan de redención. El sabía que, si Josué era vindicado, Israel seria aceptada; pero si Josué era condenado y expulsado, Israel hubiese sido expulsado.
Uno de los principales errores que podemos cometer es no conocer a nuestro adversario. Satanás es un acusador, el anda como león rugiente buscando a quien devorar. El tergiversa la verdad y hace que no podamos ver a Dios y Su gracia. Satanás astutamente nos acusa para que no vengamos a la fuente y a aquel que es bueno y perdonador. Si nos quedamos culpándonos y alejados de Dios no volveremos mas insensibles, nos volveremos al pecado y mas doloroso será el retorno. No conocer como opera el enemigo es un gran error, pero otro error garrafal es no conocer a nuestro Dios, quien es un padre amoroso el cual se complace en salvar.
Josué no se defiende, El solo calla (Zacarías 3:2) porque podía ver sus ropas sucias; fue culpable según lo acusado. Entonces el Ángel le dice a Satanás, el Señor te reprenda. Cristo justifica a Josué, no en basé a sus méritos, si no en base a que Dios lo escogió, pero Josué no podía permanecer delante de Dios mismo en esas condiciones y no morir; su ropa sucia representaba su pecaminosidad y la del pueblo. La santidad de Dios y el pecado no pueden cohabitar así que la suciedad de Josué debía ser removida; necesitaba ropa limpia para poder estar delante del Señor (Zacarías 3:4). Josué está sucio delante de Dios, indigno de estar delante de Su presencia y Cristo es quien intercede y da instrucciones a los otros ángeles que estaban allí de que le quitaran su ropa sucia. Esto es lo que el Señor hace por nosotros, se preocupará de mantener a Sus justificados limpios porque se trata de Su reputación no la nuestra; Dios es quien escoge, justifica, y preserva. Esto no quiere decir que podemos vivir como nos plazca. El estar seguros en El nunca nos dará licencia para pecar libremente; al contrario, debemos representar a Dios bien y vivir dignamente para que otros puedan alabar Su nombre por la forma como escogemos vivir. Cristo consuma su promesa y viste con ropas de Justicia a Josué. Las vestimentas de gala que Josué recibió no fueron vestimentas baratas; estas costaron la sangre de Dios mismo.